Por las páginas de El Jaleo sabemos que se dio el 1 de mayo
de 1914 la primera celebración en La Bañeza de la fiesta del trabajo,
“organizada por la Asociación Obrera de la ciudad (fundada el año anterior, a
lo que parece) para aumentar el fomento y progreso de todas sus federaciones”.
El programa, según se recoge en el número extraordinario que el 3 de mayo el
periódico dedica al acontecimiento, incluyó la salida a las 9 de la mañana de
la comitiva del Centro Obrero (alojado en el edificio de La Caridad) hacia el Ayuntamiento,
en el que entregó una petición para poner fin a la campaña de Melilla, para
continuar recorriendo acompañados de la Banda Municipal de Másica las principales
calles, a lo que seguirá en el Teatro un mitin presidido por la junta directiva,
de la que es secretario Nicolás Fernández Sampedro (sería concejal en 1919) y
presidente Bartolomé González, y “al que puede concurrir todo el que lo desee
(pero sin perturbar el orden)”, y a éste, a las tres de la tarde, una gira
campestre “al monte de los opulentos almacenistas Seoanez” (se trataba de Mariano
Seoanez Quiñones y sus hijos José y César Seoanez Romero).
En el mitin “estuvo
muy dignamente representado el bello sexo”, y se dieron la adhesión del
industrial Blas Cantón Cisneros (gerente de La Electra Bañezana), que no pudo
asistir, y las intervenciones de Marcelo Toral Castro, entonces maestro en
Valdesandinas; del también maestro Servando Juárez Prieto, y de Lorenzo Ruiz, “reprobando
la odiosa distinción de castas que ha de ser sustituida por la práctica del
principio socialista de ‘todo para todos y todos para todo’, a la que se
llegará por la emancipación que los obreros realizarán por y para sí mismos”, y
aludiendo al regeneracionismo por la escuela y la despensa que ya Joaquín Costa
defendiera (bien que con un cierto talante autoritario), plasmado en la
edificante procura de sus asociados para el Centro Obrero de La Bañeza de
“libros que leer antes que bancos donde sentarse”; se señaló la siempre
presente Cuestión Social, y se abogó por la unidad, por el respeto como
principio socialista, y por la instrucción de los trabajadores, de aquellos asalariados
jornaleros que en La Bañeza cobraban entonces “una peseta por un día de
sudor”.
En el mismo
suplemento se reseña la celebración del 1º de Mayo en Astorga, con manifestación
por la mañana y gira campestre por la tarde en la pradera de la Eragudina, con
banda municipal, pianos manubrios, gaitas, tamboriles y panderetas, y de remate
velada teatral representando por aficionados el drama Juan José, de Dicenta, y el juguete cómico-lírico Los baturros. Y en el número del 31 de
mayo se ensalza la ejemplar manera en que transcurrió desde el principio al fin
aquella primera celebración obrera bañezana, “con el mejor orden y sin el menor
incidente”, y se agradece al exalcalde Julio Fernández y Fernández Núñez (abogado,
concejal en 1901 y alcalde en varias ocasiones, designado en 1915 diputado
provincial por Astorga-La Bañeza, y presidente de la Diputación en 1921-1922, destinado
en 1923 para ocupar el gobierno civil de Valladolid, lo que impidió el golpe de
estado de septiembre de aquel año, siendo nombrado en febrero de 1931 para el
de Albacete), “altruista, obrero intelectual y protector honorable”, la
biblioteca donada a la Sociedad Obrera, extendiéndose también la gratitud “a
los patronos que han ingresado en nuestras filas” (tal vez fuera uno de ellos
Álvaro Valderas Blanco, inhabitual empresario con iniciativas colectivistas).
Con parecidas actividades y con idéntico orden se celebró la fiesta del trabajo
en la ciudad en 1917 según consignó Elisardo Moro García en su libro-diario Maruja. Desde la cuna al sepulcro. Diario de un corazón, un curioso documento sobre La Bañeza de
principios del siglo XX, enhebrado en las cartas a su pequeña hija de cinco
años fallecida e impregnadas de la morbosidad necrológica de la que hace gala
el autor, influenciado tal vez por su profesión de funerario (además de maestro
y titular de una fábrica de cera).
Se noticia también la comunión pascual de los reclusos de la
Cárcel del Partido, y en el de julio se narra la visita del redactor a sus
ocupantes (entre ellos Pepe, de doce años y de Audanzas del Valle, preso por
haber matado, sin querer, a otro chiquillo como él) y dependencias, “todas limpias
como una taza de plata”, también el amplio local de la escuela elemental
próxima a inaugurarse dotada de mobiliario por la Junta del Patronato de
Reclusos y Libertos y de biblioteca por el Estado. A iniciativa del presidente
de aquella Junta, el juez de Instrucción don Luis Zapatero González, se insta a
la población a que donen a dicha biblioteca “los libros que reuniendo las
necesarias condiciones de moralidad tengan sobrantes en las suyas” para que
todos puedan ser usados no solo por la población penal sino por cualquier
particular que lo desee, condición altamente beneficiosa en una ciudad que
carece por entonces de toda biblioteca pública y en la que al falto de recursos
le es imposible adquirir un libro con el cual instruirse o deleitarse.
Pablo Iglesias en Vigo, al frente de una manifestación
obrera por las ocho horas de trabajo.
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