jueves, 14 de junio de 2018

Costumbres que se han recuperado o perdido


José Cruz Cabo
Los mayos ya han sido recuperados, como señal de que la primavera está con nosotros, y la ciudad ha recuperado una costumbre que se había perdido y ahora esperemos que la costumbre no se pierda nunca, e inclusive aumenten sus figuras porque se pongan en otros muchos sitios. En mi niñez en la mayoría de las calles de la ciudad, los niños y adolescentes, ayudados por las madres, preparábamos las cruces de mayo en mitad de la calle, entonces no había problemas de tráfico, y a todas las personas que pasaban por allí se les pedía “una perrica para la Cruz de Mayo” y como ha pasado siempre, unos nos daban una perrona o un real y otros nada, pero  a media tarde, nuestras madres nos preparaban una merienda que íbamos a comer a la Peña de San Blas fue una costumbre que duró unos cuantos años, que yo viví, pero después de la guerra, la gente marchaba mal económicamente y muchas familias no tenían humor porque habían perdido  a un familiar o estaba en la cárcel, por lo que esta costumbre fue desapareciendo y ya en mi juventud, mitad de los años cuarenta ya dejó de celebrarse y nunca más se volvió a realizar, por eso la idea de la Cofradía de Jesús Nazareno poniendo una cruz enfrente de la puerta de su ermita este año, me causó una gran alegría y los felicité por ello. Y es que es importante conservar las costumbres de los pueblos y ciudades porque es una forma de atraer gente que  venga a ver estas cosas y además las personas que se dedican a prepararlas llevan una gran satisfacción, porque se sienten recompensados con ver que las personas lo ven y les felicitan.
Otra cosa que también ha desaparecido son las bromas de la fiesta de los Inocentes. Antes los amigos y vecinos se dedicaban a intentar darle la inocentada a otros, había niños que ponían un billete de cinco pesetas atado a un cordón y se escondían y cuando la gente se iba agachando para cogerlo, tiraban del hilo y se lo pasaban la mar de bien. Era una forma de divertirse sin molestar a nadie y la gente se reía. Preparaban una merienda que íbamos a comer a la Peña de San Blas fue una costumbre que duró unos cuantos años, que yo viví, pero después de la guerra, la gente marchaba mal económicamente y muchas familias no tenían humor porque habían perdido  a un familiar o estaba en la cárcel, por lo que esta costumbre fue desapareciendo y ya en mi juventud, mitad de los años cuarenta ya dejó de celebrarse y nunca más se volvió a realizar, por eso la idea de la Cofradía de Jesús Nazareno poniendo una cruz enfrente de la puerta de su ermita este año, me causó una gran alegría y los felicité por ello. Y es que es importante conservar las costumbres de los pueblos y ciudades porque es una forma de atraer gente que  venga a ver estas cosas y además las personas que se dedican a prepararlas llevan una gran satisfacción, porque se sienten recompensados con ver que las personas lo ven y les felicitan.
Otra cosa que también ha desaparecido son las bromas de la fiesta de los Inocentes. Antes los amigos y vecinos se dedicaban a intentar darle la inocentada a otros, había niños que ponían un billete de cinco pesetas atado a un cordón y se escondían y cuando la gente se iba agachando para cogerlo, tiraban del hilo y se lo pasaban la mar de bien. Era una forma de divertirse sin molestar a nadie y la gente se reía.

sábado, 2 de junio de 2018

Don Nicolás Benavides y su poesía


José Cruz Cabo
Hace años me regalaron un libro de D. Nicolás Benavides Moro, que finalizó su vida como general, además de ser un gran poeta, como lo reflejan sus libros de poesías titulados: “A través de la vida”, “Por mi tierra de León” y “Momentos”
Aunque los leí todos hace muchos años, me habían regalado “Momentos”, porque hablaba de las saetas de mi padre en uno de sus poemas. Aquel libro lo perdí en uno de los cambios de casa y pasados varios años, cuando mi relación con nuestro llorado Cronista y grandísimo amigo, Conrado Blanco González me dijo un día: Has leído “Momentos” de Don Nicolas y le dije si, pero el libro lo he perdido” y al día siguiente vino a la imprenta y me dijo “como yo tengo algunos en casa te traigo uno para que lo conserves ya que merece la pena” y me lo regalo. Lo volví a leer y hace unos días, mi hijo mayor Pepe, me comentó si tenia este libro y hoy buscando en la librería en la que hay más de mil libros de todo tipo, lo encontré y voy a reproducir esta poesía porque lo merece y el recuerdo de mi padre quede para los anales de la historia.
la poesía se titula. “Saetas en mi pueblo”
“El que las trajo”:
La saeta nació en Andalucía:
como un pájaro esplendido se alzaba,
y hasta la Gloria del Señor llegaba
porque en las alas del amor subía.
Vino también hasta la tierra mía,
dentro del corazón de un sevillano,
que en nuestro Nazareno bañezano
a su Jesús del “Gran Poder” veía.
En la canción que la piedad encierra,
con el mas puro estilo de su tierra
pone al cantar el corazón entero:
y, cantando al Dolor de los Doleores,
trajo de Andalucía los amores.
el Señor Manoliyo, el tonelero.
Luego explica debajo de la poesía, Manuel Cruz Pérez, sigue viviendo en La Bañeza, donde trabaja en su oficio, y no deja de cantar sus sentidas saetas, todos los años, en Semana Santa.
Comenzó a cantarlas el año 1925 y menos los años 38 y 39, por el fallecimiento de su esposa y madre mía, Everilda, Hasta el año 1945 inclusive. había perdido muchos dientes y se le iba la voz, y no había dinero para ponerselos. Don Nicolás Benavides, la gran avenida que tiene en su ciudad natal, no es por ser general, sino por ser poeta y biógrafo y por hacer mucho bien en aquellos años espantosos de la guerra y la postguerra a muchas personas de su y nuestra ciudad, sobre todo a muchos jóvenes de aquella época.