lunes, 7 de diciembre de 2009

Antonio Palmero, de 'Casa Palmero' de Ultramarinos


«La Bañeza Hoy», como buen periódico local, se fija en las gentes de la ciudad... en el vecino, en el kiosquero... Gente anónima, a la que un gran medio de comunicación no pres-taría atención. Pero son esas personas de las que dependemos día a día, y cuyos servicios y labor continuada han hecho más fácil nuestra vida: el que nos vende el pan, el periódico, el jóven emprendedor que ha montado una nueva empresa o ha tenido una original idea, o ese señor mayor que lleva toda su vida detrás de un mostrador atendiendo
al público. Este último es el caso en el que nos paramos hoy. Antonio Palmero, de ‘Casa Palmero’, la última tiendecita de ultramarinos que sobrevive en el centro de La Bañeza y que lleva cerca de un siglo (la tienda, Antonio sólo tiene 82 años) atendiendo a sus clientes.

Emilio García Ranz / La Bañeza. En el número 82 de la avenida Vía de la Plata hoy, casi ya en 2010, sobrevive una tienda que tiene mucha historia. Muchas décadas a sus espaldas atendiendo a sus clientes: «Casa Palmero».
Tras pasar la puerta bajo ese toldo azul de la fachada donde se exhiben las cajas de la fruta, nos recibe Antonio, un señor simpático, jubilado –su hermano Ángel Palmero de 65 años es el que ahora lleva el negocio– pero Antonio sigue allí visitando la vieja tienda de ultramarinos en la que ha pasado su vida.«Llevo más de 50 años aquí –nos dice Antonio– aunque la tienda (la única de Ultramarinos que queda ya en la ciudad quitando otra del barrio de El Polvorín) ya ha pasado por varias generaciones. «Antes la llevaba mi padre» recuerda Antonio hablando de tiempos de la Guerra Civil y épocas de cartillas de racionamiento. «Mi padre iba por los pueblos vendiendo y comprando. Traía cosas para vender en la tienda como huevos o tocino» rememora Antonio que dice íba a Valencia (la de las naranjas no la de D. Juan) en tren –nos enseña incluso alguno de los últimos billetes para comprar fruta–. «También fuí a Sevilla a comprar productos que luego vender aquí» –añade.

« Antes no había camiones como ahora y se íba en tren y luego en carro.
Recuerdo aquellas latas de escabeche y sardinas sala-das que venían en cajas» (productos que hoy ya son difíci-les de encontrar –tan difícil o más como encontrar una tienda de ultramarinos que haya sobrevivido, en una gran ciudad, al boom de los primero autoservicios (como Nieto, etc) que hicieron cerrar a muchas, y luego a la docena de supermercados que llegó a tener no va mucho La Bañeza (hoy la cifra está en torno a la decena más un hipermercado).

Desde 1.936 hasta 2009 muchas personas han pasado por la tienda de Palmero, que aún guarda aquel sabor y decoración tradicional (entrar en ella es como hacer un viaje en el tiempo). Y durante el tiempo que duró nuestra visita hubo gente que fue por el pan, las lentejas (con la lista de la compra a boli, como hace años... Cuentas en papel y a boli (como hace décadas). «Eso sí la gente ahora ya paga a mano, no se la anota como antes» nos cuenta enseñándonos viejos papeles –carteles como el de una fábrica de chocolate de La Bañeza que ya son sólo recuerdo–. «Y aún debe haber por ahí cuentas de personas que íban a pagar a fin de mes y no lo hicieron» termina sonriente.

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