jueves, 21 de enero de 2016

Un libro para leer y pensar


José Cruz Cabo
Pedro J. Abajo Cordero, director de ibañeza.es, el periódico digital local, donde se tienen las noticias al minuto, y corresponsal de La Nueva Crónica en nuestra ciudad, ha dado a la luz un libro con 121 artículos que le insertaron en dicho diario leonés, crónicas diarias a parte, en los que va resumiendo muchos de los recuerdos que le inspiran el quehacer diario y que él va escribiendo una vez por semana.
Está prorrogado por el director del diario, David Rubio y este libro es muy interesante para las personas que les guste leer y pensar, porque los argumentos del mismo no tienen desperdicio ni social ni personal, ya que en ellos se van expresando ideas muy interesantes para una mejor relación social y hasta política, pues nada de lo que habitualmente expresamos en conversaciones unos con otros, queda sin exponer con razonamientos muy interesantes, y sobre todo muy bien expuestos, en estas vivencias personales, que los analizan con predicción y sentido común.-
La verdad es que cuando me lo regalaron, no pensaba leerlo, pero lo abrí, comencé a leer el prólogo de David Rubio, y seguí leyendo los artículos, y cuanto más leía, más me gustaba lo que pensaba Pedro, pues muchas de sus ideas tenían que ver con mi manera de pensar y de sentir, ya que hay una cantidad de sentido común en ellas, que son dignas no solo de leer, sino de ponerlas en práctica.
Para que el libro sea más apasionante, vienen pequeñas fotografías y pensamientos puestos a mano por él, para clarificar algunos de los conceptos que trata de explicar en sus artículos, profundizando en temas que hace o piensa la gente, y resueltos con una gran precisión literaria y un sentido común impresionante. Gracias Pedro por este libro que no solo demuestra lo que sabes, sino que puede servir de cabecera para no caer en muchas de las cosas que tu cuentas.

lunes, 18 de enero de 2016

87.-Desencuentro municipal en 1934: El lío de lana y el duro falso, el alcalde y su amigo el cacique.-


Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañe-zanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González. (+ info en www.jiminiegos36.com)
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Desde que en septiembre de 1932 se rompiera en la corporación bañezana la conjunción re-publicano-socialista triunfante en las repetidas elecciones del 31 de mayo de 1931 con ocasión de la asunción a la alcaldía de Juan Espeso González, ácidamente contestada desde el socialismo, las ten-siones y los desencuentros entre los ediles de una y otra adscripción habían ido salpicando la vida municipal en diversas y frecuentes ocasiones y con los motivos más variados, tal como en las discu-siones de los asuntos tratados recogen las actas de los plenos, y como se seguirían produciendo cuando poco después (el 21 de febrero de 1934) se trate, a instancia del concejal Liberto Díez Par-do, de que se ordene la limpieza de la plazuela de la Panera de la Villa y se retiren los carros que en ella se acumulan (sobre los que se dejan desenganchados en la vía pública existía ya un arbitrio), a lo que replicará el regidor Narciso Asensio Asensio que “la plaza la ensucian además las criadas del señor Díez Pardo, que tiran las aguas sucias a la calle”, lo que desmiente el aludido manifestando que no es así y que “para tales aguas dispone de aguador”, añadiendo que “también está sucia la calle en las inmediaciones de la casa del señor Narciso Asensio”, ofreciéndose el alcalde en este punto para atender las reclamaciones de ambos concejales.
Antes, en la sesión del 31 de enero del mismo año, el encontronazo se había producido pre-cisamente entre el alcalde, Juan Espeso González, y el también concejal socialista Porfirio González Manjarín, al preguntar este por algo hace poco sucedido cuando para pagar los derechos del asen-tamiento de un lío o atado de lana quien lo portaba dio en el fielato un duro falso.
Responde el primer regidor que hace unos sábados un vecino de Audanzas del Valle traía a vender al mercado una partida de lana, y al cobrarle en la casilla de arbitrios de la carretera Madrid-Coruña el importe de su puesto de venta entregó al empleado municipal una moneda de duro, que otro empleado devolvió al particular manifestándole que era falso. Como el dueño de la lana no quiso recogerlo, diciendo que se lo habían cambiado los empleados de la recogida del arbitrio, fue requerido a la casilla como alcalde y a ella acudió, y como conocía al particular y lo consideraba persona fiel y de confianza, y tampoco desconfiaba de los empleados, no teniendo a quien culpar del hecho, resolvió que aquel duro lo perdiera el ayuntamiento como quebrantamiento de moneda.
A su explicación opone el edil González Manjarín que el tal particular era el secretario y ca-cique del pueblo del alcalde (según se puede atestiguar), y amigo íntimo de este, además de persona a sus órdenes.
Reconoce el alcalde que es su amigo, y administrador de una persona de su familia (por lo que responde de su honorabilidad), pero niega que se trate de un cacique.
Replica el concejal que la actuación del alcalde fue para favorecer a un amigo, desautorizan-do a los empleados municipales y perjudicando al ayuntamiento, “pues acostumbra a favorecer so-lamente a los suyos, no cumpliendo con su deber desde que se encargó de la alcaldía”.
A ello le responde el alcalde que se reporte en sus palabras y se abstenga de continuar ofen-diéndole, y requiere al secretario para que tome nota en el acta de su desobediencia, a lo que contes-ta el concejal que lo haga así, y que “lo mismo le da estar aquí que en una celda”.
Tercia en la polémica otro concejal socialista, Ángel González González, que señala que sus informes de lo sucedido son otros, y que el alcalde culpó de la aparición del duro falso a los em-pleados de arbitrios, en vez de defenderlos.
Dice el regidor que obró como lo hizo porque no podía dudar de la honorabilidad de nin-guno de los implicados, y que no hubo testigos de los hechos.
Reclama González Manjarín que se tome declaración al empleado de la casilla y a una mujer que desde cerca presenció lo sucedido, a lo que, negándose, responde el alcalde que “no será con su autorización”, ante lo que afirma el concejal que “parece que el alcalde tiene miedo”.
“Ni lo tiene ni hay motivo para tenerlo”, replica entonces el alcalde, y contesta el concejal González Manjarín, e insiste en ello, que al día siguiente “entrará en la alcaldía por encima de to-do”, a lo que contesta el regidor una y otra vez que lo hará “solo si él se lo permite”.
Afean a González Manjarín su proceder los ediles Liberto Díez Pardo y David González Moratinos, que manifiestan que el alcalde hizo lo que debía, y añade el primero de ellos que si el perjuicio de todo lo que se discute es un duro, él lo pagará. En su apreciación no coinciden los con-cejales socialistas, que les responden que “al alcalde no se le debió admitir como tal cuando se le nombró”.
Finalizando la sesión, aclara el edil González Manjarín que ante la respuesta del alcalde, en la anterior discusión, de impedirle entrar en la alcaldía, tiene como concejal tanto derecho a entrar como el alcalde, y se retan entonces uno a otro y se contestan que “no se tienen miedo”, y aclara el alcalde, para que conste en el acta, que en la disputa (que no acaba de cerrarse) ordenó callarse al concejal, a lo que este no hizo caso.
De aquella controversia, que debió de contribuir a agriar aún más las tensas relaciones en-tre los corporativos de unas y otras ideologías, se dio conocimiento al juzgado de Instrucción, en el que el alcalde se querelló contra el concejal por injurias (procesado al final por desobediencia y desacato), por lo que se remitía al órgano judicial certificación de aquella sesión el 15 de febrero, y el 23 de marzo certificado de conducta (buena, se añade inusualmente en una anotación de aquella clase) de Porfirio González Manjarín, de 34 años, casado y albañil, que por ninguno de los concep-tos establecidos pagaba contribución. Por cierto, los ecos de aquel desencuentro llegarían hasta pa-sado el mes de julio de 1936 y aún después, acarreando para Porfirio y su familia, una vez que los sublevados triunfan, represiones diversas y abundantes desgracias, de manera que muchos años más tarde, recordando el incidente y sus secuelas, afirmaría alguno
de sus hijos que “a buen precio les había salido a ellos aquel duro falso…”
Casetas de uno de los fielatos de León. Años 20

86.- La detención de don José Marcos de Segovia en julio de 1933.-

RETAZOS DE NUESTRO PASADO.-
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Ba-ñezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González. (+ info en www.jiminiegos36.com)
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El recorrido de la Segunda República española había estado hasta mayo de 1933 (y seguiría estando) salpicado de complots de todo signo (y de rumores o sospechas de ellos) de mayor o me-nor envergadura y de los que con frecuencia aparecían noticias en la prensa, algunos de los cuales, como el que encabezado por Sanjurjo había estallado en agosto de 1932, ya habían tenido algún eco en La Bañeza y su comarca. También otros posteriores lo volverían a tener.
El general Goded y algunos otros militares habían sido detenidos el día 8 de mayo por estar implicados en una nueva supuesta conjura monárquica, y entre el 19 y el 22 de julio unos 3.000 presuntos fascistas, entre ellos Ramiro Ledesma Ramos y una heterogénea colección de jonsistas, anarquistas, monárquicos, albiñanistas, oficiales retirados y antiguos upetistas de la dictadura, lo eran como integrantes de otro pretendido complot contra la República en el que también participa-rían al menos una docena pertenecientes a la organización que por entonces trataba de fundar José Antonio Primo de Rivera con el nombre de Movimiento Español Sindicalista (MES), embrión de la futura Falange Española, y en cuya propaganda figuraba como subtítulo Fascismo Español (FE) nombre en principio destinado para la nueva formación.
En aquella fecha la nota que el gobierno civil de León facilitaba a la prensa señalaba: “Cum-pliendo órdenes superiores se ha procedido a clausurar varios centros sindicales, practicándose de-tenciones, entre las que figuran la del secretario del Ayuntamiento de La Bañeza, don José Marcos, en cuyo domicilio le fueron hallados 40 cartuchos rémington con literatura y el periódico El Fascio. En cumplimiento de aquellas órdenes, todos los detenidos quedan a disposición de la Dirección General de Seguridad (DGS)”. El ABC informaba el 27 de julio: “Detenciones en León. En La Ba-ñeza fue detenido el secretario del Ayuntamiento, don José Marcos. En el Centro Tradicionalista (leonés) se practicaron registros, sin resultado. El día 28 una nueva nota del gobernador dirá: “Ha-biendo remitido los antecedentes de las detenciones practicadas a la DGS y existiendo tranquilidad absoluta en toda la provincia, han sido puestos en libertad todos los detenidos, sin perjuicio de la responsabilidad que corresponde determinar a la jurisdicción especial creada para este caso”.
Extraordinarias precauciones de vigilancia, registros y detenciones, se adoptaban en diversos lugares (Barcelona, Málaga, Jaén, Zaragoza,…), parece ser que ante el temor de un movimiento fascista, aunque también se detuvieran a algunos comunistas y anarquistas. Se reabren en Barcelona el 7 de agosto los centros tradicionalistas y diversos sindicatos clausurados desde el último supuesto complot, dirá El Diario de León, que informaba el 27 de julio de las numerosas detenciones de im-plicados en un complot fascista realizadas en Valencia y en Granada, donde entre los arrestados hay varios sacerdotes. En Jerez se detuvo a varios sindicalistas y derechistas, además de al director del Diario de Jerez. En Málaga también hay muchos izquierdistas detenidos y han sido clausurados los locales de la CNT y la FAI, y noticiaba el vespertino leonés el 31 que habían sido puestos en liber-tad la mayoría de los apresados hace unos días por un presunto complot fascista. A la media docena de elementos de aquella ideología que hay en Astorga “la policía no quiso hacerles el honor de de-tenerlos”, dicen desde el maragato semanario socialista El Combate, añadiendo que se hicieron va-rios registros (también en el domicilio de un clérigo, significado nacionalista), sin resultado alguno, dándolo mayor en la vecina ciudad de La Bañeza el de la vivienda del secretario de aquel Ayunta-miento, “un dignísimo funcionario de la República que tenía la desfachatez de figurar en todas las asociaciones piadosas creadas con el exclusivo fin de boicotear el régimen”.
El día 25 de junio había sido levemente herido al salir de un mitin tradicionalista en Zarago-za (de donde era natural y pasaba una temporada) Manuel Mollat (de 25 años), profesor del bañe-zano Colegio de Padres de Familia, auspiciado y mantenido por la asociación de igual nombre que en La Bañeza preside precisamente José Marcos de Segovia, y sería la apetencia y la línea carlista (asentada en Astorga y que ya transcurriría por las tramas bañezanas del complot de Sanjurjo y por las actividades eclesiales y los semanarios en los que implicados en aquél y en éste comparten tinta y pluma) más que la fascista (creemos) la que aquí pudiera haber urdido los hilos de aquel oscuro complot, incongruente tanto como los cargos que se les hacen a los detenidos, como resaltará al poco en una de sus secciones de El Adelanto don Ángel Riesco Carbajo (firmando K-Vernícola).
Desconocemos en qué lugar de detención se tuvo recluido a José Marcos de Segovia. En el transcurso de la suya, el 26 de julio, posiblemente en relación con la misma conjura, la Guardia Ci-vil de Valderas y agentes de policía clausuraban en aquella villa el local de la derechista Juventud de Acción Cultural y detenían a los sacerdotes Nemesio García Pérez y Marcelino Macho García (presidente de la JAC), conducidos a la cárcel de Valencia de Don Juan y puestos como aquél a disposición de la DGS. El primero de los clérigos, capellán castrense retirado e impulsor en Valde-ras de la Falange cuando ésta se cree, sería víctima de un atentado el 31 de diciembre de aquel año 1933, tiroteado por tres izquierdistas que le hicieron 24 disparos, de los que le alcanzaron cuatro que le produjeron graves heridas (se libró de morir, se dijo, porque vestía alguna suerte de prenda protectora), una agresión en venganza por otra derechista anterior, en septiembre, en la que era he-rido un socialista y muerto el alcalde Gregorio Ruiz pocos días antes de su boda.
En el pleno del consistorio bañezano del 2 de agosto, cuando retoma en él su labor de secre-tario, José Marcos de Segovia da las “gracias a la Corporación por las gestiones realizadas en su obsequio con motivo de la detención gubernativa de que fue objeto entre los días 24 al 28 del mes de julio para que a la mayor brevedad cesase aquélla”. Manifiesta el alcalde Juan Espeso González su congratulación, a la que se suman los concejales Toribio González Prieto y Liberto Díez Pardo, porque aquel arresto concluyera prontamente, y manifiesta el edil Porfirio González Manjarín que “los de la minoría socialista no hicieron gestión alguna porque desconocían las causas de la deten-ción”.
Noventa de los principales elementos sospechosos permanecieron arrestados durante una o dos semanas, hasta que al fin la policía quedó convencida de que no existía el menor peligro de complot fascista. Todavía el 21 de agosto se ponía en libertad a Gonzalo Latorre, un redactor del diario monárquico La Nación (anterior órgano de la dictadura del general Primo de Rivera que comparte ahora las simpatías por la monarquía y la devoción al fallecido dictador con la atención al fascismo español que asoma de la mano de su hijo) detenido desde el 23 de julio en la cárcel Mode-lo madrileña por aquella supuesta conjura, y el día siguiente eran recogidos y retirados por la policía en la estación férrea de León los ejemplares de la publicación destinados a la ciudad.
En cuanto al periódico El Fascio (Haz Hispano se subtitula) que le hallan a José Marcos de Segovia, del mismo se había publicado un solo número el 16 de marzo de aquel año; suspendido y retirado el mismo día, sólo pudo venderse en un corto número de poblaciones, y los ejemplares que sobrevivieron a la prohibición, junto con hojas y pasquines en los que ya colaboraban José Antonio Primo de Rivera y Julio Ruiz de Alda, que llevaban un membrete o recuadro con las iniciales FE (Fascismo Español, coincidentes con las posteriores de Falange Española y con el nombre del se-manario que esta publicaría al poco), y otras que las JONS y otros grupos que se denominaban fas-cistas extendían profusamente por Madrid y provincias, circularon entre militares retirados, terrate-nientes provinciales, y elementos upetistas fieles a la memoria del general y marqués de Estella y de antiguo ligados a su dictadura (como era el caso del secretario del Ayuntamiento de La Bañeza, director aquí antaño de su publicación más oficial que oficiosa La Opinión y entusiasta afiliado después –al menos a mediados de 1937- a la Falange fundada por su primogénito).
No terminaron entonces las maquinaciones antirrepublicanas, y así, en la tarde del 3 de no-viembre de 1933, “ya en periodo electoral”, se realizará un registro policial, con nulos resultados,
en tres casas de La Bañeza, “en los domicilios de personas por muchos conceptos dignas del mayor respeto y que gozan de la estimación pública”, Laureano Alonso Diez-Canseco, abogado y desde abril tesorero de la bañezana Juventud de Acción Popular, Salvado
r González Alonso, industrial, titular de la fábrica de pastas para sopa La Flor Bañezana, almacenista y representante de la patronal en el Jurado Mixto de Alimentación de León, y el también industrial José Cabello Fernández. El día 1 se había hecho otro muy minucioso en el santuario de la Virgen de Castrotierra, en el que, según el acta firmada por el párroco, dos policías, dos guardias civiles y dos testigos, “se inspeccionaron todos los locales y muebles y muy particularmente las bóvedas y techados”, también “sin resultado alguno para el fin que se perseguía”.
En cuanto a don José Marcos de Segovia, por muchos años considerado en La Bañeza “pere-jil de todas las salsas”, fueron, además de las citadas, algunas de ellas las siguientes: maurista, y después liberal de los de Pérez Crespo. Secretario del Ayuntamiento desde 1927. Concejal y tenien-te de alcalde en 1924. Diputado provincial, en 1925, en la dictadura primorriverista. Director de La Opinión en su primera época, desde 1924 a 1928, cuando el semanario bañezano era portavoz de la Unión Patriótica Nacional del dictador, de la que fue presidente local. Presidente del Patronato de Buenas Lecturas. Presidente de la Mutualidad Provincial de Secretarios en 1931, y colaborador des-pués en la depuración franquista de los del Partido bañezano. Destacado partícipe en El Adelanto desde su fundación. Miembro a finales de 1932 de la Junta parroquial para el sostenimiento del Cul-to y Clero. Presidente de la Asociación Católica de Padres de Familia y director de su Colegio del mismo nombre en 1933. Leonesista en marzo de 1931 y falangista tradicionalista y de las JONS en julio de 1937. Censor y Jefe de Prensa del Partido Judicial en febrero de 1939, cometidos que ya había desempeñado anteriormente.


Ilustración de El Fascio. 16 de marzo de 1933.

85.- La quiebra de la Conjunción Republicano-Socialista.- (Alcaldes republicanos IV)

RETAZOS DE NUESTRO PASADO.-
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañe-zanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González. (+ info en www.jiminiegos36.com)
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El 21 de septiembre de 1932 el alcalde, Toribio González Prieto (que lo era, por renuncia por edad de Felix Cardillo Puerta, desde el 30 del mismo mes del año
anterior), solicita licencia para octubre, y que lo sustituya en el cargo el primer teniente Ángel González (una situación que se daría con frecuencia también después de aquella fecha), quien “lo acepta si es con la cooperación de toda la corporación”, El concejal Narciso Asensio Asensio propone someter la cuestión al parecer de la Agrupación Socialista, y queda el asunto pendiente para la próxima sesión del día 28, y en ella
los concejales de la minoría socialista, y en representación de la Agrupación Socialista y la Federa-ción Local de Sociedades Obreras, presentan un voto de censura contra el alcalde Toribio González Prieto, por su perniciosa actuación en los hechos que se detallan: 1.- Por la denuncia presentada por Narciso Asensio por coacción contra Tomás del Riego. 2.- Por la denuncia presentada por la Federa-ción contra el industrial Cecilio de la Fuente Benito. 3.- Por varios oficios y comisiones de la Fede-ración para que solucionara en lo posible el paro obrero. 4.- Por creer que mientras siga en la alcaldía las aguas no llegarán a la ciudad, por considerarlo incompatible en este asunto. 5.- Por el abandono en que se encuentran los artículos de primera necesidad, no existiendo repesas de pan y carne ni aná-lisis de leche. 6.- Por su defectuosa actuación en cuanto a los solares cedidos por el ayuntamiento. 7.- Por no haber procurado llevar la luz a los pueblos de San Mamés, Sacaojos y San Pelayo. 8.- Por no apoyar la buena voluntad de los proponentes para la creación de casas baratas. 9.- Por haber votado contra la creación de las cuatro escuelas, con favoritismo para los centros particulares y confesiona-les. 10.- Por no hacer los expedientes con los trámites reglamentarios. 12.- Por haber hecho del asun-to de los consumos un interés personal y no una mejora, como se acordó, para la clase trabajadora. La Bañeza, 28 de septiembre de 1932. Porfirio González Manjarín. Narciso Asensio Asensio. Ángel González González. Isaac Nistal Blanco.

El alcalde (que perteneció a aquella minoría que ahora lo reprueba, dice La Opinión, que añade que la reprobación debiera hacerse a toda la corporación, culpable del dulce no hacer nada en que se halla) manifiesta que reconoce justificadísima la censura de que es objeto, y los defectos que tiene con perjuicio para el cargo que ostenta; admite además que su naturaleza expansiva y su carác-ter le impiden actuar con energía y dureza para castigar a los infractores, y que es el primero en desear para bien de la corporación y la ciudad la sustitución del cargo por quien pueda desempeñar-lo mejor que él, y promete convocar sesión municipal en 48 horas para presentar su dimisión, que es lo que noblemente procede en este caso, rogando que llegado este momento se le admita, puesto que así lo piden los concejales que presentan la censura y el pueblo presente, que asiente a ello.
En el pleno extraordinario del 30 de septiembre ratifica el alcalde su renuncia al cargo (pues-to honorífico, señala), para el que se dice incompetente, y se reafirma en devolverlo, pidiendo per-dón si no supo hacerlo bien: “quiso ser buen alcalde, y cree que no lo fue malo para nadie; él quería y quiere que la República sea de paz, fraternidad y alegría para todos, y ayudará a su sustituto, cual-quiera que sea”. Por unanimidad se le admite la renuncia, y entrega las insignias del cargo al primer teniente de alcalde, Ángel González, que pasa a ocupar la presidencia (y el puesto en funciones) y que agradece las palabras del saliente, “que demuestran que no ha habido manejo de nadie, sino sentimiento de él, y que los socialistas lo han resuelto con su solo parecer”.
El día 5 de octubre, con arreglo a la Ley Municipal y a la Real Orden del mismo mes de 1891, en una sesión a la que asiste incluso el concejal Manuel Martín Martín (sistemática e injusti-ficadamente ausente en la mayoría de las del mandato), se vota y obtiene 7 votos Juan Espeso González (abogado), y 5 Narciso Asensio, por lo que se proclama al primero por mayoría absoluta alcalde en propiedad, continuando la sesión, una vez que recibe las insignias y pasa a ocupar la pre-sidencia, desde la que saluda a los concejales y se ofrece a todos, y también al numeroso público que llena la sala, hasta un punto en el que parte de aquél “comienza a interrumpir el acto con voces y vivas a la República y mueras a la monarquía y a los farsantes, a los traidores y a los concejales vendidos; el incidente arrecia en forma violenta; por unos se protesta la elección del alcalde y por otros se aplaude. La presidencia logra dominar en parte la situación con frases de cordura (y orde-nando la presencia de la Guardia Civil, que es silbada por los revoltosos cuando se persona). El concejal Ángel González se dirige al público para decirle que allí se respeta a todos, y que en el Centro (Obrero, socialista) se resolverá; el edil Narciso Asensio indica a los asistentes (los arengó, dirá después el semanario Avance) que ellos lo ventilarán en el Centro, y que desde ese momento se ha roto la Conjunción Republicano-Socialista por culpa de los primeros, y que se ha infiltrado por ellos la monarquía. Vuelve a reproducirse la protesta y contraprotesta, invade el público el estrado, y se levanta la sesión”. El juzgado de instrucción del partido incoará sumario por aquellos hechos, que calificará de desorden público (en el que participó José García González desatando el tumulto al grito de “no consintáis que ocupe la silla presidencial un concejal monárquico”, que fue de nuevo detenido, procesado, y condenado a 4 meses de arresto mayor), ofreciendo a la corporación ser parte en el mismo, a lo que unánimemente se opusieron los concejales en la sesión que accidentalmente presidía Ángel González el día 31.
Un calendario de aquel año
De vergonzosa se calificaría en el número del izquierdista Avance del día 8 aquella elección “en la que tres concejales republicanos, desleales al régimen (republicano-socialistas, para mayor sarcasmo), dieron su voto a un mandatario de las extremas derechas y monárquico, elegido concejal con el apoyo del caciquismo, que no ha asistido a la mayoría de las sesiones, y que se hizo cargo de la vara municipal con el apoyo de la Benemérita, presente en el pleno” (el hermano de aquel alcal-de, Félix Espeso González, será hasta el 4 de agosto, en que es sustituido, el primero impuesto por los sublevados cuando sus tropas tomen La Bañeza el 21 de julio de 1936). Al noticiar lo sucedido, titulará El Diario de León: “De La Bañeza. Los socialistas, derrotados, promueven un gran escánda-lo. Un derechista alcalde”.
Aquellos acontecimientos debieron de generar descontentos y tensiones que aún perdurarían unos días, pues el 10 de octubre desde el ayuntamiento se participaba al comandante del puesto de la Guardia Civil de La Bañeza que se persone en la alcaldía a la mayor brevedad, para agradecer más tarde a su Jefe de línea que tenga prevenida la fuerza en el cuartel en espera de las órdenes que el alcalde precise transmitirle. Lo que las actas revelan de las sesiones que siguieron es mayor con-flictividad y desacuerdos entre los grupos municipales, menos cordialidad y más reproches cruzados entre ellos, y el aumento de la necesidad de votación para decidir en las discusiones sobre los asun-tos que se tratan.
Una tal quiebra no se dio solamente en La Bañeza: en las elecciones de 1931 se impusieron ampliamente las candidaturas de la conjunción republicano-socialista, pero esta coalición no era en absoluto estable (en León pronto se había desgajado); los partidos y las clases que accedieron al poder tenían la mayoría, pero no la hegemonía ni la cohesión ideológica. El viejo bloque había per-dido con la República el ejercicio del control político, pero seguía siendo el conglomerado econó-mico dominante, con una concepción aún de Antiguo Régimen. El único partido sólido y estructu-rado de la izquierda era el Partido Socialista. Entre los republicanos había varias formaciones, algu-nas de reciente creación, sin uniformidad ideológica, con elementos de tipo conservador y burgués y a las que acudieron numerosos individuos que anteriormente habían apoyado a la monarquía, y que más o menos a las claras defendían intereses económicos y de clase amenazados en numerosos lu-gares y ocasiones por las reformas que los socialistas planteaban, de manera que fueron corrientes las maniobras para arrebatarles el poder a toda costa (como se haría en Ponferrada), originando que en lugares como Astorga se diera a lo largo de 1933 varias veces por consumada la ruptura.

84.- Los comienzos de la Azucarera bañezana.- (I)

RETAZOS DE NUESTRO PASADO.-
Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañe-zanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González. (+ info en www.jiminiegos36.com)
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La proliferación de azucareras a finales del siglo XIX y principios del XX se produjo tras la pérdida de Cuba y la prohibición de exportar azúcar a España desde la isla caribeña impuesta por los Estados Unidos, y así en el periodo comprendido entre 1882 y 1960 se construyeron un total de 91 plantas azucareras (entre ellas la de Veguellina de Órbigo, en 1898), de las que apenas quedan hoy docena, una de las cuales es todavía la situada en La Bañeza.
La Sociedad General Azucarera de España nace en julio de 1903 por la necesidad de regular la que ya entonces se entendía excesiva cantidad de fábricas existentes en el país. En 1911, por la fusión de Azucarera del Jalón (constituida en 1904) y la primitiva Compañía de Industrias Agrícolas (creada en 1910) surge la nueva Compañía de Industrias Agrícolas. Aquella primera Sociedad Ge-neral y esta conforman en 1931 la entidad Azucarera de La Bañeza, S.A., aunque apenas cuatro años más tarde la sociedad bañezana pasa a ser propiedad de la última compañía y se convierte en su filial.
La fábrica de azúcar de La Bañeza inició su construcción a finales de 1930, curiosamente en el prolegómeno de la primera gran crisis del cultivo de la remolacha azucarera y de la industria del azúcar por causa de haberse construido hasta entonces más factorías de las necesarias para el abas-tecimiento del consumo y de la exportación, realizada por la compañía de construcción e infraes-tructuras Cubiertas y Tejados (fundada en 1916) en el tiempo record de diez meses. Su primera campaña de molienda fue la de 1931-1932. La prensa local glosaba las grandes ventajas que su ins-talación reportaría a la comarca, conseguida merced a las facilidades que tanto el ayuntamiento co-mo los particulares dueños de los solares destinados a ella brindaron para su asentamiento, que constituyó el motor económico e industrial de crecimiento y de progreso de la ciudad y su área de influencia, y el estímulo y el dinamismo a cuyo ritmo se avecindaron catalanes, aragoneses y anda-luces (principalmente) con sus nuevos modos de trabajo y sus ideas de progreso, y a cuya sombra surgían, ya cuando se construía, nuevos barrios o se levantaban nuevas casas en zonas como la Cuesta de Santa Marina, conocida coma la Barriada de El Polvorín. Con la Azucarera comenzó una nueva etapa de desarrollo. Al calor de su actividad surgieron talleres mecánicos y eléctricos, trans-portes, fondas y otras ocupaciones y labores que hicieron que en unos años el número de habitantes de la ciudad se duplicara.
Llegar a aquella realidad comportó recorrer un camino largo y no siempre sencillo: la Cáma-ra Oficial de Industria y Comercio de León cooperó (su delegación de La Bañeza estaba aún sin constituir “por falta de unanimidad y solidaridad profesional” en mayo de 1933) a favorecer los trabajos preparatorios de su instalación, y sin duda lo hicieron también las actuaciones de la Unión Regional de Remolacheros y de la Federación Católica Agraria de León, y llamadas como la que desde el acto de divulgación social agraria en el Teatro Seoanez de La Bañeza el 22 de diciembre de 1929 hacía la Junta Local Remolachera y Narciso Asensio Asensio, labrador bañezano y vocal de aquella Unión (socialista, al menos unos años después), “a los cultivadores de remolacha y a todos los agricultores en general a conseguir el mayor fruto en un asunto que tanto les interesa”, cuando la ciudad había crecido y faltaba ya donde y en que ganarse el pan de cada día, pasando el obrero y el jornalero del campo semanas y meses enteros sin trabajo y sujetos cuando trabajaban a los salarios de hambre que pagaban los caciques y quienes con ellos detentaban el monopolio de sus medios de supervivencia, ayunando el trabajador y el campesino sin tierra propia ni arrendada mucho más de
lo que su condición de cristiano le exigía; y ayunaban con él sus hijos, su mujer, y sus ancianos pa-dres (diría Ernesto Méndez Luengo años más tarde).
A final de enero de 1930 se creaba la Comisión arbitral azucarera de la sexta Región, co-rrespondiente a León y con residencia en Astorga, para dirimir contiendas y coordinar intereses entre los productores de remolacha y las empresas azucareras, y de ella, entre otros, forman parte los abogados Juan Espeso González, vicepresidente, y Julio Fernández y Fernández Núñez, secreta-rio, ambos de La Bañeza, y el clérigo astorgano Pedro Martínez Juárez, como cultivador. El último, natural de Villoria de Órbigo, sería diputado por la CEDA en las elecciones de noviembre de 1933 y de febrero de 1936, y gran favorecedor de los agricultores de la zona y de sus economías con sus intervenciones parlamentarias para sacar adelante en 1935 la Ley remolachera, que incorporaba en el establecimiento del precio del tubérculo el factor de su riqueza en azúcar. En septiembre de aquel año existe ya un Jurado Mixto Azucarero asentado en Astorga, a cuyo presidente se remite el día 11 un oficio diligenciado por el director de la Azucarera bañezana.
De aquel recorrido nos ilustran tanto las actas de las sesiones que la corporación bañezana entonces realizaba, como las noticias locales que reseñaba el semanario La Opinión en aquel tiem-po:
El 10 de noviembre de 1930 acuerda el consistorio en pleno “enajenar cuatro fincas rústicas (las llevaba en arriendo Nazario de la Fuente Monje) a favor de la Compañía de Industrias Agríco-las, enclavadas entre las que tal sociedad adquiere para construir una fábrica azucarera, cuyos bene-ficios en pro de la ciudad y la comarca son incalculables, así como prestarle desde la alcaldía todas las facilidades posibles para que sin dificultad ni dilación alguna se implante en este término tan beneficiosa mejora”. Parecidas facilidades brindaron los vecinos, y en especial Catalina Fernández-Llamazares (debía de poseer aquí más terrenos, pues ya en febrero de 1929 se le había expropiado alguno para la construcción de la carretera de Alija), de Madrid, descendiente de la emprendedora mujer leonesa igualmente nombrada, pionera en negocios de banca y otros, y Pablo Herrero, comer-ciante de Astorga, proveedor que había sido de la madera utilizada en las obras del palacio episco-pal y tesorero en 1928 de la Federación Católica Agraria astorgana, y a unos y a otros manifiesta su agradecimiento la corporación.
En la sesión del 27 del mismo mes se alude a lo provechoso de la instalación de la factoría en cuanto solución a la crisis de trabajo; a las entregas de los cultivadores de remolacha de sus co-sechas exentas de turno y con ahorro de transporte, y al aumento de la hacienda municipal por los tributos de consumos, y se concretan las ventajas ofrecidas en la extracción de piedra y arena de las canteras y terrenos comunales sin exacción alguna y sin arbitrios de ningún tipo por edificación o establecimiento industrial. Se ceden además para los usos de la fábrica las aguas que desde tiempo inmemorial se toman del Duerna por el reguero de la Parra, en Sacaojos, y por los cauces concejiles desde el 9 de septiembre al 30 de abril, en que no son utilizadas para riegos. Las cinco fincas enaje-nadas se venden a la compañía al precio de 600 pesetas la hemina de regadío, y al de 100 la parte del terreno comunal de la Vega de Arriba sito entre la carretera Madrid-Coruña y la Zaya de los Molinos, respetando lo concedido anteriormente al Patronato de Turismo para la construcción del Albergue. Tales concesiones y ventas no comprometen el crédito municipal, cuyo estado es flore-ciente, se dice, máxime si la prosperidad de la ciudad y del ayuntamiento ha de ser favorecida con la instalación de esta industria, “lo que justifica sobradamente el bajo precio señalado”.
Así que, según sigue contando Ernesto Méndez Luengo, cierto día llegaron unos ingenieros que portaban planos y aparatos de topografía; dijeron que iban a montar una fábrica azucarera y que esto supondría trabajo y pan para todos. Cercaron el trozo de vega más rico y comenzaron su cons-trucción con mano de obra casi regalada. Cuando terminaron las obras, todos los obreros quedaron en la calle, con excepción de un puñado de albañiles y mecánicos incorporados eventualmente a la plantilla de la empresa. Para cubrir el resto de la nómina y los puestos mejor remunerados, el trust azucarero envió personal propio de otras regiones, principalmente de Aragón y Andalucía.
El 19 de febrero de 1931 “se concede a la Sociedad Anónima Azucarera de La Bañeza (de la que son accionistas los catalanes señores Suñol y Carner, y gerente el señor Bordás) “el derecho a pasar las aguas residuales de la fabricación por el plantel del Duerna, en una faja de dos metros de anchura y de la longitud precisa para el desagüe”. La transformación de la remolacha en azúcar se habrá de conseguir mediante la corriente suministrada por Hidroeléctrica del Eria procedente de su salto de Morla de la Valdería. El 17 de agosto de 1936 los sublevados de la Junta de Defensa Na-cional de España incautarán provisionalmente la factoría bañezana y las demás de la sociedad In-dustrias Agrícolas de la zona rebelde (las azucareras de Santa Eulalia del Campo, en Teruel; Épila, en Zaragoza, y Alfaro, en Logroño), por entenderla opuesta al interés general de la nación, sin que ello afectara al funcionamiento de la empresa y a su ritmo productivo, precipitada medida que se rectificará el 7 de noviembre quedando tan solo referida a lo que en la compañía corresponde a tres concretos socios, entre los que se hallan José Suñol Casanovas y Jaime Carner Romeo, y por lo que hacía a La Bañeza, en torno al día 25 de aquel mes el delegado militar en la Azucarera visitaba en la Casa Consistorial a Inocencio Santos Vidales, entonces alcalde bañezano.
Guardias de Asalto con una pancarta reivindicativa arrebatada a obreros madrileños en 1932.
Volviendo a 1931, un mes antes de aquella concesión municipal, el 18 de enero, Vicente Fernández Alonso trata en La Opinión sobre el inesperado cuento de hadas que el asentamiento de La Azucarera viene a suponer para La Bañeza, saluda y agradece a quienes se hallan ya aquí, “cata-lanizándonos en el campo y en la ciudad, en las costumbres y en los métodos de trabajo”, y apremia la solución de los tres urgentísimos problemas del agua, las escuelas y las comunicaciones, volvien-do a pedir ahora más que nunca el ferrocarril León-Braganza, y que a ningún pueblo del partido le falte carretera. Precisamente en los cruces de éstas y en los de caminos se preveía entonces instalar básculas, situándose algunas para autocamiones en Alija de los Melones, Quintana del Marco, Des-triana y Posada de la Valduerna, para dar las mayores facilidades a los cosecheros de remolacha y para el avance de nuestra agricultura, según se afirmaba en El Diario de León.
Y el progreso de la ciudad y la comarca: “ni un solo obrero sin trabajo durante el largo in-vierno. Jornales más elevados que mejoraban la situación de la clase trabajadora. Cientos de obreros de otros lugares que aquí ganaban su jornal y que aquí dejaban, si no todo, parte de él, y como con-secuencia hoteles, fondas, casas de huéspedes, posadas y hasta casas particulares aumentando sus ingresos al dar alojamiento y comida a cientos de personas, cafés llenos y comercio animado en todos los aspectos…”, este era el panorama bañezano que mostraba La Opinión el 20 de septiembre de 1931.
Otra es la visión de Ernesto Méndez Luengo: don Julio, el director de la fábrica, no recono-cía trabas a su ilimitada y despótica autoridad; su voluntad prevalecía siempre, por encima de toda consideración, y hasta por encima de la Ley a veces. En octubre autorizaba cada año la admisión temporal de treinta o cuarenta obreros para realizar la campaña de recepción y tratamiento de la remolacha, que duraba tres o cuatro meses como mucho; al cabo de este tiempo volvían los obreros a enfrentarse con la triste y descorazonadora perspectiva de otros ocho meses de hambre segura para ellos y para sus familias. Ante tan negro y desesperanzador panorama, los obreros y los jorna-leros del campo (sin trabajo la mayor parte del año) decidieron agruparse para defenderse de la egoísta, caprichosa y omnímoda voluntad del déspota, organizando huelgas para exigir la admisión de mayor número de trabajadores, único recurso para aliviar en algo el cada día más angustioso problema del desempleo, y para defender a los braceros de la inhumana tacañería y rapacidad de sus amos.
Quien durante largos años dirigió la factoría (con férrea mano) apenas se mezclaba, él y su familia, con la sociedad bañezana (según nos manifestaban en mayo de 2009 Alejandro Latorre –trabajó allí desde 1934 a 1948- y Julita Martínez Flórez, hija de Modesto Martínez Castillo, que fue durante muchos años encargado), y así, después de que su esposa tuviera algún desencuentro con el rector de la parroquia de Santa María, en cuya iglesia asistía a misa diariamente, pagó la restaura-ción del templo de San Mamés, que continuó frecuentando también a diario. Tampoco sus hijos hacían mucha vida social en La Bañeza: disponían de institutrices y no asistían a escuelas ni cole-gios bañezanos, sino que eran educados por profesores particulares (Julio Fernández de la Poza y Ángel Riesco Carbajo entre ellos) que acudían en un continuo ir y venir a la casa familiar traídos y llevados por el chofer en el coche del director don Julio, unos dispendios y un exclusivo y elevado modo de vida que algo pudiera haber tenido que ver con hechos como que en aquella fábrica no se respetaran categorías profesionales ni clasificaciones laborales (especialistas mecánicos torneros y fresadores como Alejandro Latorre eran clasificados y percibían sueldos de peón, nos dice), o como los amargamente descubiertos por algunos trabajadores al momento de su jubilación de haber sido mantenidos a lo largo de su vida laboral sin cotizar por sus derechos sociales, pues solo se había declarado una “cartilla” de la Seguridad Social por cada cinco o seis empleados.
Se da al menos en los inicios de su construcción un alto índice de accidentes de trabajo: en los primeros días de enero de 1931, hasta el 16, se producen 6 distintos accidentes, que se comuni-can desde el ayuntamiento, como siempre se hacía, al gobierno civil de León. En marzo se cursan altas y bajas por tales contingencias, entre otros, de los obreros Eugenio Carnicero Alonso, Valentín Fernández González, y Braulio Pérez Pérez, y en abril de Irineo de Jesús Pereira. Durante los meses de su edificación son excepcionalmente abundantes las obligadas certificaciones de altas y bajas comunicadas desde la alcaldía bañezana al gobernador civil, y tan frecuentes las incidencias en las labores realizadas que al principio de agosto de 1931 se llegó a requerir a la Inspección Provincial de Trabajo “la constitución de uno de los vocales de la delegación local del Consejo del Trabajo como inspector de andamiajes”, y a nombrar desde dicha entidad municipal encargada de hacer cumplir las leyes sociales existentes la comisión inspectora formada por José Perandones Cabo y Tomás Miranda Gervasi.
Proseguía el montaje de la fábrica, bajo la supervisión de Julio Hernández Ortega (natural de Motril, en Granada), ingeniero Jefe de construcciones primero y nombrado director en julio de 1931, y a finales de febrero se produce una huelga o paro parcial entre los obreros que trabajaban en el mismo, la primera producida en la ciudad, por despido ilegal y reclamando aumento de jornales, según se dice en La Opinión del 1 de marzo. En El Diario de León se indica días antes que se enta-blan negociaciones para solucionarla, y que se desenvuelve pacíficamente, “aunque hay elementos que tratan de envenenar la cuestión”.
A mitad de aquel mes de marzo 16 familias (una de ellas pudo haber sido la andaluza de Pe-dro Rodríguez Pozos –“el Marqués”-, asentada en San Mamés) que habían venido para emplearse transportando (de sol a sol y por 4 pesetas de jornal) con recuas de burros los materiales para las obras (cantos de río que en grandes serones a lomo de los animales de carga llevan desde aquel has-
ta las obras) han sido despedidas y se encuentran en condiciones tan precarias que no disponen de medios para reintegrarse a sus hogares respectivos y viven del humanitarismo de algunos vecinos que les prestan sus apoyos, por lo que desde el mismo semanario quien firma El Alguacil Corchuelo (José Marcos de Segovia) solicita para ellas el amparo de las autoridades. Seguramente en la situa-ción que dio lugar a aquella huelga se trató de intervenir o mediar desde la Sociedad Obrera bañe-zana (que ya en octubre de 1929 había solicitado al consistorio el cumplimiento de las leyes de re-formas sociales) y a través de la corporación, a cuyo presidente se le oficia el día 21 de febrero por el ayuntamiento lo que parece ser respuesta de la empresa: que ”la Azucarera no tiene inconvenien-te en tratar con sus obreros, no con obreros ajenos a la obra”. Otros conflictos y huelgas se vivirían en la factoría aquellos años, al menos la de mayo de 1936 y la que a finales del mismo mes de 1933 derivaba en paro de toda la construcción y en prolongada huelga general en La Bañeza.
En junio de 1931 era Administrador Prudencio Cuadro, de Tudela (Navarra), y a mitad de septiembre, con más de media construcción ya realizada, del gobierno civil llegaba la resolución del ya republicano ministerio de Gobernación sobre el expediente de enajenación de fincas municipales a la Azucarera, autorizando solo la venta mediante subasta pública (adjudicada el 18 de mayo de 1932 a la propia empresa, único postor), y no por gestión directa, como se había realizado, lo que no fue óbice para que a primeros de noviembre se contemplara el inicio de la campaña de molienda y la alcaldía bañezana gestionara con la Compañía Azucarera “sean en ella admitidos los obreros pa-rados de la localidad, en justa compensación a las facilidades que se le han prestado y se le prestan”. Por entonces se crea la sección bañezana del Sindicato Nacional Azucarero, afecto a la UGT, que en marzo de 1936 se dotaría de una Caja de Socorros con cuyos fondos algunos trabajadores de la fac-toría (represaliados ellos mismos también) pretenderán ayudar a las familias de los encarcelados en el Depósito Municipal en los ya aciagos tiempos de los inicios de agosto de aquel año, cuando la represión de los alzados alcance a tantos de sus empleados.
Trabajaron en la construcción de la bañezana fábrica de azúcar numerosos vecinos de la ciu-dad y de sus pueblos aledaños, y algunos de ellos continuaron haciéndolo después como asalariados de la misma, fijos “de año”, o discontinuos en las sucesivas campañas de molienda remolachera, aunque una buena parte de quienes la pusieron en pie procedía de allende nuestra tierra: de Aragón (Épila o Caspe), Andalucía o Cataluña, también de Madrid y otros lugares (9 albañiles de Ponteve-dra se hospedan en julio de 1931 en la Casa de Huéspedes de Aquilino González Santos, y a finales de enero de 1932 se comunica al Consulado Alemán para las provincias de Asturias y León que el súbdito alemán Federico Liller trabaja en esta ciudad –de técnico en el montaje de la fábrica de azú-car, seguramente- y su jornal diario es de 11 pesetas), y algunos de aquellos que aquí se desplaza-ron, solos o con sus familias, terminaron asentados entre nosotros y originando en algún caso sagas familiares asociadas a la actividad azucarera y a los territorios de su procedencia, conocidos algunos como “el Catalán”, “el Vasco”, o “los Maños”.

83.- Las elecciones municipales de abril de 1931 protestadas y repetidas.-

RETAZOS DE NUESTRO PASADO.-Alcaldes republicanos de La Bañeza.- (III)
Del libro “LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA” (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tie-rras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga- de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sa-piens por José Cabañas González.
(+ info en www.jiminiegos36.com)
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Las elecciones del 12 de abril de 1931 fueron en los siguientes días “reclamadas” en La Ba-ñeza (como en otros muchos lugares, también de la comarca y la provincia), lo que originaría aquí y en todos aquellos cuyas apelaciones se aceptaron y a la altura de mayo la sustitución de aquellas primeras corporaciones por comisiones gestoras designadas desde los gobiernos civiles provincia-les, en aplicación de la normativa que atribuía a éstos tales prerrogativas (usadas, por cierto, abun-dantemente durante el periodo republicano por los gobiernos de uno y otro signo: los reformistas, los conservadores del “bienio negro”, y los del Frente Popular), y en el caso de la ciudad cabecera comarcal a propuesta de su Comité Republicano Socialista se constituyó el 15 de mayo la Gestora municipal formada por quienes eran desde hacía un mes el alcalde, los tenientes de alcalde y el sín-dico, y presidida por el primero, Félix Cardillo Puerta. En el municipio de Santa Elena de Jamuz se constituiría una Gestora que integran cuatro miembros el día 22, “hasta que se celebren las elec-ciones del día 31 del actual y quede el ayuntamiento definitivamente establecido”, lo que se hará el 26 de junio, cuando se constituya con los concejales salidos de la elección popular de aquella fecha. La casi totalidad de los ayuntamientos “protestados” y sustituidos serían repuestos tras las nuevas elecciones del 31 de mayo (el 3 de junio se convoca al país a nuevos comicios a Cortes Constitu-yentes para el día 28), llegando apenas a un 5% el número de los destituidos. La sustitución de los concejales electos el 12 de abril en los ayuntamientos en los que se incoó expedientes de irregulari-dades en los comicios se había denunciado desde El Diario de León, decidido partidario antes y después de ellos de los sufragios restringidos de la monarquía y de las alcaldías impuestas por los soberanos designios de las Reales Órdenes.
Después de que el día 8 de mayo se dispusiera para el 24 la proclamación de los nuevos candidatos y la continuidad en los ayuntamientos protestados de aquellas comisiones gestoras en tanto no se posesionen los concejales que se elijan el día 31, en los municipios de nuestra tierra (como en muchos otros de zonas rurales) se repitieron las elecciones del 12 de abril por irregulari-
dades habidas en aquéllas, denunciadas ante el gobierno civil y admitidas por éste, y a tenor de lo dispuesto por el decreto del 14 de mayo que anulaba para la repetición el artículo 29 de la Ley elec-toral de 1907, en Alija de los Melones, Cebrones del Río, La Bañeza (con el resultado de “8 de la conjunción republicano-socialista, 2 liberales monárquicos, y 2 conservadores monárquicos”), Santa María del Páramo (“3 republicanos y 6 monárquicos”), Laguna de Negrillos, Santa Elena de Jamuz, Urdiales del Páramo (se eligieron a “6 republicanos y a 3 republicanos de la izquierda”), y Zo
tes del Páramo (salieron elegidos 6 monárquicos, 1 socialista y 1 republicano), además de en Astorga (“5 republicanos, 3 socialistas, 5 independientes y 2 agrarios”), Bembibre, Ponferrada, Benavides de Órbigo, Grajal de Campos, San Justo de la Vega, Villarejo de Órbigo y Valderas (“4 socialistas, 3 republicanos y 4 republicanos de la derecha”), donde se había producido un conato de motín al ce-sar el ayuntamiento interino y tomar posesión una comisión gestora formada por republicanos de nuevo cuño, que hubieron de ser cambiados a su vez por socialistas (como anunciaba El Diario de León de los días 19 y 21 de mayo y 1 de junio).
El 24 de mayo se celebraba en el bañezano Teatro Seoanez un mitin de propaganda republi-cano-socialista, cercana la repetición de las elecciones municipales para el día 31, en el que partici-pan Julio Pérez Riego, abogado y republicano de Astorga; Miguel Carro Verdejo, representante
socialista y alcalde de la ciudad maragata; Manuel Santamaría Andrés, catedrático del Instituto de León (allí sería fusilado en noviembre de 1936), y Aureliano González Villarreal, de la leonesa Es-cuela de Veterinaria. El 29 tenía lugar en la Casa del Pueblo otro mitin, ahora socialista, presidido por Ramón Santos Prada, presidente entonces de la Agrupación Socialista bañezana, y en el que el orador fue el socialista leonés y entonces concejal Juan Antonio Álvarez Coque.
Se presentaron esta vez a los comicios municipales repetidos 24 candidatos, la misma lista de la conjunción republicano-socialista que en los anulados anteriores, y con las modificaciones siguientes en los restantes partidos intervinientes: en lugar de Eugenio de Mata Alonso concurrió Francisco Baeza Romero; por Julio Fernández Casado, Pedro Rodríguez Majado; en lugar de Ma-nuel Ferrero Nuevo, Eulogio Ruiz Pérez; por Tomás Pérez, Miguel Fuertes Valderrey; y en vez de Ramón Fuertes Román se presenta Victoriano Núñez Valderrey.


Pié de foto A primeros de mayo ardían edificios religiosos en algunos lugares del país.


Triunfaron las candidaturas republicano-socialistas el 31 de mayo en Valderas, Astorga (donde tanto los republicanos como los socialistas serían minoría), Ponferrada y La Bañeza, y el día 5 de junio se constituyó aquí el nuevo ayuntamiento, del que la ciudad entera espera pronta satisfac-ción a las más inmediatas necesidades: escuelas, colegio, aguas y alcantarillado (se publicaban en La Opinión quejas por la intempestiva “cuba” en la que a falta de aquél se recogen a diario las latas de los detritus ciudadanos, y loas burlescas alusivas al contenido de la que nombran “la Nicolasa” y a su perfume, y a que se la retire “después de que las aguas corran aquí a raudales”), casas baratas, jardines, caminos, edificio de Correos… (todas ellas, y la exigencia de responsabilidades a la liqui-dada dictadura, se habían recogido en el programa electoral de la Conjunción Republicano-Socialista bañezana), quedando ahora constituido por el veterinario Félix Cardillo Puerta de nuevo como alcalde; como primer teniente de alcalde, Toribio González Prieto; segundo, Manuel Martín Martín (industrial harinero); primer procurador síndico, Joaquín Lombó Pollán (también veterina-rio); segundo, Isaac Nistal Blanco, albañil y maestro de obras; y restantes concejales: Ángel Gonzá-lez González (jornalero), Porfirio González Manjarín (albañil), Narciso Asensio Asensio (labrador), Liberto Díez Pardo (industrial), José Santos Pérez (había sido alcalde entre 1914 y 1916, y concejal desde 1901, “siempre refractario al caciquismo”, diría luego de sí mismo), David González Morati-nos, y Juan Espeso González (abogado).
Conforman la minoría socialista Ángel González, Isaac Nistal, Porfirio González y Narciso Asensio. De Toribio González Prieto llegará a decir al final de 1932 El Adelanto haber sido antiguo compañero de los socialistas bañezanos, y por integrante de aquella minoría lo daba El Diario de León en su recuento de concejales electos. Según la Historia del socialismo español, de Martín Ná-jera, cinco habrían sido los socialistas presentados a aquellas elecciones, y cinco los concejales so-cialistas elegidos, alcalde uno de ellos (lo sería poco después precisamente Toribio González Prie-to). El semanario bañezano Avance calificará en septiembre de 1932 de edil republicano a Joaquín Lombó, y a José Santos Pérez, David González y Liberto Díez, de monárquicos.
El día 3 de septiembre se suspendía el presupuesto para el culto y el clero (11 millones de pesetas) de la que se había declarado como “entidad de derecho público Iglesia católica”, reducida a una asociación de voluntarios financiada por quienes quieran contribuir a ello libremente, y el 4 Félix Cardillo Puerta solicita del gobernador civil, y obtiene, el cese como alcalde y concejal por ser mayor de 60 años, sustituido por el primer teniente de alcalde Toribio González Prieto desde el día 30 de aquel mes, por sorteo con Joaquín Lombó Pollán después de que en dos elecciones (entre el día 17 y el 28) resultara éste alcalde interino con la mayoría relativa de los votos y el empate entre los dos en la tercera; lo sustituye como teniente de alcalde en propiedad desde el 14 de octubre Án-gel González, interino hasta entonces. A mediados se ha convocado concurso para proveer la plaza de Interventor de fondos municipales, que recae en octubre en Antonio Llano Díaz de Quijano, y se acordaba ampliar el Matadero en una nave para el sacrificio de los cerdos (en junio de 1939 seguía siendo un proyecto) y obligar a los vecinos a que realicen en ella las matanzas en evitación de gra-ves enfermedades, al igual, se dice, que el gobierno del pasado Directorio obligó a los ayuntamien-tos a la inspección sanitaria y a la construcción de mataderos.