jueves, 29 de enero de 2015

65.- Algunos notables bañezanos del siglo XIX.


Don Lucas Alonso Fresno y Doña María Alonso Ruiz

En 1836 había nacido en La Bañeza, de modesta familia, Vicente González Ugidos, quien por su propio esfuerzo se hizo krausista y abogado de amplia y fructífera carrera profesional y política, ostentando numerosos y destacados cargos, tres veces diputado (progresista radical) por el distrito -en 1872 la primera-, académico de varias Corporaciones, gobernador civil de Orense, concejal en 1879, y alcalde bañezano cuya gestión, como antes la de su padre (el antiguo guerrillero Juan Antonio González Menéndez), resultó muy elogiada. Y en 1846 veía la luz también en La Bañeza Mariano Santos Pinela, años más tarde figura relevante del republicanismo nacional, maestro y doctor en Derecho con prestigioso bufete en Madrid, en cuyo distrito de Universidad presidió por mucho tiempo el comité del Partido Posibilista, formación que pretendía la implantación progresiva de concepciones políticas y sociales marcadamente republicanas, campo en el que desde diversas manifestaciones (también desde la dirección de la Unión Republicana) siempre militó el egregio bañezano, consagrado a los ideales de la democracia desde todos los vastos y elevados frutos de su corazón e inteligencia, incluida su participación en la sublevación de los sargentos del madrileño Cuartel de San Gil el 22 de junio de 1866 contra Isabel II bajo los auspicios de los partidos Progresista y Democrático para derribar la monarquía, lo que le propició no pocas persecuciones y quebrantos.
Otros ilustres bañezanos anteriores al siglo XX fueron Laureano Casado Mata, nacido en 1853, doctor en Derecho y diputado provincial por el Partido Conservador, gobernador civil de diferentes provincias en diversas ocasiones (de Guipúzcoa de 1876 a 1881 para ejecutar la supresión de los fueros vascos decidida por Cánovas del Castillo), y representante en Cortes por La Bañeza varias veces (lo era en 1886, según el periódico leonés El Campeón, que lo tilda de romerista –de Francisco Romero Robledo-), y José Fernández Núñez (Musier, según otras fuentes), que nació en 1859 y fue abogado y pasante de Francisco Silvela, jurisconsulto y académico, además de escritor en la prensa madrileña y en la leonesa, vocal de la Junta local de Instrucción Primaria y de la provincial de Instrucción Pública, diputado provincial, y Abogado de Beneficencia del partido bañezano.
En 1876, en La Bañeza un independiente e hijo del país, y conservador como él, Fausto Miranda, derrota a un político de la talla del cunero malagueño Francisco Romero Robledo (conocido entonces, por su sibaritismo, como “el Pollo de Antequera”), lo que vuelve a ocurrir en las elecciones generales de abril de 1879, en las que lo bate el liberal fusionista (cercano al republicanismo) e intendente militar Emilio Pérez Villanueva. En las municipales de 1881 los republicanos leoneses salen de su forzado retraimiento y consiguen el triunfo completo de su candidatura; desde entonces celebran cada 11 de febrero el aniversario de la Primera República con manifestaciones y actos públicos, y se convierte el republicanismo en León, por el prestigio social de sus reconocidos dirigentes, en la corriente política más dinámica y numerosa de la Restauración.
El adalid del republicanismo bañezano había sido Menas Alonso Franco, curtidor como su padre Lucas Alonso y natural de Benavente (de la rama de los Alonso asentada en la villa zamorana seguramente desde la común cuna maragata de Santiagomillas que alumbró otros curtidores y también arrieros como el afamado y liberal progresista Santiago Alonso Cordero, diputado a Cortes en varias ocasiones, presidente de la Diputación de Madrid, y sobresaliente en esta capital por sus negocios y su mucha riqueza), avecindado en La Bañeza tras casarse con Victoria Fresno Pérez (estudió en “las Francesas” de Valladolid, y allí residió después de enviudar), hija de Ignacio Fresno Bartolomé y de Rosa Pérez Martínez, y hermana de Ignacio Fresno Pérez, pintor asesinado en París, al que nombraban “Monsieur Fresno”. Aquel progresista, fallecido en 1912, rigió la alcaldía de la entonces villa bañezana en 1870 y de nuevo a la altura de 1888; procedía, como González Ugidos e Ildefonso Blanco, del Partido Radical, y propiciaría y apoyaría en León en 1897 la Fusión Republicana por la que abogaron Gumersindo de Azcárate y Menéndez Pallarés.
La ideología liberal y republicana de quien devino ilustre bañezano se propagó a su descendencia, arraigando en sus hijos y en sus nietos y nietas, algunos de los cuales fueron duramente represaliados en 1936 por ella, con cárcel en unos casos, y con su asesinato en el de María Alonso Ruiz, activista política y presidenta entonces en La Bañeza de Unión Republicana, el partido del leonés y no menos republicano Félix Gordón Ordás. Menas y Victoria fueron los padres de Aurora y de Lucas Alonso Fresno, a su vez padre de María (el abuelo de su madre, María Ruiz García, era un vasco asentado aquí después de venir de profesor para El Estudio). El primer Menas habría sido hijo o sobrino del cura administrador de la capilla bañezana de San Antonio, y presentado como hijo o nieto de su hermano.
En 1886 después del triunfo en León de la candidatura del republicano Gumersindo de Azcárate, que obtiene un escaño en las elecciones generales recién celebradas, los republicanos quieren dar un impulso a su partido en toda la provincia, y por él se constituye el Comité republicano de La Bañeza, al que respectivamente representan entonces en León y Madrid Antonio Arriola y Ruíz Chamorro, y del que forman aquí parte Ángel Vázquez Sánchez (presidente), Juan Santos Romero, el médico Gaspar Yébenes Ruiz, Felipe Ferrero Santos, Gaspar Palau, Antonio Cabo de las Heras, Leoncio Álvarez Fernández, Francisco Ruiz Soto, Silverio Nistal, Antonio Longoria, Severiano Santos Fraile, Gregorio Álvarez y José Meoro Villasol. 

64- La Semana Santa bañezana en la República.-

Se acordaba el 16 de marzo de 1932 en La Bañeza (con los votos en contra de los concejales Liberto Díez Pardo y Joaquín Lombó Pollán) no conceder cantidad ni donativo alguno a la Cofradía de las Angustias para subvenir la tradicional comida de los pobres del miércoles santo, aunque se decidió en la sesión corporativa del 6 de abril satisfacer el impuesto o foro de la Piedad que desde tiempo inmemorial abona el Ayuntamiento a la cofradía de igual nombre y que esta a su vez entrega al Hospital de la Vera Cruz y de don Juan de Mansilla de la ciudad.
El paisano y militar ilustre Herminio Fernández de la Poza sufragaba en 1933 el tradicional potaje que la bañezana cofradía de las Angustias daba a los pobres (una práctica originada en torno al año 1700 con el reparto del potaje cuaresmal de garbanzos con bacalao a los menesterosos de la localidad en las tres Pascuas (de Resurrección, Pentecostés y Navidad); luego solo a doce necesitados en una sola pascua, y más tarde a pobres y presos, para terminar hoy en día dándolo, en una celebración popular, a todo el que lo pide). Aquella y las restantes agrupaciones de cofrades decidían realizar en La Bañeza las procesiones de Semana Santa, “que se celebraron con devoción y asistencia inusitadas, a pesar de las amenazas socialistas de impedirlas; en la del Viernes Santo por la mañana se arrojaron unas piedras a su paso por la calle Juan de Mansilla, sin que se dejaran ver los autores”. Los republicanos y socialistas bañezanos se manifestaban aquella misma mañana del viernes, día 14 de abril (aniversario de la proclamación republicana), precedidos de la Banda de Música y con discursos proclamados desde los balcones del Ayuntamiento, narraría El Adelanto.
Otros son los hechos que aparecen en el acta del pleno municipal del día 12: Las cofradías tienen permiso para procesionar, y el concejal Isaac Nistal Blanco pide su suspensión, y la de la manifestación, también autorizada, de los obreros para celebrar el viernes el aniversario de la República, “con el fin de evitar disgustos”. Como tales asuntos son atribución de la alcaldía, el alcalde, Juan Espeso González, rechaza aquella petición, “confiando en la sensatez de los bañezanos y en que no suceda nada, y de suceder él será responsable de su torpeza”. Después, el edil Ángel González González solicita la Banda de Música para la manifestación obrera que la UGT y el Partido Socialista han promovido (de la minoría municipal socialista de cuatro concejales forman parte él e Isaac Nistal), y el regidor indica “tener orden de que el día 14 no haya festejos, pero que si una autoridad superior lo concediera, él hará lo mismo”, y se acuerda solicitar al gobernador civil la presencia de la Banda. Propone el concejal Joaquín Lombó Pollán repartir mil pesetas entre los pobres “para conmemorar la celebración republicana, y con el deseo de no herir los sentimientos de nadie en ese día”. Se discute luego si la Banda de Música es o no festejo, y de así considerarlo, se plantea que no actúe en ninguna manifestación, ni popular ni religiosa. El corporativo David González Moratinos señala que, según el alcalde, el Gobierno impide las celebraciones, y este decide que se consulte con el gobierno civil de la provincia lo que pueda hacerse, suscitándose súbitamente en este punto un escándalo por el numeroso público que llena la sala, sin que se puedan determinar los gritos y voces y quien los profiere, obligándose por ellos al levantamiento de la sesión.
Mediado marzo de 1934, las cofradías bañezanas hacen preparativos para celebrar la próxima Semana Santa con la solemnidad y las procesiones de costumbre, después de solicitar el día 15, y obtenerlo el 17, el permiso del gobernador civil para celebrarlas, aunque se desconoce aún el 28, miércoles santo (día en el que costeaba aquel año el tradicional potaje servido a los pobres por la Cofradía de las Angustias el joven bañezano Magín Perandones de la Fuente, hijo del industrial José Perandones Cabo y titular del Hotel Magín, que integraba con el Hotel Victoria el censo de los establecimientos hoteleros de la ciudad), “si en las numerosas procesiones de los días de la Semana Santa bañezana se volverá a contar con la tradicional presencia de la Banda de Música”, lo que al final sucedería, contratándola para acompañarlas (según dispone su Reglamento) y pagando sus 
actuaciones.
Transcurrida la Semana Santa de aquel año se trataba de comenzar a preparar ya la de 1935, resucitando, a propuesta de quien en El Adelanto firma Salvador Ferreras Mansilla (José Marcos de Segovia, que también firmó Cosme Rojas), la Comisión pro Semana Santa de los años 1928 y 1929 que tan buenos frutos obtuvo entonces. En la recién celebrada, uno de los tres recluidos en la antigua Prisión del Partido y ahora Depósito Municipal de Presos y Detenidos (con otros dos, “como presuntos autores del robo de unos cerdos”; los tres serían liberados el 20 de abril) cantó el día de Viernes Santo sentidas saetas al paso de las procesiones, hecho que en El Adelanto narra en un espléndido y emotivo soneto el ilustrado militar y vate bañezano Nicolás Benavides Moro, no menos magistral que el que dedica a las que aquel mismo año (en religiosa competencia con el preso) obsequiara a los devotos Manuel Cruz Pérez (“Manolillo”), el tonelero introductor en La Bañeza de aquellos cantes tradicionales importados de su sevillana Camas natal cuando de allí vino en 1925 para emplearse en la tonelería que aquí había instalado Emilio Perandones Cabo.  
El 11 de abril de 1935 autorizaba el gobernador civil las procesiones de la Semana Santa bañezana, y se dispone al poco desde la corporación municipal volver a abonar a la Cofradía de las Angustias 25 pesetas para la comida del “santo potajero” que se sirve a los pobres el miércoles santo, según solicitaba. A la mitad de abril, pasadas las celebraciones religiosas, el director de la Banda de Música, Potenciano Pardo Crespo, denunciaba que uno de sus componentes, Francisco Miranda Toral (será de los primeros paseados en julio de 1936), desobedeciéndole, no concurrió a cumplir con su cometido en la contrata que la Banda realizó entonces para tocar en las procesiones, y acuerda la corporación estudiar su Reglamento por si procede aplicarle la sanción que en él se determine.

Desde La Bañeza se remite el 27 de marzo de 1936 al gobernador civil instancia del cura párroco solicitando permiso para celebrar las procesiones de la Semana Santa de aquel año, el cual le responde el 3 de abril “que cree que no habría perturbaciones, pero no puede responder del orden público”, denegando el día 7, “por decisión del gobernador”, su autorización para realizarlas, lo que comunicará a don Lucas Castrillo Martínez la alcaldía.  

63.- El Paulón y otros puentes.-

                                                                    
       (Uno de los puentes de madera que con frecuencia arrastraban las riadas y el vecindario reconstruía en hacendera

La sustitución de las tradicionales barcas y de los viejos puentes de madera por los de hierro vino a formar iniciado el siglo XX también en nuestra tierra parte del progreso, que tanto se hizo esperar para el Paulón sobre el Órbigo, y que alcanzó ya, lo mismo que antes el de la Reina que salvaba el río Duerna en San Mamés de la Vega, el avance de los realizados en hormigón. En hierro remachado se habían ejecutado los de Destriana para cruzar el mismo río, en 1917 el de Castrocalbón sobre el Eria, en la carretera de La Bañeza a Camarzana de Tera (parece ser que los miles de remaches precisados los construyó a mano el herrero de la villa), y en 1905 el de Jiménez para salvar el río Jamuz en la misma carretera. Hasta mayo de 1931, después de que se derribara el último puente de madera que había a la entrada del pueblo, tornándose peligroso para las personas y sus ganados y vehículos, además de entorpecer el curso de las aguas, no se iniciará la construcción del de cemento y hierro armado con remaches de Castrocontrigo, otro de los puentes realizados en nuestra tierra ya con los nuevos cánones de hechura, en su caso según el sistema bowstring.
Muchos años antes, cerca de La Bañeza, junto al punto de confluencia de los ríos Tuerto y Duerna con el Órbigo, sobre el último y al lado de la granja de Hinojo, se había levantado un puente, primero de piedra y después de madera, conocido como de San Martín de Monferruel o Puente de los Pilares, en un poblado propiedad del conde de Miranda y enajenado en 1734 a favor del marqués de Castañón. Ya en 1747 pleiteaban los pueblos cercanos en 12 leguas en el contorno de La Bañeza por el reparto de los costes del nuevo que, también de cantería, se iba a construir, aunque se desecharon los dos proyectos presentados y se optó por hacerlo otra vez totalmente de madera, mucho más barato, pero tan frágil que al poco era arrastrado por el agua, instalando el dueño de la hacienda una barca de paso en su lugar, el mismo que en 1780 reconstruía el puente por su cuenta sobre los sólidos pilares que aún permanecían, y cobraba pontazgo por su tránsito hasta 1926.  En El Diario de León del 7 de diciembre de 1929 (también en La Crónica de León) se informa del enésimo derrumbe del Puente Paulón a causa de las fuertes lluvias que hicieron crecer el río Órbigo, suspendiéndose el servicio de viajeros entre León y La Bañeza; pocos días después se producían inundaciones en Nogarejas, donde se estaba construyendo el puente sobre el Eria.
El 2 de julio de 1930 al pleno de la corporación bañezana informa el concejal César Seoanez Romero de las gestiones realizadas en pro de la construcción una vez más del Puente Paulón, estimando que será reducida, o quizá nula, la aportación que por la Diputación se exija a los ayuntamientos más cercanamente interesados en ella. En la sesión del 12 de enero de 1931 acuerda el consistorio comisionar al alcalde y al secretario para que se entrevisten con el presidente de la institución provincial en orden a la búsqueda de una solución definitiva para que el puente se construya, tal como desde la misma se pretende. Después de la entrevista, en sesión extraordinaria del 19 del mismo mes se informa de la solución ofertada: de las 28.279,78 pesetas que los 16 ayuntamientos enclavados en un radio de 10 kilómetros del puente han de aportar (de no contar con la subvención de la Diputación tal cantidad sería de 38.935, 88) se entreguen 10.519, 61 de presente a prorrateo entre ellos, y las restantes 17.760,17 pesetas se soliciten como anticipo reintegrable en veinte años, y se acuerda convocar a los otros 15 municipios para que voluntariamente participen de tal arreglo, sin que haya de exigírseles legalmente lo conducente a dicho fin.
La reunión tuvo lugar el 31 de enero, y en la misma se manifestaron contrarios a satisfacer cantidad alguna desde Palacios de la Valduerna, Riego de la Vega, Cebrones del Río, Valdefuentes y Urdiales del Páramo, Santa Elena de Jamuz y Santa María de la Isla, y dispuestos a colaborar en su parte proporcional los ayuntamientos de Soto de la Vega, Villazala y Regueras de Arriba, además del bañezano, y en su pleno del día 4 de febrero se acuerda informar de aquel resultado a la Diputación provincial solicitándole la construcción del puente y que se obligue en ella la participación de todos los ayuntamientos afectados. En el del día 19 del mismo mes se da cuenta del optimismo en el que la comisión nombrada en su momento para este objetivo ha desarrollado sus gestiones en León, y el día 4 de marzo se informa a los concejales de las que con igual fin realiza en la corte el antiguo diputado del distrito Antonio Pérez Crespo.
Siguieron produciéndose reuniones entre los representantes del consistorio bañezano y los restantes ayuntamientos afectados, y en mayo de 1931 se replantean las obras del puente y se encomienda su construcción a la municipalidad bañezana, que la encarga al contratista leonés Francisco Fernández Menéndez (también se ocuparía unos años después del arreglo y reforma de algunas calles de La Bañeza), el cual acarrea materiales para iniciar el día 1 de junio su ejecución, con el decidido apoyo del bañezano y concejal socialista de León José Casas Tascón (se le ofreció allí un homenaje de gratitud por ello el 17 de mayo) y del presidente de la Diputación Crisanto Sáenz de la Calzada, aunque previamente haya habido la disposición del ministerio de Fomento de que se rematen las obras iniciadas en León correspondientes a aquel organismo provincial. El día 10 de junio se convoca a los concejales bañezanos para hacerles saber ”la necesidad de reparar el puente (aún de madera) para dejar expedita la circulación que en la actualidad está interceptada”, que acuerdan “el pago de la mitad por este ayuntamiento si el coste de la obra no excede de mil pesetas” (importó 381,43).  El 15 de julio dispone la corporación el pago de 2.273,80 pesetas, contribución del ayuntamiento a la construcción del definitivo Puente Paulón, “cuyas obras han comenzado ya”. El 19 de agosto se citaba a los alcaldes de aquellos municipios para ultimar el expediente el día 22, y a primeros de diciembre se responde desde la alcaldía bañezana a la de Santa María del Páramo que “el Puente Paulón no se ha terminado por las lluvias, y se terminara pronto” (debería de haber sido terminado en octubre, según se estipulaba en el contrato).

El 22 de mayo de 1932 se dirá en La Opinión que hace ya unos meses que se circula por el nuevo puente (del tipo Ribera, de cinco bóvedas y más esbelto y caro que el que en un principio se pensó) cuya prueba de resistencia y recepción se prevén realizar la próxima semana, mientras el puente viejo se ha derruido por sí solo. Todavía en mayo de 1934 se preguntaba desde el ayuntamiento bañezano a los responsables provinciales si era o no procedente la conformidad sobre la construcción del tanto tiempo deseado Puente Paulón, y en la sesión municipal del último día de aquel año se autorizará al alcalde para que subscriba un pliego de reparos en cuanto a la liquidación del puente, solicitando a la Diputación provincial que ella abone el aumento de obra realizado en el mismo, a lo que parece reacia, pues pretende que de tal incremento se hagan cargo los pueblos interesados en su construcción, lo que motivará al inicio de enero de 1935 un viaje a León del alcalde y el secretario bañezanos, del que regresan con la favorable impresión de que se satisfarán sus intereses. A la mitad de aquel mes desde la alcaldía de La Bañeza se requerirá a los regidores de los ayuntamientos de Roperuelos, Valdefuentes del Páramo y Cebrones del Río para que ingresen sus aportaciones de 1931 para la construcción del Puente Paulón, cuya liquidación de obras aprueba por fin la Comisión Gestora de la Diputación en su sesión del 21 de noviembre de aquel año, rematando (a lo que parece) todas aquellas peripecias cuando el 29 de enero de 1936 la corporación bañezana autorice al regidor para cobrar de la Diputación provincial dos libramientos de 1.402,80 y 161,85 pesetas expedidos a favor del ayuntamiento por certificaciones de obra en el Puente Paulón, y para que se abonen tales cantidades al leonés Francisco Fernández Menéndez (el mismo contratista de las calles Marqués de Cubas, Carmen y Alcolea), que había sido destajista en dicha obra.