martes, 17 de diciembre de 2013

20.-La creación de las bañezanas Escuelas de la Villa.



Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González.
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En el sexenio revolucionario (1868-1874), primer intento –fracasado y efímero- desde la burguesía progresista y las clases medias de establecer en España una democracia moderna, se practicó en materia de educación una política ampliamente liberal y secularizada. La Primera República creó Institutos locales libres de segunda enseñanza en Ponferrada (en 1870), Astorga (1869-1870) y León (en 1872); aquí se abrieron, también y animadas por la Junta de Damas, escuelas dominicales para la educación de la mujer en la segunda mitad de 1869, y escuelas de adultos, además de en la capital, en Bembibre y en otros lugares. 
En 1876 el analfabetismo alcanzaba en España entre el 75 y el 80% de la población, y estaban sin escolarizar el 60% de los niños en edad escolar. Cuatro años más tarde existen en el partido bañezano 123 escuelas, y se habían mejorado las de la villa cabeza de comarca pero no las de sus pueblos (no al menos de manera generalizada) a pesar del gran esfuerzo que entonces se estaba realizando para construir edificios, reparar los existentes, y dotar a los centros de mejores medios materiales. 
Hay en 1884 para sus 124 pueblos 90 escuelas, 24 elementales de niños y 19 de niñas; 4 incompletas de niñas, y 43 mixtas infantiles. Es precaria la situación en la capital provincial para la enseñanza primaria, por lo que mucho más habría de serlo en los restantes municipios, y en La Bañeza aquel año, siendo alcalde constitucional Joaquín Núñez Franco, y con un elocuente discurso de don Manuel, cura párroco de Santa María de la Plaza, se inaugura en un lateral de la Plaza de los Cacharros el magnífico local de las Escuelas de la Villa (“luminosas, ventiladas e higiénicas, y bien dotadas”) levantadas sobre el solar de un antiguo cuartel (se proyectaba erigir también en él un Palacio de Justicia, algo que no se hizo y que en los años 30 del siguiente siglo, allí y en la capital, se consideraría necesario y en vano se trataría de obtener). Recordaba el clérigo en su plática las condiciones de la escuela única (“niños, niñas y párvulos casi lactantes”) que sesenta años antes existía en los bajos de la Casa Consistorial: “tugurio humilde y local raquítico sin luces ni ventilación, cuyo techo se alcanzaba con la mano, suelo de tierra que emanaba efluvios deletéreos, y paredes desnudas de toda clase de menaje para la instrucción”. Aquel mismo año contaba Santa María del Páramo con una escuela elemental de niños y otra de niñas, dotadas con 2.062,50 pesetas, para las que se concedía subvención el siguiente, nombrándose en mayo de 1886, “en virtud de oposición”, para la segunda a la maestra Elvira Mounguiria y Santa Marta, que se ausentó al poco de tomar posesión de la plaza, sin que hubiera vuelto por el pueblo al menos al cabo de tres meses, dejando la escuela en completo abandono, “un escándalo que se mantiene por las influencias superiores de las que goza la maestra”; en abril de 1889 volvía a anunciarse vacante aquella escuela. En 1907 se constituirá en otro rincón de la misma plaza bañezana el Colegio de las Monjas Carmelitas de la Caridad de la Enseñanza, en el que había puesto no poco empeño don Julián de Diego y Alcolea, conocido en su día como “el obispo de los obreros”. 
Tiene la villa escuela de primera y de segunda enseñanza en 1886, según la Guía del Antiguo reino de León, de Emilio Valverde y Álvarez, y cuentan con escuela todos los pueblos del recorrido que en su partido sigue la carretera Madrid-Coruña, así como Veguellina, Santa María de la Isla, y muchos otros. En septiembre de 1889, cuando Felipe Sanjuán ostenta la alcaldía constitucional de Santa Elena de Jamuz, es maestro desde casi cinco años antes Pedro Rubio Cadierno en el pueblo de Jiménez.  
Quintos del 43 ante las Escuelas Villa en 1968.

19.-La lucha contra el paro en la primavera de 1936 en La Bañeza.-



Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González.
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La crisis de trabajo que desde el crak de 1929 se venía padeciendo en España se acentuaba al inicio de 1936. También en la capital provincial se padecía el paro obrero, que afectaba a los labradores de la región paramesa y a los campesinos riberanos (cuando el desempleo alcanza al 17% de la población activa del país), y que se sufría también en La Bañeza, donde ya a la mitad de marzo el alcalde Joaquín Lombó Pollán apelaba en un bando a remediarlo acrecentando la suscripción abierta en fechas anteriores y a colaborar desde la iniciativa particular, llamamiento al que respondieron con premura los empleados municipales aportando días de sus jornales en proporción a los haberes percibidos.  
Desde la publicación socialista palentina Vida Social ya se había apelado a final de mayo de 1934 a la lucha contra el paro con un argumento que sigue siendo válido casi 80 años después: el de que “no podemos continuar por más tiempo pasando por la vergüenza de que en España estemos trabajando los viejos, mientras los chicos jóvenes tienen que vivir a costa de sus padres, por serles imposible ocupar sus brazos”, una situación que motivaba al principio de mayo de 1936 que la alcaldía bañezana comunique al presidente de la Junta Nacional del Paro Obrero que “existen 250 trabajadores en paro, lo que puede originar alteraciones del orden de no alcanzarse las subvenciones solicitadas”, y que a su mitad se detenga a un vecino de 37 años después de la denuncia hecha ante la Guardia Civil por Francisco Martínez Prieto de que desde tiempo atrás venían faltándole pequeñas cantidades de su domicilio, y de que las pesquisas de la Benemérita llevaran al arresto de quien se confesó “culpable de haber robado 25 pesetas, manifestando hallarse sin trabajo y necesitado de dar de comer a sus hijos”. 
Un  parado en Madrid en 1933.
Para la Gestora municipal bañezana frentepopulista designada el 13 de abril de 1936 también sería prioritario atender a solucionar el problema del paro en la ciudad, agravado por el temporal de lluvias que se continuaba padeciendo. La Bolsa de Trabajo funcionaba en La Bañeza siguiendo un turno riguroso para el llamamiento al empleo, y se acuerda el día 20 que, para un mejor reparto, se avise al trabajo tan solo a una persona de cada casa o familia, y clasificar a todos los obreros, para lo cual deben estos de nombrar una comisión, y ofrece el regidor recurrir a las fuerzas vivas para tratar de que haya dinero y ocupación colocando al mayor número de trabajadores, y así el alcalde Joaquín Lombó emite el 23 de abril un nuevo bando en el que señala que “la comisión representativa de obreros y fuerzas vivas de la ciudad ha llegado a una solución para remediar el paro obrero, que exige de todos los vecinos un pequeño sacrificio, que debe ser proporcional a las circunstancias personales y económicas de cada uno, esperando la alcaldía que todos contribuyan a dicho fin: unos ocupando al obrero u obreros que se les hayan asignado o contribuyendo con la cuota fijada; otros emprendiendo trabajos y obras; muchos siguiendo el alto ejemplo de ciudadanía que han dado los empleados municipales, y todos contribuyendo a la suscripción pública que continúa abierta a dicho objeto para con ella sufragar los jornales y materiales necesarios para las obras públicas útiles que ya se han comenzado”. 
Una iniciativa, la emprendida en La Bañeza entonces, que no debió de ser exclusiva de aquí, pues en Villarejo de Órbigo en mayo los obreros parados comenzaban a trabajar “gracias al dinero que el alcalde había obligado a aflojar a los pudientes de la localidad”, y también en Grajal de Campos en aquellos meses en que la villa estaba “sitiada por el hambre” los labradores se vieron constreñidos por el poder municipal a buscar soluciones, a veces impuestas, para resolver el paro obrero, y para ponerla en marcha se editó un impreso en el que la alcaldía bañezana daba forma a los acuerdos de aquella interclasista comisión comunicando que 
… aparte de los obreros que pueda usted tener actualmente ocupados debe hacerse cargo de ___ , eligiéndoles de los que se hallan inscritos en la Bolsa de Trabajo, para ocuparle ___  en la labor que crea conveniente, y a no serle posible, entregando en esta alcaldía la suma de cuatro pesetas por día y obrero; entendiéndose que esta obligación se contrae por el plazo mínimo de ocho días, sin perjuicio de continuar otro plazo, si las circunstancias lo aconsejasen, desde el día de hoy.
Espero de su atención, habida cuenta de las consideraciones que a usted no se le ocultarán, la conveniencia de que cumpla con este deber ciudadano, aparte de intensificar en lo posible los trabajos que usted pueda emprender, pues digno de tener en cuenta es que la prosperidad y la tranquilidad de los ciudadanos dependen de que todos puedan subsistir. 
Muy agradecido en nombre propio y de los elementos que constituyen esta Comisión, quedo suyo S. S.
El Alcalde: Joaquín Lombó Pollán.
Recibí el duplicado. 

Sr. D. _______________________


18.-Cosos taurinos bañezanos.-


RETAZOS DE NUESTRO PASADO.- 

Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González.
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Hubo en la Plaza Mayor de La Bañeza, centro del comercio local y corazón del mercado semanal, además de farolas, templetes, embaldosaos, bailes, verbenas, procesiones, conciertos, desfiles y paseos, desde 1915 barracas de venta de pan (instalada la primera por Odón Alonso), frutas, pescado y carnes; de relojería, kiosco de prensa, mar
ca de equidistancia entre Madrid y La Coruña (punto kilométrico 303); y un pozo artesiano, primero con extracción por torre de viento y por bomba de manubrio más tarde, en el lugar en el que mucho antes existió otro cuyo brocal se desmontaba para, hasta 1880, hacer de ella, acondicionada con carros y tableros, coso taurino el día de Santiago, el mismo que, portátil, se montaba en la explanada de la Estación, en “los Barreros”, a la altura de 1913 y que perduró hasta 1916. Ya se había celebrado con toros en La Bañeza en abril de 1614 la beatificación de la carmelita Teresa de Jesús, promovidos por los monjes del convento del Carmen.
Tendido de una plaza de toros instalada en La Bañeza. Años 20.
Llegó a alzarse en junio de 1904 una plaza de toros en el Monte, en la finca “Villa Adela” de los Seoanez, de corta vida dada su lejanía de la ciudad, y en ella se lidiaron tres novillos por otras tantas cuadrillas de aficionados bañezanos. Desde el periódico La Opinión, tal vez acuciados por el ejemplo de la vecina villa de Valencia de Don Juan, que disponía desde aquel año de un magnífico coso (construido por el particular Pedro Martínez Zárate, en 1999 fue donado por sus hijas al ayuntamiento coyantino), y movidos quizá por emularla, se pretendió en 1924 la construcción de una plaza de toros estable, de piedra, cuyo coste de 50.000 pesetas se sufragaría por suscripción económica de los interesados en el proyecto, pero la iniciativa no llegó a cuajar, a pesar del ánimo de la comisión gestora designada (Herminio Fernández de la Poza y cuatro más formaron parte de la misma) y del entusiasmo presente en la asamblea del vecindario convocada en el Teatro Seoanez para tratar de tal asunto, como tampoco había prosperado en 1916 (a pesar de que las obras llegaron a mostrarse avanzadas a final de julio, sin que se remataran, después de que a la mitad del mismo mes la previsión fuera en La Crónica de “colocar en las próximas fiestas patronales –en las que habrá concurso de aviación- la primera piedra de la futura plaza de toros de cuya construcción se va a encargar -proyectando una vez más para La Bañeza- el arquitecto Lázaro de Diego”) o en marzo de 1914, reclamada entonces al ayuntamiento desde El Jaleo, que insistía unos meses más tarde en reseñar el esfuerzo de Santa María del Páramo para tener corridas de toros en sus festejos de junio (se celebraría el día de San Pedro una becerrada a beneficio del Hospital de León), en celebrar el éxito de los festejos de la Patrona del año 1913, “después de cinco años de indolencia”, y en llamar a reincidir en dicho logro (con toros incluidos), “para no ser los bañezanos, con mejores medios de comunicación, menos que los esforzados parameses”, ni prosperaría en 1951, a pesar de haberse llegado a colocar la primera piedra en los terrenos cedidos al efecto en “la Canterona” de la Cuesta de Santa Marina. En la misma publicación -La Crónica del 27 de agosto de 1916- en que se informa de las pretensiones taurinas se da cuenta de los triunfos del torero paramés Honorio de Paz López, apodado “Santa María” (Chiquito era su alias en enero de 1915). 
Se instalaron también cosos taurinos en las dos Vegas, de Arriba y de Abajo, uno de ellos en 1928 y 1929 en el lugar que después sería parque Juan de Ferreras, propiedad de Manuel Alonso García-Aparicio (que contrató para las fiestas de agosto del primero de los años a “dos ases entre los novilleros, ‘Chatet de Valencia’ y ‘Vaquerín’, además de a unos aplaudidos toreros cómicos”), el mejor de todos los que se montaron hasta entonces y que más tarde, asentado en la capital, alcanzaría merecida fama, además del emplazado en los festejos de agosto en 1940 en un solar de la calle de El Salvador, en el que se celebraron dos becerradas.   


17.-De embalses y pantanos. Lágrimas por Riaño ya en julio de 1933.



Del libro “LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA” (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras localidades provinciales -León y Astorga- de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González.
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Una de las últimas publicaciones del semanario bañezano La O
pinión en su primera época, la del 1 de julio de 1928 (“con censura eclesiástica y civil” impuesta por el régimen), informa de la expedición realizada por algunos lugares de la Valduerna, aguas arriba de los ríos Duerna y Llamas en busca de posibles asentamientos de pantanos en sus cauces, algo por lo que habían clamado sus redactores (la dictadura primorriverista impulsaba las obras públicas y los proyectos hidráulicos) y posibilidad que se vislumbra factible y que se augura traerá tiempos de prosperidad y utilidades sin cuento para los valdorneses. En la exploración acompañaron a los técnicos e ingenieros de la Confederación Hidrográfica del Duero (creada un año antes) el director del semanario y directivos de la Federación Católico-Agraria de Astorga. Del embalse del Duerna, reclamado desde 1902, aún se hablaba en los años 70 en nuestros pueblos de la vega del Jamuz, con la sempiterna esperanza de que viniera por fin a redimir su mísera agricultura de secano.
En el pleno municipal del 26 de diciembre de 1931 se suma la corporación bañezana al apoyo solicitado por la de Astorga a la construcción del pantano de Villameca, sobre el río Tuerto, de tanta importancia en la región, para regar las tierras yermas de la Cepeda Baja, y tan benéfico para el municipio maragato. Se paralizaba al iniciarse julio de 1932 la subasta de sus obras, (se construiría unos años después en Quintana del Castillo, siendo ocasión de empleo para obreros de El Bierzo, La Cepeda, e incluso de Zamora y Valladolid), retomada para algunas de ellas al principio de marzo de 1934, según el anuncio que aparecía en la Gaceta, un paliativo que en algo mermará el paro en la comarca y la provincia (y aún más allá, pues de otras cercanas se emplearán obreros cuando aquella construcción -que ya estaba en marcha a la mitad de mayo- tome su ritmo).
Al pantano de los Barrios de Luna ya se aludía en La Opinión y en El Diario de León a final de junio de 1932 como “el proyectado embalse que saciará la sed de los campos parameses”, y que no terminaba de iniciarse “a pesar de estar desde hacía un mes en marcha su expediente”.  
En la Ribera del Órbigo la sequía causaba ya mucho daño al iniciarse el verano de 1933, y en Santa María del Páramo se prevé que los cereales de secano “darán poco más que a doblar”, por lo que los sufridos labradores se hallan apenados por no ver compensados sus constantes y penosos esfuerzos y por los grandes impuestos que gravan sus propiedades, mientras los embalses de Tarabico, en Villameca, cuyo proyecto fue aprobado al inicio de 1930 (a la mitad de 1929, según otras fuentes), presupuestado en 700.000 pesetas, y el de Barrios de Luna, que cuenta también con presupuesto, “siguen enredados y no salen a subasta”, situación que a final de agosto se pretendía resolver desde la villa paramesa, cuyo alcalde invitaba al regidor bañezano y a otros a reunirse allí “para tratar sobre los anhelados pantanos del Órbigo que tanto tardan en materializarse y que habrán de calmar la sed del Páramo”. 
Pero no a todos satisfacían los pantanos: Se publicaba el 14 de julio en El Diario de León  el escrito de un vecino de Riaño (“El último riañés”, firma) oponiéndose a la pretendida construcción del pantano de Bachende (éste, sucesor del embalse de Remolina de 1902, y el Canal del Bierzo serían proyectos de la política hidráulica de la dictadura primorriverista que no se harían entonces realidad; del segundo dirá La Democracia el 13 de marzo de 1936 que “se ordenó confeccionar cuando Indalecio Prieto fue ministro de Obras Públicas”), afirmando que “los habitantes de Riaño no estamos dispuestos a dejar nuestras casas y nuestro pueblo para que inunden las venerandas cenizas de nuestros mayores”. Protestan virilmente los habitantes de este pueblo contra el atropello que se pretende cometer (dice), y expone que “el afán de hacer desaparecer un pueblo como este, capital de la montaña, solo se explica en cerebros tan huecos como el del alcalde de Mansilla y otros pantaneros, a los que si tanta falta les hace el agua, que la reúnan en otros lugares, sin que para ello sea preciso hacer desaparecer las poblaciones. Ahóguennos en el pantano para no tener que construir un nuevo Riaño, pero no hagan creer que estamos dispuestos a dejar voluntariamente nuestra cuna, el sepulcro de nuestros padres y el lugar de nuestros más caros afectos. Vale más morir ahogados en el embalse que en la deshonra, y bastante deshonrado estaría el que no tuviera lágrimas que unir a las aguas del pantano el día que viera desaparecer el pueblo de sus amores…”. Razones y sentimientos que volverían a albergar muchos habitantes de aquellos valles tantos años después al consumarse lo que por entonces se evitaba.   
Oposición al embalse de Riaño en los años 80.

16.- De farolas y templetes.


Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González.
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En enero de 1891 en la que aún es villa bañezana Vicente González Ugidos y Eumenio Alonso González son políticos locales liberales; José Fernández Núñez y José Latas Valcarce, reformistas, y Menas Alonso Franco republicano fusionista y diputado provincial electo por La Bañeza y Astorga (triunfaron los conservadores en los comicios habidos a finales del año anterior). Pueblos de este partido judicial han correspondido en elecciones al distrito de Coyanza, debido a anomalías caciquiles. Leopoldo Afaba es entonces candidato a la Diputación, e independiente a Cortes, según el vespertino leonés El Alcázar (“diario liberal, político y de intereses generales de la provincia; el de más circulación”) en su edición del día 1. 
En noviembre del mismo año se había instalado en el centro de la Plaza Mayor la farola de hierro braceada (colocada sobre una piedra funeral / que representa en La Bañeza / la descomunal cabeza / de un ilustre concejal, al decir de la que quedó como festiva coplilla en verso de la época después de aparecer sorpresivamente junto a ella el día de su solemne inauguración), sustituida en abril de 1892 por otra con árbol de cinco luces. Antes ya se había colocado al menos por dos veces en un anterior pedestal de piedra traída de Sobradelo de Valdeorras (en Orense), derribada una de ellas por un carro y alzada de nuevo por Pedro Alonso Callejo (padre de quien sería Fray Diego Alonso), constructor entonces de varias obras municipales, entre ellas y en el mismo año de 1891 la Capilla del Cementerio. A mediados de septiembre de 1905 se subastaban las obras para añadir un zócalo y una verja rodeando la farola.
La farola y parte del templete en los años iniciales del pasado siglo.
Al tiempo que se repuso la farola al poco relevada se enlosó el embaldosao en el rincón mejor orientado de aquel ágora local, escenario de manifestaciones y arengas, del paseo dominical y festivo, de reuniones, de juegos de chiquillos, de paradas, procesiones y desfiles, de citas, de bailes y de representaciones de cómicos y titiriteros…, posiblemente como lugar privilegiado destinado a la buena sociedad de los pudientes bañezanos, en unos tiempos de tan notoria separación de clases en los que era habitual que incluso “en las fiestas populares los bailes y verbenas se separaran en dos, una para los ricos y otra para los pobres”, y en 1909 se colocó, por iniciativa de dos grandes melómanos como eran el alcalde Robustiano Pollán Rodríguez y el secretario del Ayuntamiento Gaspar Julio Pérez Alonso, y un poco hacia el oriente, el gracioso, modernista y musical templete de hierro, fabricado por la Casa Corcho y Compañía, de Santander, por un coste total, una vez instalado, de 2.500 pesetas, inaugurado con toda solemnidad el 25 de octubre de aquel año, y que vino a retirar el de madera que desde 1896 se armaba y desarmaba con ocasión de las fiestas de la Patrona, y en el que la Banda Municipal deleitaba con su música los jueves, domingos y festivos a las gentes de la villa (templete y farola –esta trasladada a la plaza del Salvador- desaparecerían en la remodelación de la Plaza Mayor realizada en 1967, después de que la parte baja del primero se adaptara para instalar en ella un kiosco de bebidas y refrescos que se abría durante la temporada de conciertos). El que se convirtió desde entonces en el tradicional, popular y típico baile bañezano, fue prohibido por la alcaldía en mayo de 1937 “mientras duren las circunstancias por las que atraviesa la nación”, así que seguramente el último baile que hasta entonces allí hubo sería el que se organizó en la tarde-noche del 19 de julio de 1936 con ocasión de la llegada a la ciudad de los mineros asturianos que en defensa de la República se dirigían a Madrid.
De aquel acontecimiento y de muchos otros sería el templete testigo mudo, como también lo fue de la instalación en la Plaza y a su vera años más tarde de tres surtidores de gasolina, cuyos respectivos propietarios eran Modesto Ruiz García, Elías Tagarro del Egido y Liberto Díez Pardo, desaparecidos después de la explosión de uno de ellos en septiembre de 1927, en lo más concurrido del paseo dominguero, por la imprudencia de unos chiquillos que salieron de la trastada chamuscados (en julio de 1930 aún se reclamaba al Monopolio de Petróleos la retirada del último de ellos, y en septiembre de 1931 el organismo pretendía recuperar su depósito para la ubicación de un nuevo surtidor).  

viernes, 13 de diciembre de 2013

15.-Nudismo en La Bañeza en el verano de 1935.-


Publicaba El Adelanto el 6 de julio de 1935 un suelto (que titula “Por decencia y moralidad”) en el que se hace eco de protestas contra la falta de moral ya proclamadas antes desde El Diario de León, manteniendo que “en medio de la libertad, o mejor dicho de la corrupción de costumbres que sale a la superficie de la vida, ha levantado ya una reprensión unánime el desnudismo que se usa en las playas, propio de una sociedad más que paganizada, y sorprendente y chocantemente se practica en La Bañeza (hasta la fecha solamente por el sexo masculino, aunque no por ello deja de ser reprobable) sin reproche de las muchas personas decentes y cultas que han debido de observarlo”, y se llama la atención de las autoridades para que conserven el buen nombre de la ciudad que se precia de ilustrada, decente y moral y eviten tal escándalo público que se viene dando en el puente de Requejo, a escasos metros de la carretera por la que transitan toda clase de personas, cuando, sobre todo en los atardeceres, jóvenes de quince, veinte o más años, “sin más traje que el recibido por la naturaleza, algunos, y otros con un escaso taparrabos, salen del agua y pasean por las orillas del río, y hasta algunos se permiten formar tertulia con otras personas en la carretera”.
Aquel mismo día, “ante las denuncias que le eran elevadas por la práctica abusiva e inmoral y ofensiva de las buenas costumbres de baños en lugares públicos”, dictaba el gobernador civil una circular que prohibía en toda la provincia leonesa “bañarse sin vestir una prenda adecuada y permanecer fuera del agua sin llevar albornoz, excepto en los solarios preparados a tal fin con separación de sexos y aislados del resto del público de las piscinas, márgenes de ríos o playas”, prohibición en mucho similar a las que sobre la misma materia y desde el mismo ámbito se darían algún tiempo después en la provincia, instalado ya el franquismo sublevado e impuestas su rancia disciplina de cuartel y su moral de convento, desterrando desde el gobierno civil y con el beneplácito del obispado escotes, maquillajes, tintes del cabello, el fumar, vestidos provocativos, escotes, transparencias y calados, piernas descubiertas o sin medias y brazos al aire en la mujer y las niñas mayores de doce años; en las parejas las posturas poco honestas, los bailes modernos, abominables y desvergonzados (incluso los “de caridad”), y el ir por lugares de poco tránsito y escasa luz; en todos las prendas de baño indecorosas, usarlas fuera del agua y vestirlas fuera de caseta cerrada, y los baños de sol sin albornoz; y los muslos desnudos en los niños, todo ello en unos tiempos que serán “de obedecer ciegamente y respetar lo mandado”.  
Finalizando el mes de agosto de 1935, en pleno refuerzo ideológico de la derecha después de su triunfo sobre los revoltosos de octubre de 1934 y su mayoritaria victoria electoral de noviembre de 1933, y formando parte del mismo, “próxima la época de producir los modelos que en otoño suelen entregarse al comercio”, la Comisión Mor Playa rogaba “a los fabricantes y comerciantes de trajes de baño se enteren de las condiciones que deben reunir los tipos que esta proyectará con su propaganda y por su organización nacional, y a cuáles hará la más viva oposición por reputarlos inmorales”.
 Al cabo de un año, la intromisión de la Iglesia en el control de la moral la llevaría a crear una “línea de bañadores para que la mujer española no enseñe carne en la playa”, y en julio de 1937 en ciudades como Orense se considerará incorrecto y detestable (a pesar de los calores propios de la estación) despojarse de chaquetas y exhibirse en mangas de camisa en los paseos, calles céntricas y terrazas de los cafés “sin tener en cuenta la presencia de damas y señoritas en lugares tan concurridos, costumbres perniciosas y provocaciones que habían tomado carta de naturaleza durante los últimos años de indigna democracia”, y extralimitaciones que, según el bando del alcalde, se evitarán de manera terminante y se sancionarán con el máximo rigor, como seguían pretendiendo hacer las órdenes que sobre moralidad y buenas costumbres “prohibiendo a los mayores de 14 años el uso del traje de baño y de pantalón corto por las calles de cualquier ciudad o pueblo, por carreteras y restaurantes…”, se dictaban desde Madrid a finales de junio de 1962.