martes, 30 de octubre de 2012

Gracias Doña Concha y enhorabuena


texto: José Cruz Cabo /foto: leonoticias
Al fin la provincia entera agradece a Doña Concha Casado Lobato, lo mucho y bien que ha trabajado por León y su provincia, La Diputación, en nombre de toda la provincia, le ha impuesto la medalla de oro de la provincia de León, una medalla que se ha ganado a pulso y que además ha podido disfrutar y emocionarse en vida con el acto. Como dice mi amiga y paisana, la doctora en Historia, Margarita Torres Sevilla, se la han dado en vida, que después de muerto ya los homenajes póstumos sobran.
Me ha llenado de alegría esta distinción tan merecida, porque las veces que hemos estado juntos en algún acto, su sencillez, su bondad y sobre todo, su sonrisa, me han alegrado el corazón. La primera vez, fue como jurado de los mayos de Jiménez y la verdad es que me demostró su sencillez, sus grandes conocimnientos en este tema y, sobre todo, escucharla dando una opinión tan cariñosa y sabia, que en ese momento me ganó el corazón para siempre. Hubo más ocasiones, unas veces en mi ciudad de La Bañeza o en los pueblos de alrededor y siempre, su sonrisa, su amabilidad, su simpatía y sencillez, además de sus sabios consejos, sus conocimientos sobre tantas cosas y su forma amena y agradabloe de exponerlos, fue una fuente de satisfacción y conocimientos para mí, que me ayudaron mucho en las cosas que he tenido que contar, a lo largo de mi vida, a través de la prensa y la radio, demostrándome que hay que amar lo que se hace y hacerlo sin esperar recompensa. La verdad es que esta medalla la tenía bien merecida por la cantidad de cosas que ha conseguido que se restauren en la provincia, para que quedara memoria de los trabajos artesanos, que no se perdieran tantas cosas populares, que sin usted se hubieran perdido para siempre. Costumbres ancestrales que son necesarias que se conozcan, que no se perdieran nunca y su tesón, trabajo y afabilidad, consiguieron restaurar o poner en marcha museos, no solo en León, sino en toda la provincia. Gracias por todo lo que nos ha dado, por todo lo que ha conseguido restaurar o poner en funcionamiento. Gracias Doña Concha por su saber, su trabajo, su esfuerzo y sobre todo, su ilusión y su constancia para hacer cosas por la provincia que le vio nacer y a la que ha amado en toda su geografía. Ahora, con mi felicitación más sincera y afectuosa, espero que esta medalla la pueda portar durante muchos años, para bien de todos los que la queremos y admiramos. 

martes, 23 de octubre de 2012

José Seoane Romero: un hombre que hizo de la fruta un arte



José Cruz Cabo
Uno de los hombres más afectuosos y emprendedores que yo conocí, fue sin lugar a dudas, Don José Seone Romero, propietario de las fincas arboladas de frutales, denominadas Villa María y Villa Adela. La de Villa María aparte de otros frutales, la mayor parte de los mismos eran de ciruelas y en Villa Adela la totalidad del arbolado era de manzanos. Hoy ningana de las dos son fincas de frutales. Villa Adela es el polígono industrial y Villa María, es una viña con bodega de vinos que comienzan a expandirse por nuestra nación.
Durante la época de recolección, tanto de la ciruela como de la manzana, que se exportaba fuera de nuestra ciudad, había muchas personas vendimiando y consiguiendo unas pesetas que les venían bien para el resto del año. Además solía regalar fruta que no podía enviar fuera, a personas necesitadas. Tenía dos hijos, César y Mariano. César fue directivo del equipo de la época de nuestra ciudad y, pasados unos años, se marchó para Madrid. Mariano a la muerte de sus padres, se metió lego en el convento leonés de los jesuitas, había estudiado agricultura, pero después de unos años mejorando la calidad de la fruta que vendían para afuera, Dios le llamó al camino del convento.
Don José también tenía un vivero de arboles frutales, que estaba en lo que hoy son las calles de Tejadillo, Lepanto, Tenerías y adyacentes, árboles que marchaban en tren a todas las partes de España en la temporada de plantación de los mismos.
Durante muchos años, hasta que la vejez pudo con él, y después al morir, primero dejaron de preocuparse por las fincas frutales, que con el paso de los años desparecieron, y después cuando su hijo Mariano marchó para el convento de León, el vivero de arboles frutales. Como cuando un negocio muere otro nace, al poco comenzaron a funcionar los viveros de Barra y de Lombó y La Bañeza siguió siendo productor de arboles frutales y de adorno.
Don José fue un hombre muy querido en nuestra ciudad, pues era una persona de fácil trato, muy ameno, desprendido y generoso, y con un carácter jovial y risueño. Muchas jaulas de fruta fueron regaladas por él a la gente necesitada, pues no sabía decir no al que le pedía algo que él pudiera remediar. Fue un hombre muy importante para la economía de nuestra ciudad en los años treinta, cuarenta y cincuenta y de él, se contaban muchas anécdotas simpáticas, por ejemplo se casó en los años veinte, con una casi niña de quince años, a la que cuando venía del trabajo de las fincas, a mediodía a comer, tenía que ir a la Plaza Mayor a buscarla porque estaba jugando a la comba ya que vivían en la calle de Astorga. Al que más conocí, fue a su hijo Mariano, una persona muy bromista y que, durante dos veranos, nos hizo subir varios domingos a la Finca de Villa María, donde tenían su residencia veraniega, y al finalizar la tarde, nos hacía cargar con una jaula de ciruelas para que las lleváramos para casa, y por ese motivo tuve una relación muy cordial con él hasta que marchó para León, y al marchar él, desapareció esta familia de nuestra ciudad.
En los años cuarenta, aquellos años en que sí había una crisis profunda, pues entre la guerra que había desmantelado tierras, fábricas y negocios y que se estaba reconstruyendo, la sequía de los campos en los primeros años de esa década, el racionamiento no te daba para nada, y el estraperlo era prohibitivo para los trabajadores y jornaleros de la época, los hombres tenían que trabajar de sol a sol, y no sacaban para darle de comer a la familia, porque el extraperlo era prohibitivo para los que tenían un jornal, y aunque en muchas casas, las mujeres se dedicaban a la limpieza de las personas ricas o a lavarles la ropa, como se decía entonces, así y todo el aceite estaba prohibida, el pan era poco y oscuro, ya que no veía la harina, y la gran mayoría, se tenía que conformar con casi nada. Algunos niños y niñas comían y cenaban en el comedor de auxilio Social, pero no desayunaban. Eso fue crisis. En esa época, que una persona te regalara una jaula de fruta, era casi para besarle la mano. Ahora en la vejez te vienen personajes a la cabeza que no quiero que queden en el olvido. 

lunes, 8 de octubre de 2012

Don Laureano Arconada Asenjo


José Cruz Cabo
Hace tiempo que un nieto de este señor, José María Santos Arconada, me entregó dos fotocopias de su abuelo, Laureano Arconada Asenjo, comerciante que fue bastantes años de nuestra ciudad y que tuvo la tienda hasta el año de 1929, en la calle hoy de Escultor Ribera, pero debió ser un hombre muy importante, porque obtuvo en vida, dos condecoraciones de gran pretigio nacional en aquella época y en esta.
Una de ellas dice: “Don Alfonso XIII, por la gracia de Dios y la constitución, Rey de España, y en su nombre y durante su menor edad, Doña María Cristina, Reina regente: Por cuanto queriendo dar una prueba de Mi Real aprecio a vos, Don Laureano Arconada Asenjo, he tenido a bien nombraros, por mi decreto de catorce del actual, Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica, libre de gastos, con arreglo a la ley de presupuestos de mil ochocientos cincuenta y nueve. Por tanto os concedo los honores, distinciones y uso de las insignias que os corresponden al tenor de los estatutos, confiando por las cualidades que os distinguen, en que os esmeraréis en contribuir al mayor lustre de la Orden. Y de este título, refrendado por el Secretario de la Orden y firmado por el Gran Canciller, se tomará razón en la Contaduría de la misma. Dado en palacio a 24 de marzo de 1892. Yo la Reina Regente.
Yo don Joaquín Valero, Ministro Secretario de esta Real Orden, lo hace escribir por su mandado”. Siguen tres firmas pertenecientes a dicha Orden y finaliza la misma, diciendo: “Título de Caballero de la Orden Española de Isabel la Católica, a favor de Don Laureano Arconada Asenjo”.
Pero parece ser que este comerciante bañezano, era una persona muy activa y solidaria, porque unos años más tarde, recibió del Ministerio de la Gobernación, por méritos propios, la entrada en la Orden Civil de Beneficencia y el diploma que le fue entregado por esta distinción nacional, dice textualmente así: “El Ministro de la Gobernación por cuanto resulta justificado en el expediente instruido, con arreglo a lo dispuesto  en el Real Decreto  y Reglamento del 30 de diciembre de 1837, que Don Laureano Arconada Asenjo, merece ingresar en la Orden Civil de Beneficencia por los servicios prestados el día 28 de septiembre de 1891, con motivo del choque de trenes, ocurrido entre las estaciones de Quintanillejas y Burgos. Su Majestad el Rey Alfonso XIII, y en su nombre Su Majestad la Reina Regente del Reino, ha tenido a bien agraciarle por Real Orden de 2 de marzo del corriente año, con la Cruz  de tercera clase, mandando que se le expida el correspondiente diploma. Por tanto cumpliendo con el Real Mandato, expido el presente diploma que le autoriza para usar las insignias de la Orden, previa la toma de razón por la Dirección General de la Administración. Dado en Madrid el día 1 de junio de 1901. Está firmado el diploma por el Director general y el Jefe de sección”.
Este segundo diploma pone claramente el motivo por el que se le concede tan alta distinción. Debió ser una de las personas que atendió a los heridos, en dicho choque de trenes y eso, unos años después, le trajo la recompensa de ingresar en la Orden Civil de Beneficencia. En cuanto a la medalla de la Orden de Isabel la Católica, una de las distinciones más importantes que se conceden en España, suponemos que haría alguna cosa de mucha importancia, para nuestra nación, ya que esta distinción es de gran valor y reconocimiento, por lo que tuvo que realizar algún acto muy valioso para la nación española. Nos congratula saber que, también en el siglo diecinueve, había bañezanos que realizaban actos que daban prestigio a nuestra ciudad. Don Laureano Arconada Asenjo, falleció en nuestra ciudad, el día 7 de julio de 1929 y en su esquela y recordatorios se pone “Caballero cubierto de la Real Orden de Isabel la Católica” y condecorado con la Cruz de Beneficencia”.