lunes, 28 de diciembre de 2009

Delfín Pérez Linacero

José Cruz Cabo.-Aunque solo tenía un año más que yo, a Delfín Pérez Linacero comencé a tratarlo a través de sus hermanos mayores, Laureano y Santiago, pues aunque tenía un comercio de calzado, tardé muchos años en hacerme cliente suyo, dado que mi amistad con las hermanas Alonso, Victoria y Josefina, que también vendían zapatos, además de libros, era muy intensa y por ello no comencé a comprárselos hasta que no se jubiló Victoria, pero sin embargo sí lo trataba, porque a partir de los años sesenta, comenzó a colaborar con sus hermosas fotografías, tanto en “La Hora Leonesa”, como en “El Adelanto Bañezano”, del que ya era yo el subdirector.

Primero hizo fotos, siendo corresponsal gráfico del diario provincial, estando de corresponsal José Luis Llanos, después fue su hija Lourdes la que cogió la corresponsalía de “La Hora”, y al absorberla el “Diario de León”, nos unimos hasta el año 93 y él me hacía las fotos y yo las crónicas de dicho diario, por lo que comenzamos a intimar más y, fue, cuando me di perfecta cuenta de la calidad humana de Delfín, de su simpatía, de su disponibilidad, de su gran trabajo como fotógrafo, de su gran personalidad, siempre de broma, siempre alegre y siempre dispuesto a ayudar a lo que hiciera falta. Cuando había alguna noticia que necesitara fotos, nada más tenía que llamarle, fuera la hora que fuera, y enseguida íbamos al lugar, hacía las fotos, y volvía a casa para revelarlas y, antes de tener yo la crónica preparada, ya estaban las fotos para enviar al Diario de León o a Fotograbados Estébanez para que hiciera el cliché para imprimir en tipografía. en el Semanario local. Precisamente el año 93, al jubilarme yo, del Diario, fue cuando mi empresa tipográfica, Graficas Nino puso el offset y yo tuve que adaptarme al ordenador. Durante 46 años trabajando de pié y me jubilé para escribir sentado. Delfín siguió haciendo sus fotos durante unos años más para el Diario y para el Adelanto, justo hasta poco antes de saber que su enfermedad no tenía solución y de quitarnos a mí y a Gráficas Nino El Adelanto. Él por unos días no llegó a saber que nos dejaban fuera del semanario.

También fue concejal del ayuntamiento, con Leandro Sarmiento de alcalde, fue el edil encargado de la Banda de Música, al nombrarle concejal de cultura. Fue el creador y organizador de la primera Banda de Cornetas y Tambores, que hubo en nuestra ciudad. Me hizo mucha gracia, porque me contaba que cuando se decidió comprarles el uniforme a los chavales de la banda, Leandro le dijo que a Fernando Carrera, que era sastre y concejal, no se le ocurriera encargarle los trajes a él.

Fueron muchos los ratos trabajando o charlando en tertulia con nuestras respectivas esposas, las que nos hicieron intimar cada vez más a los dos, pues su carácter abierto, dicharachero y generoso atraía sin remedio y tenías que coger su amistad y devolverla en la misma proporción de bondad, gracejo y amabilidad. Cuando iba a algún bar y al pedir la cuenta, solía decir, “Dime que te debo y, hasta si tienes suerte, cobras”. Era una persona que le gustaba hacer felices a los demás. Fueron muchos años de comerciante de calzado y en los años 90 me hice cliente de él hasta que se jubiló y dejó el negocio en manos de la que había sido su dependienta durante bastantes años, por eso se sigue denominándose el comercio “Calzados Delfín”.

Hubo comidas y cenas matrimoniales, en las que nuestras mujeres, Nieves y Sarita, también intimaron y ello nos hacía coincidir más a menudo, especialmente en verano en las terrazas de la Plaza Mayor. La verdad es que su muerte me dejó un poco más huérfano de amigos, pues su entrañable carácter, su desinteresada labor fotográfica en favor de La Bañeza, por la que él trabajaba, sin pedir nada a cambio, y poniendo muchas veces dinero de su bolsillo, fueron de gran importancia social y periodística. Además era muy meticuloso y dejó encuadernados varios tomos con los artículos de José Luis Llanos, de su hija Lourdes y de los míos cuando comenzó a colaborar conmigo. Tenía una muy buena colección de fotografías y artículos de prensa sobre nuestra ciudad, que espero que no se pierdan, pues hoy ya son historia.

Este artículo solo está hecho para destacar una labor de bañezanismo y altruismo para La Bañeza, que no debe quedar en el olvido. Delfín Pérez Linacero, fue uno de los bañezanos que lucharon por engrandecer su pueblo, como concejal sin sueldo, entonces no se cobraba por el cargo, como comerciante y como gran fotógrafo. Fue un hombre entrañable, encantador y que no se debiera olvidar, porque fue uno de las personas que trabajó mucho y bien por la ciudad que le vio nacer.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Mario Núñez Alonso

José Cruz Cabo.-La vida de Mario Núñez y la mía, se cruzaron pronto, ya en la niñez, pues su madre, Dª Consolación, era vecina de mi abuela y de mis padres y Mario, al morir su hermano Pepe en el frente, durante la guerra civil, era el único varón de la casa entre tres hermanas mayores, por lo que fue siempre una persona muy mimada y como había posibles, siempre le compraban lo que quería o pedía. Mis primeros recuerdos de Mario están ligados a los años de 1935, 36 y 37, porque muchos días, sobre todo en verano, todos los niños y niñas de la calle Padre Miguélez nos reuníamos en el patio de su casa y en muchas ocasiones celebrabamos misas y procesiones, éstas no solo por el patio sino hasta en la calle. Era el que dirigía el altar de la Cruz de Mayo el día 3 de dicho mes, que poníamos en la calle del Padre Miguélez. Tenía casulla de verdad, para decir misa, capa pluvial para las procesiones, así como palio, custodia, cáliz, patena, misal de los grandes, incensario y todo lo que se necesitaba para decir misas o hacer procesiones. El año 38, dejé La Bañeza por culpa de la muerte de mi madre Everilda y cuando regresé al final del año 40, volví a ver a Mario, que ya organizaba las procesiones de la iglesia de Santa María. Pues era muy bueno organizando cosas y sobre todo procesiones u actos religiosos.

Después de mayor, seguimos viéndonos en Acción Católica, en la calle donde vivía mi abuela y mis tios, o sea la de Padre Miguélez donde el siempre vivió. Cuando llegó la edad de trabajar se colocó en el Banco Mercantil, pero como tenía que estar en dicho banco a las nueve de la mañana, a los pocos días lo dejó, porque era mucho madrugar para él. Organizaba y gobernaba todos los actos de Acción Católica, como cursillos, campamentos, retiros, obras teatrales, etc. Cuando entró don Marcelo en Astorga como obispo de la Diócesis, él estaba a su lado y un guardia municipal astorgano le dijo que allí no podía ir y él le contestó “Yo no voy con el obispo, es él quien viene conmigo”. Pasados unos años, tuvo un bazar en la calle de Astorga, durante unos cuantos años, que después se lo traspasó a mi tío Rafael Cabo, ya que siempre fueron uña y carne. Finalizada la vida comercial, Mario se dedicó a la taxidermia y se puso a disecar animales. A la vez le dió por hacerse escultor y reparar imágenes, comenzando por las que tenía en casa.

Finalmente compró un taxi y se hizo taxista, y esta profesión sí le gustaba, dado que no estaba sujeta a horas fijas. No le gustó nunca madrugar, pero sí trasnochar. Otra anécdota de Mario fue cuando Don Marcelo tomó posesión de su cargo de Arzobispo de Barcelona, porque al final del acto, fueron a saludarlo a la sacristía y Don Marcelo le dijo, “Ya sabía que estabas aquí, porque ví a uno con una cámara en los sitios de privilegio y me dije, vino Mario”. Cuando se jubiló de taxista le dió por filmar cosas, compró una filmadora y estaba en todos los actos que se celebraban en La Bañeza o a los sitios donde él iba y los filmaba todos. Debió de tener una gran cantidad de cintas grabadas, pero no se lo que habrán sido de ellas. Fue el último de los hermanos que falleció y como nunca se casó, a pesar de las muchas novias que le ponían, solo tenía tres sobrinos, dos de su hermana Pilar y una de su hermana Caridad.

Escribió mucho en “El Adelanto Bañezano, con el sobrenombre de “Indiscreto” y otros seudónimos. La gente nos preguntaba a los que estábamos en la imprenta “quien es indiscreto” y solíamos contestar “tú, que preguntas lo que no debes”. Cuando se inició la marcha hacia adelante de la Cofradía de la Vera Cruz, enseguida se ofreció para lo que fuera, y como ya estaba jubilado, se ponían Vicente Cadenas y él de acuerdo y marchaban al gobierno civil o al obispado a realizar las gestiones que fueran necesarias. Al mismo tiempo desempolvó las dos imágenes de la Cofradía, que eran el Nazareno de la caida y la Verónica, que estaban en un arcón olvidadas y las llevó para su casa, las restauró y las preparó para poder procesionarla y gracias a eso la Cofradía volvió a realizar sus procesiones semanasanteras, porque Mario había restaurado, tanto las imágenes, como otras piezas en madera que tenía la cofradía. El se encargó de grabar las primeras procesiones y fue componente del cabildo de la cofradía hasta el día que murió. Era ya por su trabajo y esfuerzo en pro de la misma, Hermano de Honor de la Vera Cruz. El se encargaba de vestir las imágenes y de ponerles los aderezos a las mismas, hasta que la rápida enfermedad pudo con él.

Durante el tiempo que Leandro Sarmiento estuvo de alcalde, fue concejal de nuestro municipio y a él lo que más le gustaba, era la organización de las cosas, eso de organizar lo llevaba en la sangre y conocía la ciudad palmo a palmo, así como a todos sus vecinos, no en balde acompañó mucho a Don Angel Riesco y a Don Francisco Viloria, cuando fueron los párrocos de La Bañeza, ya que iba con ellos a ver a los enfermos muchas veces. En fin Mario fue un hombre activo, inquieto y que realizó una gran labor en pro de la ciudad que le vió nacer.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Antonio Palmero, de 'Casa Palmero' de Ultramarinos


«La Bañeza Hoy», como buen periódico local, se fija en las gentes de la ciudad... en el vecino, en el kiosquero... Gente anónima, a la que un gran medio de comunicación no pres-taría atención. Pero son esas personas de las que dependemos día a día, y cuyos servicios y labor continuada han hecho más fácil nuestra vida: el que nos vende el pan, el periódico, el jóven emprendedor que ha montado una nueva empresa o ha tenido una original idea, o ese señor mayor que lleva toda su vida detrás de un mostrador atendiendo
al público. Este último es el caso en el que nos paramos hoy. Antonio Palmero, de ‘Casa Palmero’, la última tiendecita de ultramarinos que sobrevive en el centro de La Bañeza y que lleva cerca de un siglo (la tienda, Antonio sólo tiene 82 años) atendiendo a sus clientes.

Emilio García Ranz / La Bañeza. En el número 82 de la avenida Vía de la Plata hoy, casi ya en 2010, sobrevive una tienda que tiene mucha historia. Muchas décadas a sus espaldas atendiendo a sus clientes: «Casa Palmero».
Tras pasar la puerta bajo ese toldo azul de la fachada donde se exhiben las cajas de la fruta, nos recibe Antonio, un señor simpático, jubilado –su hermano Ángel Palmero de 65 años es el que ahora lleva el negocio– pero Antonio sigue allí visitando la vieja tienda de ultramarinos en la que ha pasado su vida.«Llevo más de 50 años aquí –nos dice Antonio– aunque la tienda (la única de Ultramarinos que queda ya en la ciudad quitando otra del barrio de El Polvorín) ya ha pasado por varias generaciones. «Antes la llevaba mi padre» recuerda Antonio hablando de tiempos de la Guerra Civil y épocas de cartillas de racionamiento. «Mi padre iba por los pueblos vendiendo y comprando. Traía cosas para vender en la tienda como huevos o tocino» rememora Antonio que dice íba a Valencia (la de las naranjas no la de D. Juan) en tren –nos enseña incluso alguno de los últimos billetes para comprar fruta–. «También fuí a Sevilla a comprar productos que luego vender aquí» –añade.

« Antes no había camiones como ahora y se íba en tren y luego en carro.
Recuerdo aquellas latas de escabeche y sardinas sala-das que venían en cajas» (productos que hoy ya son difíci-les de encontrar –tan difícil o más como encontrar una tienda de ultramarinos que haya sobrevivido, en una gran ciudad, al boom de los primero autoservicios (como Nieto, etc) que hicieron cerrar a muchas, y luego a la docena de supermercados que llegó a tener no va mucho La Bañeza (hoy la cifra está en torno a la decena más un hipermercado).

Desde 1.936 hasta 2009 muchas personas han pasado por la tienda de Palmero, que aún guarda aquel sabor y decoración tradicional (entrar en ella es como hacer un viaje en el tiempo). Y durante el tiempo que duró nuestra visita hubo gente que fue por el pan, las lentejas (con la lista de la compra a boli, como hace años... Cuentas en papel y a boli (como hace décadas). «Eso sí la gente ahora ya paga a mano, no se la anota como antes» nos cuenta enseñándonos viejos papeles –carteles como el de una fábrica de chocolate de La Bañeza que ya son sólo recuerdo–. «Y aún debe haber por ahí cuentas de personas que íban a pagar a fin de mes y no lo hicieron» termina sonriente.