Publicaba El Adelanto el 6 de julio de 1935 un suelto (que titula “Por decencia y
moralidad”) en el que se hace eco de protestas contra la falta de moral ya
proclamadas antes desde El Diario de León, manteniendo
que “en medio de la libertad, o mejor dicho de la corrupción de costumbres que
sale a la superficie de la vida, ha levantado ya una reprensión unánime el
desnudismo que se usa en las playas, propio de una sociedad más que paganizada,
y sorprendente y chocantemente se practica en La Bañeza (hasta la fecha
solamente por el sexo masculino, aunque no por ello deja de ser reprobable) sin
reproche de las muchas personas decentes y cultas que han debido de
observarlo”, y se llama la atención de las autoridades para que conserven el
buen nombre de la ciudad que se precia de ilustrada, decente y moral y eviten
tal escándalo público que se viene dando en el puente de Requejo, a escasos
metros de la carretera por la que transitan toda clase de personas, cuando,
sobre todo en los atardeceres, jóvenes de quince, veinte o más años, “sin más
traje que el recibido por la naturaleza, algunos, y otros con un escaso
taparrabos, salen del agua y pasean por las orillas del río, y hasta algunos se
permiten formar tertulia con otras personas en la carretera”.
Aquel mismo día,
“ante las denuncias que le eran elevadas por la práctica abusiva e inmoral y
ofensiva de las buenas costumbres de baños en lugares públicos”, dictaba el
gobernador civil una circular que prohibía en toda la provincia leonesa
“bañarse sin vestir una prenda adecuada y permanecer fuera del agua sin llevar
albornoz, excepto en los solarios preparados a tal fin con separación de sexos
y aislados del resto del público de las piscinas, márgenes de ríos o playas”,
prohibición en mucho similar a las que sobre la misma materia y desde el mismo
ámbito se darían algún tiempo después en la provincia, instalado ya el
franquismo sublevado e impuestas su rancia disciplina de cuartel y su moral de
convento, desterrando desde el gobierno civil y con el beneplácito del obispado
escotes, maquillajes, tintes del cabello, el fumar, vestidos provocativos,
escotes, transparencias y calados, piernas descubiertas o sin medias y brazos
al aire en la mujer y las niñas mayores de doce años; en las parejas las
posturas poco honestas, los bailes modernos, abominables y desvergonzados
(incluso los “de caridad”), y el ir por lugares de poco tránsito y escasa luz;
en todos las prendas de baño indecorosas, usarlas fuera del agua y vestirlas
fuera de caseta cerrada, y los baños de sol sin albornoz; y los muslos desnudos
en los niños, todo ello en unos tiempos que serán “de obedecer ciegamente y
respetar lo mandado”.
Finalizando el mes de agosto de 1935, en pleno
refuerzo ideológico de la derecha después de su triunfo sobre los revoltosos de
octubre de 1934 y su mayoritaria victoria electoral de noviembre de 1933, y
formando parte del mismo, “próxima la época de producir los modelos que en
otoño suelen entregarse al comercio”, la Comisión Mor Playa rogaba “a los
fabricantes y comerciantes de trajes de baño se enteren de las condiciones que
deben reunir los tipos que esta proyectará con su propaganda y por su
organización nacional, y a cuáles hará la más viva oposición por reputarlos
inmorales”.
Al
cabo de un año, la intromisión de la Iglesia en el control de la moral la
llevaría a crear una “línea de bañadores para que la mujer española no enseñe
carne en la playa”, y en julio de 1937 en ciudades como Orense se considerará incorrecto
y detestable (a pesar de los calores propios de la estación) despojarse de
chaquetas y exhibirse en mangas de camisa en los paseos, calles céntricas y
terrazas de los cafés “sin tener en cuenta la presencia de damas y señoritas en
lugares tan concurridos, costumbres perniciosas y provocaciones que habían
tomado carta de naturaleza durante los últimos años de indigna democracia”, y
extralimitaciones que, según el bando del alcalde, se evitarán de manera
terminante y se sancionarán con el máximo rigor, como seguían pretendiendo
hacer las órdenes que sobre moralidad y buenas costumbres “prohibiendo a los
mayores de 14 años el uso del traje de baño y de pantalón corto por las calles
de cualquier ciudad o pueblo, por carreteras y restaurantes…”, se dictaban desde Madrid a finales
de junio de 1962.
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