En 1876, en el
gobierno conservador de Cánovas, catedráticos separados de la Universidad
Central de Madrid por defender la libertad de cátedra y negarse a ajustar sus
enseñanzas a dogmas oficiales en materia religiosa, política o moral, crearon la
Institución Libre de Enseñanza (ILE), en colaboración con, entre otros, el
regeneracionista Joaquín Costa. Una forma de apoyar desde la ILE la formación
de personal altamente cualificado en las diversas ciencias y humanidades, y un
empeño más de los brotados desde ella para acabar con la marginación,
científica en este caso, fue la Junta para la Ampliación de Estudios e
Investigaciones Científicas (JAE), nacida en 1907 y presidida por el ya
eminente Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina el año anterior.
Entre aquella fecha y 1939 se formaron casi todos los intelectuales y
científicos españoles gracias a las becas de esta Junta. Una de las becadas, en
1924-1925 para estudiar durante nueve meses en Suiza y Alemania la
psicobiología infantil y “El influjo sentimental y la secreción interna en el
desenvolvimiento del niño”, fue Francisca Bohigas Gavilanes (importante figura
política del conservadurismo leonés en todo el periodo republicano), entonces Inspectora
de primera enseñanza en Lérida y después en León y en la zona bañezana, donde
aportaría lo aprendido para que los planes de estudio y las escuelas se
adaptaran a la realidad del niño, en consonancia con el paidocentrismo y las nuevas orientaciones europeas en materia
educativa. Años antes había sido pensionado para estudiar el lenguaje leonés en
Alcañices, Sanabria y La Bañeza el licenciado en Filosofía y Letras Agustín Blánquez
Fraile (el primero de todos los de la JAE), discípulo de Ramón Menéndez Pidal,
y también lo sería entre 1920 y 1924 el astorgano Gabriel Franco López en sus
estudios de economía política y hacienda pública, así como sobre la reforma
agraria, en Alemania y Bélgica.
Bajo la protección de
otro afán cultural y de progreso muy leonés, la Fundación Sierra Pambley, fue la
provincia una de las que más se aprovechó de la labor regeneradora de la JAE
(muchos fueron los paisanos becados por aquélla, y entre ellos dos estudiantes residentes: Consuelo Sáenz de la Calzada
–uno de sus hermanos, Luís, sería actor en La
Barraca- y María Luisa Fanjul) y de las posibilidades ofertadas por las
demás instituciones krausistas, como la Residencia, levantada por Jiménez Fraud
en la tradición de los colleges
anglosajones y cuyos pabellones desde 1910, fecha de su creación, se vieron
poblados por muchos leoneses (32 al menos hasta su desaparición en 1936),
varones la mayoría pero también por algunas adelantadas mujeres universitarias
como las citadas y la jiminiega Modesta Fernández Sanjuán, detentadora del no
pequeño privilegio de formarse en la equivalente Residencia de Señoritas
(Francisca Bohigas había sido una de sus huéspedes en el curso 1917-1918, y
también pasarían por ella, además de la citada Consuelo, Concha Espina, la
leonesa Nieves González Barrio -una de las primeras mujeres médico de España,
la segunda colegiada en todo el país-, y la maragata Manolita López), dirigida
por María de Maeztu y en la cercanía e influencia de artífices del siglo XX
como Einstein, Paul Valery, Curie, Ortega y Gasset, Unamuno o Ramón y Cajal, y
de excepcionales artistas de vanguardia (sería expropiada al final de la
guerra, pasando a manos de la Falange), que enlazó en ella con La Barraca, el grupo de teatro creado
por Federico García Lorca, con quien mantuvo amistad, y allí se hizo novia de
José Caballero, el pintor y autor de los decorados y carteles de las obras
representadas por aquella compañía de teatro itinerante, en la que participó con
pequeños papeles junto a Francisco Grande Covián entre otros muchos actores amateurs. La Guerra Civil truncó su relación
con el pintor y después de la contienda se trasladó a Oviedo, donde acabó su
licenciatura en Ciencias Químicas y se ocupó como profesora y bibliotecaria en
la Universidad desde 1949 hasta su jubilación en 1984.
José Caballero, amigo
de Lorca, ilustrador de su Llanto por
Ignacio Sánchez Mejías y colaborador de La
Barraca, fue a partir de la guerra decorador de La Tarumba (remedo falangista de aquélla), propagandista nacional, pintor de cámara del
Movimiento, y “triste ejemplo de la mala conciencia y la doble moral, hijas de
la mala memoria que amargó su vida”, a pesar de haber sido eliminado por
razones políticas entre 1956 y 1976 de las muestras pictóricas internacionales.
Logros como los de Modesta Fernández (su padre, Dionisio
Fernández Vivas, había hecho fortuna en la emigración a ultramar) y sus
compañeras se nos muestran como infrecuentes avances o anticipos en un país en
el que hasta 1910 la mujer no pudo ir a la Universidad libremente, y en una
sociedad provincial en la que desde 1887 a 1930 la población analfabeta en su
conjunto disminuye progresivamente de porcentajes del 55% al 19%, pero
prácticamente se mantienen los referidos a varones (23%) y mujeres (77%), con
tan señalada diferencia para el caso de éstas.
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