Continuaban realizándose al inicio de 1934 las
Santas Misiones religiosas en los pueblos de nuestra tierra, y seguían
latiendo, a lo que se ve, en algunos de sus vecinos sentimientos anticlericales
como los que debieron de motivar los hechos que se dieron en el de Castrocalbón
a finales de enero, por los que el juzgado de Instrucción de La Bañeza procesó
a 20 de sus naturales y residentes por un delito contra el ejercicio y la
libertad de culto y que fueron juzgados en la Audiencia Provincial de León con
el resultado de absolver a todos los demás y condenar como autores de una falta
contra el orden público a la pena de 10 días de arresto y multa de 500 pesetas
(a pagar en diez meses) a Saturnino Fernández Vidal y Secundino García Manjón:
El día 28 un número considerable de fieles oían en la iglesia la predicación de
los padres Redentoristas del convento de Astorga que estaban celebrando la
Misión, entrando entonces en el templo, cubierto, Saturnino, que al ser requerido
por el párroco y otro sacerdote a que se descubriera, se negó reiteradamente,
“promoviendo con su actitud el consiguiente escándalo y ofendiendo los
sentimientos religiosos de los concurrentes”. Al siguiente día, cuando otro de
los frailes predicaba alguien no precisado profirió una voz desde fuera de la
iglesia contestada por otros dentro del templo con gritos de “fuera con ellos,
estafadores”, originándose un gran revuelo que motivó la interrupción del acto
religioso y que los asistentes salieran al exterior, al mismo tiempo que
accedían al recinto (“no consta que con mal propósito, ni si en forma
incorrecta u ofensiva”) cinco de los procesados y permanecían otros once en su
entrada, a la vez que se hallaban dentro las también procesadas Elena Fernández
Vidal y Saturnina Manjón. El día 30 seguíase celebrando la Misión, y entraron
los dos condenados en el templo cubiertos y fumando, suspendiendo el párroco,
Constantino Román Carracedo (lo fue en el pueblo al menos en todo el periodo
republicano), el acto ante aquellas formas irrespetuosas y desconsideradas.
Tal es lo que aparece como hechos probados en
la sentencia nº 244 de 1934 de la causa vista el 16 de julio, en la que el
fiscal Emilio Rodríguez retiró la acusación sobre nueve de los procesados. Después,
en el otoño de 1936, un informe del cabo de la Guardia Civil de La Bañeza,
Pedro Lagarejos Villar, sobre el médico bañezano Emilio Perandones Franco,
cuando ya estaba detenido y procesado por “los hechos cometidos en julio por la
milicia roja bañezana” en su calidad de directivo socialista (era vocal de la
Agrupación Socialista desde finales de mayo), aludirá, tergiversándolos, a que
“en el mismo año 1934 el doctor acompañó a los organizadores de un acto en
honor de varios individuos socialistas de Castrocalbón que habían expulsado de
la iglesia a los fieles impidiendo la entrada en la misma de los frailes que
iban a la Misión”, lo que debió de producirse finalizando el mes de julio, y
seguramente como celebración del fallo absolutorio para la mayoría de los
encausados, pues del
gobierno civil llaman el 1 de agosto la atención a la alcaldía bañezana “sobre
los hechos de Castrocalbón, y que se procure evitar que se repitan por cuantos
medios estén a su alcance”, a lo que responde el alcalde que “la excursión que
se realizó a aquel pueblo se hizo sin su conocimiento”. Seguramente
a esa expedición de bañezanos a la villa del Eria se refiere el indirecto
testimonio que nos ha llegado, y que erróneamente la sitúa en el Primero de
Mayo de 1933 (”para celebrar allí la festividad obrera”), según el cual habría
sido interceptada por la Guardia Civil, que le salió al paso en el alto de la
Portilla, impidiéndoles continuar a algunos de ellos (al menos) que desde allí
hubieron de desandar el camino, y obligando a otros a despojarse de la camisa
roja que lucían.
En el número
de El Combate del 21 de julio se dirá
que quienes de los procesados de Castrocalbón sufrieron prisión la padecieron
“por haber contestado al desafío que un fraile belicoso, retador y bravucón
lanzó a la República y a los socialistas, secundado por caciques que
esgrimieron
armas en la iglesia, convertida
en tribuna contrarrevolucionaria”.
Celebración de una Santa Misión.
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