jueves, 12 de enero de 2017

100.-La huelga general contra la Azucarera Bañezana en junio de 1933 y sus efectos.-(2)

El 20 de mayo dirá la delegación de Trabajo en una nota que “habiéndose planteado la huelga general del ramo de la construcción en la ciudad de La Bañeza, intervino esta delegación, dejando resuelto el conflicto mediante la colocación de todos los parados y la regulación de la jornada y horarios, sometiéndose patronos y obreros a un pacto colectivo”. Se recibía el día 24 en la alcaldía una notificación del ministerio de Trabajo y Previsión Social, para que “se sirviera disponer que el interrogatorio sobre la huelga sea cubierto por esas oficinas”. Sería la huelga de aquellos días de la que nos contaba Gabriel González González (en entrevista en noviembre de 2007) haber sido su padre “que estaba de alcalde, el que llamó a don Julio Hernández, el director de la Azucarera, que era andaluz, para que fuera a la alcaldía, y se arreglaron; se pedía aumento de sueldo, y los que estaban trabajando fijos querían hacer la huelga, pero los temporeros, que estaban peor, que de aquella estaba muy mal España, y en La Bañeza no había trabajo ninguno más que esta fábrica, dijeron que si en 24 horas no se arreglaba entraban a trabajar”.
Se comunica el 25 a Fernando Alba Flórez y a Eugenio Carnicero Alonso (trabajador en la Azucarera que debía de ser responsable de algún Jurado Mixto o de alguna otra sociedad de obreros, lo que explicaría, al igual que para Fernando Alba -fusilado con 16 más en León el 18 de febrero de 1937- y para Eladio Fernández, su también trágico destino de asesinado y desaparecido con
otros dos en Villafer el 12 de octubre de 1936) el ruego de que "convoquen a la Patronal para tratar sobre Bases de Trabajo, sueldos y jornada”, y se invitaba el 26 a la Sociedad de Labradores y a la Patronal Bañezana a que se concierten entre sí y con las restantes sociedades y entidades afectadas con el objeto de confeccionar las Bases de Trabajo para las labores del campo, vecina ya la época de la recolección, y a los presidentes de una y otra se les requiere el 29 para que empleen en tales trabajos a obreros de la localidad, a la vez que desde el Jurado Mixto del Comercio General se instaba a cuidar el cumplimiento de las bases laborales convenidas en cuanto a contratos, jornada máxima y descanso dominical, la misma fecha en que se convocaba al presidente del bañezano Sindicato de la Construcción a las 5 de la tarde para hablar con el delegado provincial de Trabajo sobre la huelga.
El día 31 de mayo se convocaba al presidente de la Patronal Bañezana para que acuda a una reunión en la que tratar sobre el cierre de establecimientos, y después al mismo, al presidente de las Sociedades Obreras y al comité obrero de huelga para que concurran a la mayor brevedad, invitados por el delegado provincial de Trabajo (que se ha desplazado a La Bañeza), a otra para cambiar im-presiones sobre la marcha del conflicto (“que es absolutamente ilegal”, según el delegado), recomendándoles que asistan cuatro o cinco representantes por cada una de las entidades, y entre los de la Patronal uno o dos patronos significados de las obras en construcción en la Azucarera.
“A las 12 de la noche de aquel día, miércoles, no se había logrado solución al conflicto obre-ro planteado por los del ramo de construcción y secundado por los de los restantes oficios, a pesar de la intervención directa del delegado provincial de Trabajo, presidente del Jurado Mixto y alcalde. El paro general fue completo aquella fecha, y estuvo concentrada bastante Guardia Civil, aunque no ocurrió incidente alguno lamentable. Lo habían precedido varios días de huelgas parciales, desembocando en una jornada de huelga absoluta, cerrando todo el comercio y las fábricas, y en la que participaron también mujeres bañezanas como las lavanderas y modistas. Había sido causa de la huelga la protesta del elemento obrero bañezano contra la intromisión en la Azucarera de forasteros, en detrimento de los de aquí, que quedan sin trabajo. Algunos comerciantes que quisieron abrir fue-ron atacados y hubieron de echar el cierre. Un grupo de huelguistas esperó en la Estación la llegada del tren correo, y al bajar los paquetes de periódicos fueron arrebatados y quemados a unos cien metros de los andenes. Numerosas parejas de la Guardia Civil de Infantería y Caballería, llegados de diversas procedencias, patrullaron las calles y establecieron servicios de vigilancia en puntos estratégicos. El martes, día 30, se había repartido un manifiesto”.
Tal era la crónica que publicaba después El Adelanto, el mismo en el que la semana siguiente y en primera plana arremete quien firma K-Vernícola (el sacerdote Ángel Riesco Carbajo) contra “los forasteros que han dirigido la huelga; zánganos y avispas que alborotan la colmena”, y anuncia que “quizás no tardando organicen otros una huelga legal pidiendo que a esos pocos pedantes forasteros los echen de La Bañeza por indeseables”. Foráneos perturbadores entre los que seguramente catalogaba el clérigo a trabajadores como los Sierra Fernández (Eugenio y Tomás) a quienes acusará el franquismo, cuando los represalie de múltiples maneras, de haber sido los introductores del socialismo en La Bañeza (donde cuando ellos se trasladan desde Astorga en 1931 el socialismo ya era antiguo), o Cayetano González Lorenzo (“el Vasco”, vocal de la Agrupación Socialista desde finales de mayo de 1936), Leonardo Méndez Prieto, Antonio Batalla Esperanza, Arturo Fernández Cano, Eduardo y Juan Cancelas del Río, Alberto Jiménez (“el Catalán”, referente del anarcosindicalismo en la Azucarera Bañezana, importado quizás desde su tierra; se pierde su rastro en el frente asturiano, posiblemente desaparecido), Bartolomé Otero Gallego, nacido en la Argentina y responsable del ugetista Sindicato de Construcción, y tantos otros afincados y avecindados entonces en la ciudad para hacerla progresar con su trabajo (en aquella factoría sobre todo) y prosperar con ella, víctimas muchos de ellos unos años después de la pertinaz y dura represión de quienes se alzaron en julio de 1936, después de que algunos de ellos padecieran ya la que siguió a la revolución de octubre del año 34, en la que serían también en la ciudad figuras destacadas, y que no merecerá, por cierto, condena ni conmiseración alguna (más bien al contrario) de aquel eclesiástico enojado.

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