jueves, 10 de noviembre de 2016

98.-Las maniobras militares de los Montes de León en septiembre de 1934.-(1)

El 19 de mayo de 1934 se recogía ya en la prensa que en septiembre se realizarán unas im-portantes maniobras militares conjuntas del Ejército y la Marina, en las que tomarán parte cerca de 30.000 hombres. Sobrepasada la mitad de junio, ante el anuncio de las maniobras que se preparan para el otoño (ya solo del Ejército) se presentaban dos tendencias, partidaria una de que se celebren en Astorga, y en León, en el Ferral, la otra. Las comisiones de Estado Mayor han dictaminado que la primera opción es mucho mejor que la segunda, pero desde El Diario de León estimaban lo contrario por varias razones, entre ellas que la zona de Astorga tiene pueblos dentro del área de fuego; está cruzada por la carretera Madrid-Coruña y por la vía férrea, además de por numerosos caminos, y tiene escasez de agua (es sabido que para abastecer el cuartel de Santocildes es preciso cortar algunas horas el agua a la ciudad).
Tal vez porque (como sostienen algunos autores) desde el gobierno se preveía cada vez con mayores probabilidades de certeza el estallido de un movimiento revolucionario en Asturias, se de-cantaba el ministerio de la Guerra ya en julio por los terrenos astorganos y de los Montes de León para realizar las maniobras, más similares a los asturianos en relieve y condiciones, y se pedían así de la 3ª Inspección General del Ejército a final de aquel mes a la alcaldía bañezana “detalles sobre la vida y medios que puedan proporcionarse a las tropas en la zona de operaciones”, un país en el que, en todo caso y según el apartado que en las Instrucciones para la preparación y desarrollo de las Maniobras Militares en los Montes de León la Dirección de Estado Mayor dedica a la psicología, “sus habitantes son virtuosos en todos los órdenes, acogedores, trabajadores, y en modo alguno toleran la exagerada licencia entre los sexos, … son veraces, honorables, no transigen con la mentira ni con la adulación, ni toleran tratamientos autoritarios”.
Se anunciaban oficialmente al comenzar agosto aquellas maniobras (una circular del BOP se referirá a ellas el 31 de aquel mes), con duración desde el 22 de septiembre al 2 de octubre, bajo la dirección del Inspector del Ejército, general Eduardo López de Ochoa, y participando más de 20.000 hombres de las divisiones Séptima y Octava, mandadas por los generales Nicolás Molero Lobo en Valladolid y Pedro la Cerda y López-Mollinedo en La Coruña. Siete de las jornadas se dedicarán a la concentración y dislocación de las distintas unidades, y las cinco restantes al desarrollo de los temas y los supuestos tácticos. “Durante todo el mes de agosto, marchas e instrucción preparatorias, sin descansar noche y día. Instrucción hasta el día 20 de septiembre. El 22 salimos para Astorga; después a pie, hacia las montañas, muertos de sed y de cansancio de tanto caminar, cargados como mulos. Llevábamos de equipo, en el morral de espaldas: la tienda de campaña, la muda, el traje de repuesto, el tabardo, los clavos de la tienda, el casco de hierro, los zapatos, y otras alpargatas; en el de costado: el plato, la cuchara, tenedor, jarrillo, toalla, peine, jabón, el fusil, los correajes con tres paquetes de munición, la manta, el palo de la tienda...”, dirá uno de los soldados de reemplazo, malagueño, enviados desde Zamora a aquellas maniobras, “regresando el 2 de octubre, el día 3 lo tuve franco y el 4 nos acuartelaron” (para destinarlos a pacificar Asturias).
A la mitad de septiembre el ministro de la Guerra desmentía que por la mala situación económica se fueran a suspender las maniobras militares (contempladas como medida preventiva y con la finalidad política -además de la estrictamente militar- de contrarrestar la sombra de la insurrección armada por parte de la izquierda), y el día 20 salían las tropas de La Coruña para tomar parte
en ellas. Dos días más tarde fuerzas militares de Segovia, Madrid, Valladolid, Palencia y Burgos pasan por León en dirección a Veguellina y Astorga para sumarse a las que ya también desde otros lugares se desplazan; en total once trenes militares especiales serán los que transiten hacia la ciudad maragata por la estación férrea leonesa, llegando por carretera Intendencia y los parques de Artillería. Mientras tanto, se está nivelando por numerosos obreros el campo de Hinojo para que sirva de lugar de aterrizaje de los aviones de la Base de la Virgen del Camino, de modo que se establecerá en él un verdadero campamento de aviación, “por considerarse punto muy estratégico, ya que dado el carácter abrupto y accidentado de la zona de maniobras, solamente las márgenes del río Órbigo ofrecen llanuras y planicies aptas para establecer bases aéreas”.
En las “maniobras militares en los montes de León” (a las que asiste una misión militar portuguesa) toma parte muy activa la aviación. El Grupo 21 del aeródromo de la Virgen del Camino ha establecido su base en Hinojo, a tres kilómetros de La Bañeza, y para este punto salían ya el sábado, día 23, los 20 vehículos del escalón precursor rodado, y el domingo tres aparatos de la Plana Mayor con el jefe de Grupo, el comandante Ricardo de la Puente Baamonde, 9 Breguets de reconocimiento y bombardeo, y una escuadrilla de caza (dos según otra nota del mismo día de El Diario de León) formada por 7 aviones Nieuport llegados de la base de Tablada (Sevilla), seguidos del escalón de retaguardia. La aviación del ejército enemigo invasor desde Galicia, o bando azul, tiene su base en Sarria (Lugo), y la componen una patrulla de 4 aparatos de bombardeo del aeródromo de Logroño, y una escuadrilla de caza de 11 aviones de la base del Prat (Barcelona). A media tarde del día 25 se estrellaba en Sarria un avión Nieupórt de los de la escuadrilla de caza del Prat, muriendo el oficial piloto teniente Eduardo Dalias Charte, que había estado destinado en la Virgen del Camino en 1930.

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