El pronunciamiento militar del Capitán General de Cataluña Miguel Primo
de Rivera y Orbaneja, que impuso la dictadura en septiembre de 1923, suspendió
la vigente Constitución de 1876; disolvió las diputaciones provinciales y los
ayuntamientos, nombrando unas juntas de vocales asociados formadas por
titulados, industriales y mayores contribuyentes de cada municipio; prohibió
los partidos políticos; suprimió los juzgados de Instrucción; creó los somatenes como milicias urbanas, y
declaró el estado de guerra.
El 30 de septiembre de 1923 se habían disuelto los ayuntamientos y
sustituido sus concejales por vocales, corporativos unos y mayores
contribuyentes los otros, y ambos designados por el gobernador militar
(simultaneaban este cargo con el de gobernador civil, al igual que se hará
después del golpe de julio de 1936 y hasta el final de los años 40) del uno y
otro ámbito de los que generalmente proceden los nuevos gestores públicos. Los
ayuntamientos sufrirán una nueva remodelación en marzo de 1924 con la
publicación del Estatuto Municipal, que establecía dos tipos de concejales,
corporativos y de elección popular (aunque unos y otros deberían ser miembros
de la Unión Patriótica), y que concedía por primera vez el voto a las mujeres,
bajo la dirección de los delegados gubernativos (uno en cada capital de
partido), jefes o capitanes del Ejército todos ellos, auxiliados por la Guardia
Civil y gozando de amplias potestades de control de la vida municipal y de los
actos políticos, a los que asistían con competencias para suspenderlos a su
criterio cuando se infringían las condiciones impuestas en su desarrollo.
El capitán Cándido Jiménez
López fue delegado gubernativo para el partido bañezano (el 8 de septiembre de
1924 lo sería Mario de Carmen, de la misma graduación), y el comandante Florencio
Plá Zubiri para Astorga-La Bañeza, este desde marzo de 1925. Correspondía a los
delegados gubernativos (a los que los ayuntamientos facilitaban vivienda
amueblada con luz, teléfono y personal de oficina, y presupuesto para gastos y
dietas), además de orientar y vigilar la vida local, dictar bandos sobre moral
y buenas costumbres, imponer multas por escándalo, preparar las campañas de
apoyo al régimen, captar afiliados para la Unión Patriótica Nacional (UPN), y
asesorar y organizar los somatenes
locales y los grupos infantiles de exploradores, antecedentes inmediatos de las
futuras escuadras de balillas (después
llamadas flechas) de la Falange,
denominación y encuadramiento el de los últimos (para los niños mayores de diez
años) copiado sin rubor de las juventudes fascistas italianas creadas por
Mussolini en 1926, modelo junto con el de las Juventudes Hitlerianas de las secciones
juveniles falangistas de algún tiempo después.
Hasta 1925 el gobierno estuvo formado por un Directorio militar al modo
como el dictador consideraba que debía regirse "con mano de hierro"
el país. El 3 de diciembre de aquel año se restableció el cargo de presidente
del Consejo de Ministros y se instauró el Directorio civil, una especie de
gobierno de tecnócratas, con hombres que no provenían del antiguo sistema de
partidos, entre los que se encontraba José Calvo Sotelo como ministro de
Hacienda. No obstante, la Constitución permaneció suspendida. En 1927 se
crea una Asamblea Nacional Consultiva, a modo de Parlamento pero sin que asuma
el poder legislativo, mediante un sistema de elección nuevamente corporativo en
parte y de otro lado por nombramiento vitalicio, muy similar al que, también en
este como en tantos otros extremos, adoptará el régimen franquista años más
tarde. Este proyecto y la fallida Constitución de 1929 serán los últimos
intentos de la dictadura por mantenerse en el poder.
El enojo y la
contestación contra la dictadura primoriverista se materializaba en La Bañeza
pasado septiembre de 1927 cuando, después del plebiscito de adhesión a su
proyecto de los hombres y mujeres mayores de 18 años, organizado por el partido
único UPN y estampada ante los delegados de la autoridad y los interventores
del propio partido, el dictador crea por decreto del día 12 de aquel mes la "Suprema
Asamblea nacional temporal", consultiva y única, para dotar a la sociedad
y al Estado de un nuevo orden corporativo y autoritario y con un sistema de
elección que aúna el corporativismo con el nombramiento de por vida, y en ella
no tiene cabida el abogado Antonio Pérez Crespo ni representación el distrito
de La Bañeza por el que aquel venía siendo ininterrumpidamente diputado en
Cortes desde 1905 hasta 1923 (con las sucesivas adscripciones de liberal,
demócrata, liberal, prietista,
liberal demócrata, y demócrata de nuevo), siendo sustituido por Ignacio Bauer
Landauez, nombrado por Reales Decretos de julio de 1929 y enero de 1930 como
representante de los Colegios Doctores, quien era miembro de una familia de
editores y banqueros judíos de origen alemán afincada en España (el 15 de
febrero causa baja, “no llegando a constar en el Libro de Sesiones al estar estas
suspendidas para posteriormente ser disuelta la Asamblea”).
El distrito electoral
bañezano se sentía “víctima de una desenfrenada tiranía ejecutada sin más razón
que el valimiento de la fuerza y sin más derecho que el capricho lascivo de un
gobernante escudado por su autoritaria inmunidad que secuestraba el suyo a
formar parte del nacional Palacio de las leyes; un inicuo ultraje a nuestro
pueblo y a nuestras personas, y un atropello más grave y vitando por cuanto el
sustituto forma parte de una casa judía que desde el extranjero explota y se
lucra de nuestras riquezas” (la casa alemana Bauer y Cía. quebraba en
los años treinta, provocando la bancarrota de los Bauer de Madrid).
Deshonrados se sentían todos los bañezanos por “la ignominia cometida por los
empedernidos oligarcas que nos afrentan y que con sarcasmo se burlan de la ley
que nos ampara, y por la venalidad de los impatriotas mandarines gobernantes”, según
el pasquín que entonces informaba de ello a los electores del partido,
reclamando que se niegue al sustituto la credencial de diputado, y que,
llamando a “reivindicar nuestro honor colectivo y enaltecer nuestro derecho
hollado”, finalizaba afirmando: “bañezanos, nuestro nombre está deshonrado; es
menester que todos lo salvemos”, y
lanzando un ¡Viva La Bañeza y su Distrito!
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