viernes, 15 de agosto de 2014

43.- La “Sociedad de la Perra Gorda”.-

El maestro Álvaro López-Núñez Villabrille, uno de los artífices del INP                                                          (era hijo del bañezano Deogracias López Villabrille, procurador de los Tribunales).

Todavía en la España de principios del siglo XX, cuando la esperanza de vida rondaba los 40 años, las jornadas laborales eran de 60 horas, las enfermedades infecciosas hacían estragos, y la protección social era la que el obrero con sus ahorros pudiera dispensarse, un trabajador que enfermaba, envejecía o sufría cualquier minusvalía ya sólo aspiraba a vivir de la caridad, a ser socorrido por la beneficencia pública, o a quedar entregado a la miseria; cualquier contingencia lo condenaba a la sopa boba sobrante de los conventos o cuarteles. Y en la de los años 30 de aquel siglo, a los obreros a jornal cuando llegaban a los cincuenta y tantos o a los sesenta años y ya no podían trabajar no les quedaba más que sumarse a los que mendigaban un trozo de pan desperdigados e intercambiándose por unos y otros pueblos, a ser unos más de los muchos pobres de pedir que aún recorrían los de nuestra tierra hasta bien avanzados los sesenta.
Muestra de aquella situación que tantos y tantas padecieron había sido la del jornalero bañezano Plácido Quiñones, imposibilitado de una pierna, que en octubre de 1891 se ve obligado a dirigir un escrito a los regidores del ayuntamiento de la villa para “alcanzar de sus dignos corazones que le concedan un palo de los que existen en los planteles comunales para con él hacerse una pata de madera con la que poder andar de un lado a otro, ya que no tiene recursos para comprarla”. Del estándar de edades y de la longevidad en la época ilustra la noticia de 1906 del suicidio en La Bañeza, “arrojándose a la presa de la Zaya, de la anciana Dominga Domínguez Pérez, de 48 años de edad”.     
En medio de tal panorama, después de que en 1900 el gobierno conservador de Silvela aprobara la Ley Dato de previsión social relativa a los accidentes de trabajo y en 1905 se creara el Instituto de Reformas Sociales, fue el Instituto Nacional de Previsión la primera entidad gestora de nuestros seguros sociales, para los fines de "difundir e inculcar la previsión popular, especialmente la realizada en forma de pensiones de retiro. El seguro abonaba la pensión de una peseta diaria en contraprestación a una cuota patronal, también diaria, de diez céntimos. Ello explica que el INP y sus sedes fueran conocidos en algunos lugares por los nombres populares de aquella moneda, la perra gorda o el chavo, denominaciones que han perdurado y que siguen aplicándose hoy a algunos de los edificios de aquella institución.
El Instituto Nacional de Previsión dependió del ministerio de la Gobernación, que lo desplegó progresiva y lentamente desde las capitales de provincia al resto de los territorios, y se extinguió en 1978 con el decreto que dio lugar a los Pactos de La Moncloa. En La Bañeza se inaugura en 1947 su Agencia y Dispensario –era también Centro Secundario de Higiene- en la calle Diagonal, nombrada del Doctor Palanca desde febrero de aquel año.
Tiempo atrás, “las pensiones contratadas libremente a favor de los trabajadores se constituían mediante imposiciones únicas o periódicas, efectuadas por aquéllos o bien por otras personas o entidades a su nombre”, y ello hizo que fuera importante la labor que desde el socialismo político y sindical y el obrerismo se emprendió para difundir y promover entre los asalariados el interés en adherirse a tal sistema previsor y sus bondades, y aún para facilitarles el hacerlo y las aportaciones de sus cuotas al Instituto. En los años veinte y treinta se ocuparon de hacer tal desde las agrupaciones socialistas, las sociedades obreras, el sindicato UGT y las Casas del Pueblo algunos militantes comprometidos constituidos en una especie de agentes informales de seguros, colaboradores de la Institución y favorecedores a la vez del aseguramiento de sus compañeros y vecinos, de los que recogían las cotizaciones para ingresarlas en ella y a sus nombres.
En nuestra tierra funcionó también en aquellos años iniciales de la mínima seguridad social y del aún endeble Instituto Nacional de Previsión una denominada “sociedad de la perra gorda”, que debió de contar con una informal sede también en el Centro Obrero (Casa del Pueblo), y de la que fueron promotores y mediadores o corresponsales los socialistas el joven Primitivo Posada Ríos en Jiménez de Jamuz, y Lorenzo Cabo Valenciano en La Bañeza, donde aparece en octubre de 1932 como agente de los Seguros Sociales en la sucursal que aquí tenía la Caja Provincial Leonesa de Previsión (que designaba delegados para los diferentes partidos judiciales). Uno y otro fueron represaliados al triunfo del golpe de estado de 1936, con cárcel desde 1938 a 1944 el segundo (falleció un año después por las penurias padecidas en presidio), y asesinado con paseo y desaparición el primero (su familia fue también presa y duramente castigada). Creemos que otros comisionados semejantes (tal vez subdelegados por encargo del representante en el partido judicial) debieron de actuar de modo parecido en otros pueblos de la comarca, posiblemente en relación con la Junta Colaboradora del Retiro Obrero que existía al menos en su cabecera. Desde luego, a los desvelos y al buen hacer en el pasado de estos abnegados socialistas debieron después, en los años sesenta, la posibilidad de percibir entonces sus pensiones de retiro numerosos trabajadores y trabajadoras de las pequeñas industrias bañezanas de aquel anterior tiempo. 

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