miércoles, 26 de marzo de 2008

Pepe Forja / artesano

Artesanos de la forja

-Se llama José González Ramos y tiene su taller en la calle Alija 22 de La Bañeza. Allí lleva 40 años trabajando el hierro y convitiéndolo en obras de arte.
Nada más pasar al lado de su taller lo primero que nos llama la atención es un banco de hierro forjado, pero luego, si te fijas, José tiene una puerta con un barco de forja en ella que es una auténtica maravilla.
De este taller, según nos cuentan él y su esposa, han salido miles de piezas, algunas de ellas han llegado incluso a Santiago de Compostela.

¿Porqué te gusta esto de la forja? –le preguntamos con interés. «Fue el oficio que aprendí con Silvio Alonso, que era tío mío, y era un artista en esto de la forja. Era un hombre fuera de serie»– nos responde don José.
José González Ramos lleva ya cuarenta años, que se dice pronto, trabajando el hierro, aunque este no fue su primer oficio.
«Comencé en la laminadora, que era un trabajo muy fuerte, y entonces quedé muy bien con los jefes –el Sr. Lito y D. Bernardo Bécares–, y empecé a montar el taller. Ellos me dieron los primeros trabajos nada más montar el taller y empecé a golpear el yunque con alegría y con garbo.» Y es que según dice José, al hierro hay que darle con alegría. «El hierro si no tiene un poco de gracia, si no le das la alegría es muy soso»– nos explica.
Mientras nos comenta esto José nos enseña la fragua, un pequeño lugar en donde con brasas de carbón lo-gran domar al hierro y sacar de él bonitas piezas.
El taller de D. José está lleno de ellas. Hay verjas, lámparas, puertas...
«Hemos hecho trabajos para un montón de sitios» –nos comentan él y la mujer mientras las hijas trabajan en varios encargos. «Hemos hecho trabajos hasta para la Catedral de Santiago» –explica José hablando de que lo que más les piden para las iglesias son lámparas. «Una vez hicimos una lámpara que la tuvimos que cortar porque de lo grande que era no entraba por la puerta» nos comenta como anécdota la mujer hablando de un encargo para la Iglesia de Santa Colomba. «Luego tuvimos que volver a soldar la lámpara dentro de la iglesia» –explica Anunciación, su esposa. «Después hiciste otra lámpara para San Cristobal de la Polantera» –recuerda la mujer– «y la de Sanabria es una muy bonita». «La última es en Villazala»–recuerda José «esa es grandísima».
Pero este artesano no sólo hace lámparas. A la entrada del taller de la calle Alija tiene un banco para sentarse decorado con unos pájaros «hasta algo para sentarse tiene arte» –dice D. José hablando de que los pájaros que forjó en el banco son para dar alegría al viandante. Pero si el exterior del taller es puro arte, el interior del taller y de la casa son algo indescriptible. Percheros de forja, marcos para cuadros y espejos con rosas de metal... algo increíble.

40 AÑOS DE HISTORIA

El taller de forja lo montó en la década de los 60, en aquel entonces él tenía 25 años. «A las cinco de la mañana nos levantábamos para dar golpes al hierro» –nos explica José –«yo y la mujer, que era la ayudanta, levantamos este negocio» –nos comenta hablando de que su esposa no sólo es buena para darle compañía, sino que también sabe darle al ‘macho’ (el macho es una maza de cinco kilos, nos explican a la vez que nos enseñan una. Con ella se da forma al hierro).

MUCHO TRABAJO

José recuerda algunos de sus muchos encargos. De hecho nuestra ciudad tiene varias de sus obras de arte en lugares que seguro que hemos visitado (como la iglesia de Santa María o en la de El Salvador). «Para Arturo hice tres lámparas, y a D. Santiago Carrizo le hice lo del Santísimo; en Corporales unos ciervos de forja. He hecho muchísimas cosas de forja para la parroquia de Santa María.»
El Ayuntamiento de nuestra ciudad es otro de los lugares en los que se pueden ver las piezas de este artesano. «La lámpara de la entrada es un trabajo mío»–dice.
Las piezas, todas hechas a mano a base de dar golpes al hierro, se dibujan a tiza sobre cartón y luego se corta. Así nace la pieza. Pero hay piezas increíbles. Las rosas de metal con las que decora los marcos de cuadros y espejos requieren un verdadero trabajo. Pero José no se dá importancia. Hace lo que le gusta y es feliz haciéndolo.
«Oye, venga, ármanos esto»
«Papá, que son menos veinticinco pasadas» –le responde su hija, que también ayuda en el taller. Pero enseguida, antes de marchar a un recado, se ponen todos manos a la obra para montar una puerta para una bodega. La mujer y una de las hijas sujetan la puerta y la colocan en el marcho. Después José coge la máquina y comienza a soldar la cerradura. La puerta hay que sujetarla bien pues es de hierro de cinco milímetros, y pesa lo suyo, pero con unión todo se puede y entre los tres la puerta que-da lista en un periquete.
Es una pena, se acerca la una y tenemos que ir al Ayuntamiento y nos despedimos de José y su familia.
Echamos una última ojeada al taller: es un lugar impresionante. De una pared cuelgan decenas de utensilios. «Hierro con alegría» lo define José: verdaderas obras de arte.

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