jueves, 9 de noviembre de 2017

Lo que cambian los tiempos


José Cruz Cabo
En los años 30 y 40 y mas años, a la escuela no podías ir hasta que no cumplías los seis años, Había alguna especie de guardería, donde iban niños de tres años en adelante, pero eran particulares, mi madre Everilda tuvo una, pero había que pagar y la mayoría de las familias tenían que esperar a que el niño o la niña llegaran a los seis años. 
Al principio  solo había una escuela para ambos sexos, la de Villa, hoy Hogar del Jubilado y para niñas de pago estaba el colegio de las monjas Carmelitas, que en aquellos años tenÍan niñas pensionistas, medio pensionistas y normales, ya que venÍan muchas niñas y jovencitas de los pueblos de alrededor y unas estaban en el mismo colegio, en plan de internado, las de los pueblos más cercanos, les daban de comer en el Colegio y por la tarde marchaban para sus casas. Las que vivían aquí solo iban a las clases tanto por la mañana como por la tarde.
Con posterioridad, pasada la guerra civil había chicas de los pueblos que iban a este colegio pero estaban en casas particulares acogidas por dinero como si fueran pensiones.
En las Escuelas de Villa, los chicos ocupábamos la parte baja en cinco clases y las chicas la parte alta, también en cinco clases. Los chicos los recreos los hacíamos en el patio del edificio y las chicas los disfrutaban en la Plaza entonces de los cacharros, ya que los sábados, que también teníamos clase por la mañana, después de la clase y por la tarde ayudábamos a los cacharreros o cacharreras de Jiménez, a meter los cacharros en las casas particulares de dicha plaza o cercanas a ella para el sábado siguiente.
Yo entré en la Escuela Villa el año 1936 en septiembre, el primer maestro que tuve fue un Don Avelino, que a los dos días de ir a la misma me sacó de la clase de primero y me pasó para la segunda que el daba. La casualidad hizo que en el año 1944, en junio, al acabar el curso, fuera otro Don Avelino el que fue mi último maestro. 
Entonces entre todas las asignaturas teníamos urbanidad y un día a la semana, además de lengua española, geografía, matemáticas, geometría, historia y lectura, teníamos que dar clase de urbanidad, para aprender a ser corteses, ayudar a los mayores, dejar la acera a las señoras y señores, dar los buenos dias o las buenas tardes o noches al entrar en un sitio y comportarse con educación en la calle, en casa y en el colegio, respetando a los mayores y ayudándoles en cualquier necesidad. A las niñas se les daba además clases de costura y en el Colegio de las Carmelitas ademas música a la que lo quisiera y naturalmente lo pagara. Algunas pianistas salidas de las carmelitas conocí.
En fin que los tiempos cambian que es una barbaridad, como diría Don Hilarión.

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