Reflejo y fruto del esplendor cultural asociado al desarrollo
industrial experimentado en La Bañeza en las primeras décadas del siglo XX,
surge en 1913 el periódico El Jaleo,
publicación popular y diferente a todas las numerosas que hasta aquella fecha
habían visto la luz en la ciudad: “Amor, desinterés y desahogo; alegría,
entusiasmo y bailoteo” fue su lema. Satírico, gracioso y chispeante, capaz de
sostenerse sin anuncios comerciales. Poco más de un año tuvo de vida aquel “periódico
mensual fantasma-satírico-cómico-bufo y humorístico”, como rezaba su portada. Su equipo de
asiduos colaboradores y sus sucesivas redacciones, estuvieron “compuestas de
conservadores, liberales, socialistas, republicanos, jaimistas y ácratas” a su
propio decir, y entre el 23 de noviembre de 1913 y el 7 de febrero de 1915,
fechas de su primer y último ejemplar, mezclados con las abundantes
composiciones simpáticas y jocosas, aparecen algunas agudas y a veces
corrosivas críticas y denuncias sobre la vida ciudadana y la política
provincial y municipal del momento, salpicando los variados aconteceres que se
narran en sus habituales ocho planas, “acogidas con cariño y compradas
principalmente por la clase obrera”, además de chanzas a costa de los pleitos por la alcaldía
entre los liberales y conservadores locales, y de éstos entre sí.
A lo largo de todos los números que van
siendo publicados se hace una insistente denuncia (escasamente atendida, a lo
que parece) del estado ruinoso de los edificios que albergan el Estudio, la
antigua Panera de la Villa (en la que se guardan los gigantes y cabezudos), y
las iglesias de San Antonio y la Piedad (seguía denunciándose que su torre
ofrece ruina en enero de 1934, lo que desmentirá el
informe del arquitecto municipal el 25 de julio de aquel año); se clama por el arreglo del Teatro
Municipal y porque se sanee su retrete, y por la desaparición del cementerio
viejo, por la construcción de aceras, y por la mejor visibilidad del borroso
reloj de la Villa; se critica la falta de aguas potables y se urge su dotación,
los numerosos pozos negros de tantas casas; las aguas sucias y de lluvia
vertidas a las calles a través de inmundas cunetas
o colagas, y la ausencia de recogida
de basuras, suplida por la vespertina procesión de latas en que para su vaciado
se acarrean los residuos familiares del día, deficiencias higiénicas todas
ellas que, junto con la retirada del abono a cualquier hora de las casas
campesinas, la cría de gallinas y cerdos sueltos por las calles de los barrios y
las porquerías arrojadas al reguero que recorre algunas calles, coadyuvan a que
se den endémicas afecciones como el paludismo y las fiebres tifoideas, y a que
“La Bañeza siga siendo un semillero de enfermedades”, condiciones que aún se
mantenían en 1932 y que en las calles del Marqués de Cubas y del Carmen
denuncia repetidas veces desde La Opinión
y su pseudónimo de El Alguacil Corchuelo José Marcos de Segovia, persistentes
cuando en septiembre del siguiente año se ha de clausurar algún pozo público
por la epidemia de tifus desatada.
Esta lamentable situación, o sus residuos,
hubieron de ser necesariamente afrontados y corregidos unos años más tarde, en
1918, para combatir la epidemia de gripe declarada con medidas higiénicas que
debieron de ser próximas a las dispuestas en la cercana ciudad de Palencia y su
provincia, entre ellas la recogida de aguas llovedizas, la prohibición de criar
cerdos y conejos en las casas, de depositar basuras en las cuadras y corrales, y de arrojar a la vía pública
aguas sucias, aunque todavía en los partes diarios de la Policía municipal de
los años 1941 a 1949 son notablemente abundantes sus intervenciones, y las
multas, por verter desperdicios y aguas negras y por sacar abonos, albañales y
gallinas a las calles, las mismas deficiencias higiénicas contra las que tanto
se había clamado desde El Jaleo, y
que contrastan con las preocupaciones cívicas y medioambientales de las
corporaciones bañezanas de la primavera y verano de 1936, que hacían estampar
en anuncios y programas como los del Teatro Pérez Alonso textos como este: ¡Atención!
No abandone este programa en la vía pública. Si ha de hacerlo, deposítelo en
las cestas destinadas a este fin. (Ruego de la Autoridad Local). Eran aquellas cestas las
instaladas en algunas calles bañezanas en 1935 por
el alcalde Julio Fernández de la Poza, una mejora copiada seguramente de lo
observado en sus frecuentes y a veces
internacionales viajes de negocios.
También se proponen desde El Jaleo soluciones y remedios, como
la adquisición de un carro de la basura (la famosa cuba de años posteriores arrastrada por un decrepito jumento a
cargo de Nicolás Alba Guadián, que unas veces, deteriorada, se reclamará se
sustituya, y otras sea retirada por el por tantos años pendiente y deseado
alcantarillado), la existencia de servicio de bomberos, la actuación de la
Junta y la Inspección de Sanidad, y la traída de las aguas que tanto tiempo aún
demoraría.
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