viernes, 17 de junio de 2016

Despedida a una gran mujer Josefina Combarros Pérez


José Cruz Cabo
Mi amistad con Josefina Combarros Pérez ha sido larga y cariñosa, ya que la conocí ya casada y con los primeros de los siete hijos que tuvo, en la tienda de su marido Laureano López, en donde hoy está la Cafetería Bohemia, entonces dedicada a ropa del hogar, como sábanas, mantas toallas etc.  Yo trabajaba en la imprenta de mi tío y en septiembre del 46, pasó a estar como imprenta y librería en la Plaza Mayor con el nombre de Gráficas Rafael.
Aunque yo la conocía como sobrina de Don Juanín, el capellán entonces de las Monjas Carmelitas, al que ayudé a misa bastantes veces sustituyendo a mi primo Nino que era el monaguillo oficial en aquellos años, no había tenido contacto con ella hasta que la hicieron presidenta de las Mujeres de Acción Católica y mi tío Rafael era el presidente de los hombres.
Me enviaba con avisos y recados al Comercio de Josefina, referidos a reuniones de Acción Católica y así comenzó mi relación primero y la amistad entrañable después.
Recuerdo que uno de los días me dice, “mira a ver si me encuentras una pareja de amigos para conseguir que Laureano salga de la tienda”, eran los años en que comenzaba el cine Salamanca y ya estaba el California, “y se distraiga al menos los domingos y días de fiesta”. Yo ni corto ni perezoso se lo dije a Eutimio Gutiérrez y al domingo siguiente ya vi a las dos parejas juntas ir al cine y así la relación con Josefina se estrechó mas.
Y es que Josefina Combarros era una mujer sencilla, trabajadora, cristiana hasta la médula, y amable con todo y con todos, su carácter bondadoso y risueño le granjeaban la simpatía de todos los que la trataban. Pasados los años su esposo Laureano murió y con posterioridad su hijo Jesús abrió en el mismo local del comercio de su padre, la Cafetería Bohemia y fueron muchos años en los que seguí tratándola y profundizando mi amistad, que después también fue de mi esposa Nieves y casi a diario, durante unos cuantos años, nos relacionamos en la cafetería. Ella tenía sus amigas y mi mujer las suyas, pero en más de una ocasión se juntaban para conversar sobre las cosas de la ciudad o del país.
Josefina te voy a echar mucho de menos, aunque ahora hacia ya unos años que no te veía, pero siempre que encontraba a tu hijo Jesús le preguntaba por tí. Has dejado una profunda huella tanto en nuestra ciudad como en mi corazón, ya que tu bondad sonrisa y amabilidad valían un potosí. Se que tu profundo cristianismo te habrán hecho encontrar ya en el otro mundo a tu Laureano y y tu tío Juanín. Mi más profundo pésame a todos tus hijos y familiares.

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