(Uno de los puentes de madera que con frecuencia arrastraban las riadas y el vecindario
reconstruía en hacendera
La sustitución de las tradicionales
barcas y de los viejos puentes de madera por los de hierro vino a formar iniciado
el siglo XX también en nuestra tierra parte del progreso, que tanto se hizo esperar
para el Paulón sobre el Órbigo, y que alcanzó ya, lo mismo que antes el de la
Reina que salvaba el río Duerna en San Mamés de la Vega, el avance de los
realizados en hormigón. En hierro remachado se habían ejecutado los de
Destriana para cruzar el mismo río, en 1917 el de Castrocalbón sobre el Eria,
en la carretera de La Bañeza a Camarzana de Tera (parece ser que los miles de
remaches precisados los construyó a mano el herrero de la villa), y en 1905 el
de Jiménez para salvar el río Jamuz en la misma carretera. Hasta mayo de 1931, después
de que se derribara el último puente de madera que había a la entrada del
pueblo, tornándose peligroso para las personas y sus ganados y vehículos,
además de entorpecer el curso de las aguas, no se iniciará la construcción del
de cemento y hierro armado con remaches de Castrocontrigo, otro de los puentes realizados
en nuestra tierra ya con los nuevos cánones de hechura, en su caso según el
sistema bowstring.
Muchos años antes, cerca de La
Bañeza, junto al punto de confluencia de los ríos Tuerto y Duerna con el Órbigo,
sobre el último y al lado de la granja de Hinojo, se había levantado un puente,
primero de piedra y después de madera, conocido como de San Martín de
Monferruel o Puente de los Pilares, en un poblado propiedad del conde de
Miranda y enajenado en 1734 a favor del marqués de Castañón. Ya en 1747
pleiteaban los pueblos cercanos en 12 leguas en el contorno de La Bañeza por el
reparto de los costes del nuevo que, también de cantería, se iba a construir,
aunque se desecharon los dos proyectos presentados y se optó por hacerlo otra
vez totalmente de madera, mucho más barato, pero tan frágil que al poco era
arrastrado por el agua, instalando el dueño de la hacienda una barca de paso en
su lugar, el mismo que en 1780 reconstruía el puente por su cuenta sobre los
sólidos pilares que aún permanecían, y cobraba pontazgo por su tránsito hasta 1926. En El
Diario de León del 7 de diciembre de 1929 (también en La Crónica de León) se informa del enésimo derrumbe del Puente
Paulón a causa de las fuertes lluvias que hicieron crecer el río Órbigo, suspendiéndose
el servicio de viajeros entre León y La Bañeza; pocos días después se producían
inundaciones en Nogarejas, donde se estaba construyendo el puente sobre el
Eria.
El 2 de julio de 1930 al pleno de
la corporación bañezana informa el concejal César Seoanez Romero de las
gestiones realizadas en pro de la construcción una vez más del Puente Paulón,
estimando que será reducida, o quizá nula, la aportación que por la Diputación
se exija a los ayuntamientos más cercanamente interesados en ella. En la sesión
del 12 de enero de 1931 acuerda el consistorio comisionar al alcalde y al
secretario para que se entrevisten con el presidente de la institución
provincial en orden a la búsqueda de una solución definitiva para que el puente
se construya, tal como desde la misma se pretende. Después de la entrevista, en
sesión extraordinaria del 19 del mismo mes se informa de la solución ofertada:
de las 28.279,78 pesetas que los 16 ayuntamientos enclavados en un radio de 10
kilómetros del puente han de aportar (de no contar con la subvención de la
Diputación tal cantidad sería de 38.935, 88) se entreguen 10.519, 61 de
presente a prorrateo entre ellos, y las restantes 17.760,17 pesetas se
soliciten como anticipo reintegrable en veinte años, y se acuerda convocar a
los otros 15 municipios para que voluntariamente participen de tal arreglo, sin
que haya de exigírseles legalmente lo conducente a dicho fin.
La reunión tuvo lugar el 31 de
enero, y en la misma se manifestaron contrarios a satisfacer cantidad alguna
desde Palacios de la Valduerna, Riego de la Vega, Cebrones del Río,
Valdefuentes y Urdiales del Páramo, Santa Elena de Jamuz y Santa María de la
Isla, y dispuestos a colaborar en su parte proporcional los ayuntamientos de
Soto de la Vega, Villazala y Regueras de Arriba, además del bañezano, y en su
pleno del día 4 de febrero se acuerda informar de aquel resultado a la
Diputación provincial solicitándole la construcción del puente y que se obligue
en ella la participación de todos los ayuntamientos afectados. En el del día 19
del mismo mes se da cuenta del optimismo en el que la comisión nombrada en su
momento para este objetivo ha desarrollado sus gestiones en León, y el día 4 de
marzo se informa a los concejales de las que con igual fin realiza en la corte
el antiguo diputado del distrito Antonio Pérez Crespo.
Siguieron produciéndose reuniones entre los representantes
del consistorio bañezano y los restantes ayuntamientos afectados, y en mayo de
1931 se replantean las obras del puente y se encomienda su construcción a la
municipalidad bañezana, que la encarga al contratista leonés Francisco
Fernández Menéndez (también se ocuparía unos años después del arreglo y reforma
de algunas calles de La Bañeza), el cual acarrea materiales para iniciar el día
1 de junio su ejecución, con el decidido apoyo del bañezano y concejal
socialista de León José Casas Tascón (se le ofreció allí un homenaje de
gratitud por ello el 17 de mayo) y del presidente de la Diputación Crisanto Sáenz
de la Calzada, aunque previamente haya habido la disposición del ministerio de
Fomento de que se rematen las obras iniciadas en León correspondientes a aquel
organismo provincial. El día 10 de junio se convoca a los concejales bañezanos
para hacerles saber ”la necesidad de reparar el puente (aún de madera) para
dejar expedita la circulación que en la actualidad está interceptada”, que
acuerdan “el pago de la mitad por este ayuntamiento si el coste de la obra no
excede de mil pesetas” (importó 381,43).
El 15 de julio dispone la corporación el pago de 2.273,80 pesetas,
contribución del ayuntamiento a la construcción del definitivo Puente Paulón,
“cuyas obras han comenzado ya”. El 19 de agosto se citaba a los alcaldes de
aquellos municipios para ultimar el expediente el día 22, y a primeros de
diciembre se responde desde la alcaldía bañezana a la de Santa María del Páramo
que “el Puente Paulón no se ha terminado por las lluvias, y se terminara
pronto” (debería de haber sido terminado en octubre, según se estipulaba en el
contrato).
El 22 de mayo de 1932 se dirá en La Opinión que hace ya unos meses que se circula por el nuevo
puente (del tipo Ribera, de cinco bóvedas y más esbelto y caro que el que en un
principio se pensó) cuya prueba de resistencia y recepción se prevén realizar la
próxima semana, mientras el puente viejo se ha derruido por sí solo. Todavía en
mayo de 1934 se preguntaba desde el ayuntamiento bañezano a los responsables
provinciales si era o no procedente la conformidad sobre la construcción del
tanto tiempo deseado Puente Paulón, y en la sesión municipal del último día de
aquel año se autorizará al alcalde para que subscriba un pliego de reparos en
cuanto a la liquidación del puente, solicitando a la Diputación provincial que
ella abone el aumento de obra realizado en el mismo, a lo que parece reacia,
pues pretende que de tal incremento se hagan cargo los pueblos interesados en su construcción, lo que motivará al inicio
de enero de 1935 un viaje a León del alcalde y el secretario bañezanos, del que
regresan con la favorable impresión de que se satisfarán sus intereses.
A la mitad de aquel mes desde la alcaldía de La Bañeza se requerirá a
los regidores de los ayuntamientos de Roperuelos, Valdefuentes del Páramo y
Cebrones del Río para que ingresen sus aportaciones de 1931 para la
construcción del Puente Paulón, cuya liquidación de obras aprueba por fin la
Comisión Gestora de la Diputación en su sesión del 21 de noviembre de aquel
año, rematando (a lo que parece) todas aquellas peripecias cuando el 29 de
enero de 1936 la corporación bañezana autorice al regidor para cobrar de la Diputación provincial dos
libramientos de 1.402,80 y 161,85 pesetas expedidos a favor del ayuntamiento
por certificaciones de obra en el Puente Paulón, y para que se abonen tales
cantidades al leonés Francisco Fernández Menéndez (el mismo contratista de las
calles Marqués de Cubas, Carmen y Alcolea), que había sido destajista en dicha
obra.
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