martes, 17 de diciembre de 2013

16.- De farolas y templetes.


Del libro LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA (Historia menuda y minuciosa de las gentes de las Tierras Bañezanas – Valduerna, Valdería, vegas del Tuerto y el Jamuz, La Cabrera, el Páramo y la Ribera del Órbigo- y de otras de la provincia de 1808 a 1936), recientemente publicado en Ediciones del Lobo Sapiens por José Cabañas González.
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En enero de 1891 en la que aún es villa bañezana Vicente González Ugidos y Eumenio Alonso González son políticos locales liberales; José Fernández Núñez y José Latas Valcarce, reformistas, y Menas Alonso Franco republicano fusionista y diputado provincial electo por La Bañeza y Astorga (triunfaron los conservadores en los comicios habidos a finales del año anterior). Pueblos de este partido judicial han correspondido en elecciones al distrito de Coyanza, debido a anomalías caciquiles. Leopoldo Afaba es entonces candidato a la Diputación, e independiente a Cortes, según el vespertino leonés El Alcázar (“diario liberal, político y de intereses generales de la provincia; el de más circulación”) en su edición del día 1. 
En noviembre del mismo año se había instalado en el centro de la Plaza Mayor la farola de hierro braceada (colocada sobre una piedra funeral / que representa en La Bañeza / la descomunal cabeza / de un ilustre concejal, al decir de la que quedó como festiva coplilla en verso de la época después de aparecer sorpresivamente junto a ella el día de su solemne inauguración), sustituida en abril de 1892 por otra con árbol de cinco luces. Antes ya se había colocado al menos por dos veces en un anterior pedestal de piedra traída de Sobradelo de Valdeorras (en Orense), derribada una de ellas por un carro y alzada de nuevo por Pedro Alonso Callejo (padre de quien sería Fray Diego Alonso), constructor entonces de varias obras municipales, entre ellas y en el mismo año de 1891 la Capilla del Cementerio. A mediados de septiembre de 1905 se subastaban las obras para añadir un zócalo y una verja rodeando la farola.
La farola y parte del templete en los años iniciales del pasado siglo.
Al tiempo que se repuso la farola al poco relevada se enlosó el embaldosao en el rincón mejor orientado de aquel ágora local, escenario de manifestaciones y arengas, del paseo dominical y festivo, de reuniones, de juegos de chiquillos, de paradas, procesiones y desfiles, de citas, de bailes y de representaciones de cómicos y titiriteros…, posiblemente como lugar privilegiado destinado a la buena sociedad de los pudientes bañezanos, en unos tiempos de tan notoria separación de clases en los que era habitual que incluso “en las fiestas populares los bailes y verbenas se separaran en dos, una para los ricos y otra para los pobres”, y en 1909 se colocó, por iniciativa de dos grandes melómanos como eran el alcalde Robustiano Pollán Rodríguez y el secretario del Ayuntamiento Gaspar Julio Pérez Alonso, y un poco hacia el oriente, el gracioso, modernista y musical templete de hierro, fabricado por la Casa Corcho y Compañía, de Santander, por un coste total, una vez instalado, de 2.500 pesetas, inaugurado con toda solemnidad el 25 de octubre de aquel año, y que vino a retirar el de madera que desde 1896 se armaba y desarmaba con ocasión de las fiestas de la Patrona, y en el que la Banda Municipal deleitaba con su música los jueves, domingos y festivos a las gentes de la villa (templete y farola –esta trasladada a la plaza del Salvador- desaparecerían en la remodelación de la Plaza Mayor realizada en 1967, después de que la parte baja del primero se adaptara para instalar en ella un kiosco de bebidas y refrescos que se abría durante la temporada de conciertos). El que se convirtió desde entonces en el tradicional, popular y típico baile bañezano, fue prohibido por la alcaldía en mayo de 1937 “mientras duren las circunstancias por las que atraviesa la nación”, así que seguramente el último baile que hasta entonces allí hubo sería el que se organizó en la tarde-noche del 19 de julio de 1936 con ocasión de la llegada a la ciudad de los mineros asturianos que en defensa de la República se dirigían a Madrid.
De aquel acontecimiento y de muchos otros sería el templete testigo mudo, como también lo fue de la instalación en la Plaza y a su vera años más tarde de tres surtidores de gasolina, cuyos respectivos propietarios eran Modesto Ruiz García, Elías Tagarro del Egido y Liberto Díez Pardo, desaparecidos después de la explosión de uno de ellos en septiembre de 1927, en lo más concurrido del paseo dominguero, por la imprudencia de unos chiquillos que salieron de la trastada chamuscados (en julio de 1930 aún se reclamaba al Monopolio de Petróleos la retirada del último de ellos, y en septiembre de 1931 el organismo pretendía recuperar su depósito para la ubicación de un nuevo surtidor).  

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy interesante, gracias por compartir.