jueves, 2 de mayo de 2013

Despedida a Juani Barrientos Fernández, una mujer encantadora


José Cruz Cabo
Me pilló muy de sorpresa tu muerte, Juani Barrientos Fernández, claro que desde que Guillermo dejó la emisora, no habíamos vuelto a encontrarnos en ningún sitio, y por tanto no sabía como evolucionaba tu enfermedad. El jueves, al llegar a la imprenta, Carro me dio la noticia de tu muerte, y me dejó asombrado y profundamente dolido, porque pensaba que te estabas curando de tu padecimiento.
La verdad es que pierdo una gran amiga, Juani, pues eras la gran optimista, y a pesar de tus padecimientos, siempre estabas sonriendo, agradeciendo a la vida que te dejara disfrutarla, siempre con la alegría por bandera, siempre amable, agradecida y amiga de tus amigos, a los que animabas cuando teníamos algún problema de salud. Los años que estuvimos en la tertulia de La Bañeza Radio, que ahora no se si existe, junto con OIvido Fuertes, eras la animadora de la misma, lo mismo cuando estuvimos con Begoña y Olga, que los meses que nos dirigió Guillermo, solías darnos una lección continua de tu bondad, de tu alegría; si tu padecimiento no te permitía una semana asistir, nos llamabas por teléfono, para no faltar a la cita, de tu simpatía, y siempre tenías caramelos, por si la garganta nos hacía toser, para que saliváramos y no se notara el fallo. Querías con locura a tu Coral del Milenario, que fuiste de las fundadoras, después lo tuviste que dejar por causas de tu trabajo, y luego volviste a ella, y todavía el año pasado cantaste en el concierto de la Patrona en la Plaza Obispo Alcolea. Cómo iluminabas tu cara con la sonrisa, cuando las cosas te salían bien y como seguías siendo amable y cariñosa cuando estabas sufriendo con tu enfermedad. Fuiste una mujer valiente, muy tenaz, que disfrutabas con tus nietos y hasta por ellos aprendiste las reglas del baloncesto.
La verdad, amiga Juani, que te voy a hechar mucho de menos, porque también nos ayudaste mucho en la Cofradía de la Vera Cruz, ya que eras profundamente devota del Cristo de la caida y de la Virgen de la Esperanza, hasta algún año saliste a pedir durante las procesiones. Ahora que has dejado este valle de lágrimas, que tú hiciste de él un sitio amable y lleno de simpatía, solo me queda desearte que estés, así lo espero, gozando de la alegría eterna, que te ganaste con tu bondad en esta vida y hasta siempre.

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